#Capitulo 4: Un nuevo día

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Me obligué cerrar los ojos e intentar dormir y para mi sorpresa funcionó.

Eran las siete de la mañana y no había encontrado a nadie despierto aún. Estaba acostumbrada a levantarme temprano para poder ayudar en los establos o en la cocina. Nunca me gustó estar sin hacer nada, necesitaba mantenerme ocupada en algo si no me aburría muchísimo. Eso había sido siempre motivo de discusión con mi Padre, él quería que me comportara como una "Señorita" y que simplemente me encargara de vestir bien y de buscar un buen pretendiente pero esa mierda no iban conmigo y estaba segura que nunca lo sería.

Decidida salí de la casa de los Cabello y apenas lo hice me topé con el empleado que me había traído a estas tierras.

—Buenos días —saludé, sonriendole— ¿Rafael,....verdad?

—Sí, Señorita...Buenos días —respondió extrañada—¿Qué...hace...despierta tan temprano? —preguntó con cautela, como si temiera a mi respuesta.

—A esta hora me suelo levantar —le sonreí mientras me acercaba a él. Simplemente me miró a la defensiva—¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

—No, Señorita —negó, sorprendido—Debería estar descansando.

—Ya descansé lo suficiente —me crucé de brazos—. Quiero ayudar en lo que sea, Rafael.

—No es correcto.

—Claro que sí, Hombre —solté una pequeña carcajada al ver lo complicado que se veía—. A ver dime, ¿Qué hacías?

—Vine a buscar agua para llevarle a los caballos.

—Entonces te ayudo. ¿Dónde tienes los baldes?

—Aquí, Señorita —respondió con timidez mientras comenzaba a caminar para llevarme a los baldes. Lo seguí de cerca sin aún entender por qué se extrañaba tanto de que quisiera ayudar, ¿Será que el Señor Cabello se molestaría si me ve haciendo esto?. No lo creo, de todas formas no tendría por qué enojarse.

—¿Haces esto todas las mañanas? —pregunté mientras tomaba dos baldes de madera.

—Sí Señorita.

—¿El establo está muy lejos?

—Un poco —se encogió de hombros—pero no es necesario que me acompañe, con esta ayuda ya es suficiente.

Su voz demostraba agradecimiento y eso me provocó ternura.

—Quiero ir al establo —dije con seguridad—. Además, desde que llegué que he querido saber dónde están los Caballos.

—No están muy lejos —respondió sacando los dos baldes del agua—. Lo bueno es que no anda con tacones—sonrió mirando mis pies.

—No suelo ocupar —dejé los dos baldes con agua a un lado de mis pies.

—Yo tampoco —dijo provocando que ambos riéramos—. Espero que no se lleve un reto por ayudarme Señorita—caminó con los dos baldes de agua para dejarlos en una carreta.

—No te preocupes por eso y de ser así no sería la primera vez —suspiré al dejar los baldes sobre la carreta. Si que estaban pesados. En silencio llenamos los demás que faltaban y con esfuerzo los subimos.

Me ofrecí ayudarlo con la carreta pero no me lo permitió así que en silencio caminé a su lado hasta llegar al Establo. No era muy grande, solo habían cinco caballos en él. Todos eran muy lindos pero el que más llamó mi atención fue uno de pelaje negro.

—Esa es de la Señorita Camila—dijo Rafael mientras llenaba las fuentes con agua para los caballos.

—Es muy linda —acaricié su lomo.

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