Capítulo 4

252 51 110
                                    

Supo que se estaba acercando cuando percibió la maldad en el aire.

Siempre había tenido una conexión con el viento, el cual solía advertirle cuando se encontraba frente a una amenaza, y aunque durante muchos años procuró ignorarlo, ya no podía seguir haciéndolo. Hoy más que nunca era consciente de las señales que la Tierra le brindaba. Cada célula de su cuerpo reaccionaba a las fluctuaciones de energía, y en ese momento, podía sentir la densa oscuridad que colmaba el aire, volviéndolo pesado, tóxico.

El peligro la rodeaba, lo sabía con certeza. Lo sentía con cada respiración que tomaba. La tormenta había aumentado de intensidad desde que había partido al recibir la alerta en su computadora y la electricidad del clima recorría su cuerpo cada vez que esta se ramificaba en el cielo. Todo a su alrededor gritaba alto y claro para que se detuviera y diera la vuelta. Le rogaba que se alejara lo más rápido que pudiese y se pusiera a sí misma a salvo. Sin embargo, esta vez no lo haría. No estando tan cerca de descubrir el misterio que la asediaba desde hacía años.

Inspirando profundo, cerró las manos alrededor del volante y hundió aún más el pie en el acelerador. Se estremeció ante el estallido de un repentino y furioso trueno que reverberó en su pecho al tiempo que la lluvia se precipitó con fuerza sobre el vehículo. No pudo evitar recordar la noche del accidente. En esa oportunidad, todo había empezado de la misma manera. Nerviosa, pero por completo decidida, activó el limpiaparabrisas en su máxima velocidad y frotó el vidrio empañado con un trapo. Apenas podía ver el camino delante de ella.

"Es él", susurró la voz de su madre en su mente, justo antes de que un rayo desgarrara con violencia el firmamento. Un grito escapó de sus labios debido a la sorpresa. ¡Mierda, se estaba volviendo loca! No había otra explicación para su exagerada reacción. Sin embargo, era incapaz de serenarse. Por otro lado, cualquiera en su lugar huiría en vez de colocarse en una situación tan similar a la que vivió en el pasado. Pero ella no, por supuesto. Por el contrario, iba directamente allí. Sí, sin duda, estaba como una maldita cabra.

Por el rabillo del ojo, vio cómo los gráficos comenzaban a dispararse hacia todos lados en la pantalla de su teléfono, el cual tenía a la vista en un soporte adherido al tablero. El aparato se conectaba de forma remota con su computadora y por lo que este le estaba indicando, se encontraba casi en el epicentro de la tormenta, en el lugar preciso donde esta se había iniciado.

Su corazón se le disparó dentro del pecho cuando reconoció la zona, comprendiendo por fin dónde se hallaba. Había estado tan compenetrada en sus pensamientos que no prestó demasiada atención a la dirección tomada. Solo había cedido ante el impulso que la embargó en cuanto advirtió los signos de aquella extraña anomalía en el clima. Entonces, había seguido ese tirón que venía llamándola desde hacía años y que se hacía cada vez más fuerte e imperativo conforme el tiempo pasaba.

Clavó los frenos por acto reflejo, las ruedas patinando vertiginosamente en el pavimento. A menos de un kilómetro se encontraba la parte de la carretera donde ocurrió el accidente que marcó un antes y un después en su vida. Sin detenerse del todo, giró a la derecha y se dirigió a la enorme arboleda que había al costado. No supo por qué, pero algo le dijo que debía alejar el vehículo del camino. El sonido de la tormenta se alzó por encima del motor nada más apagarlo y una sensación de frío la invadió de repente. Los recuerdos se encontraban muy cerca de la superficie.

Su cuerpo había comenzado a temblar. ¿O era el suelo? Frunció el ceño y miró hacia la botella casi vacía que había dejado en el asiento contiguo. El agua en su interior estaba vibrando. Sí, definitivamente la Tierra se estaba moviendo.

Confundida, recorrió el lugar con la mirada prestando especial atención al entorno. No obstante, todo lo que podía ver eran las múltiples imágenes que comenzaron a desfilar por su mente. Recuerdos de un suceso traumático, imposible de olvidar. El rostro alarmado de su padre, un violento y grueso embudo de viento yendo hacia ella, vidrios estallando y clavándose en sus brazos, el auto dando trombos en el aire... Tragó con dificultad al tiempo que se quitaba las lágrimas que colmaron sus ojos en segundos.

Su ángel caídoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu