—Increíble como los leones se rebajan a miseros gatitos ante los cariños de una...

Renzo miró a su abuelo antes de que terminara la frase y este se arremangó la camisa, enfurruñado.

Los días pasaron y Constantino cada vez se acercaba más a lo que se esperaba de un niño que iba a iniciarse en la organización. Su puntería había mejorado, las estocadas con la navaja eran firmes y sus reflejos habían mejorado. Estaba listo para matar. Gianna cada que lo acompañaba a los entrenamientos veía como el niño risueño en casa se convertía en esta máquina de asestar golpes al saco de boxeo y de puñaladas al maniquí que colgaba del techo.

Su mirada traviesa se convertía en una enfocada, en su objetivo. En un año Andrei lo había moldeado dándole su primera forma. Sabía que faltaba mucho para dejarlo como lo querían, pero ya se podía ver vestigios de lo que se llegaría a convertir.

El niño había dejado de acostarse a su lado y como cuando te quitan algo que no sabía que querías, Gianna durmió esa noche con él. Constantino la abrazó con una sonrisa cuando despertó y se quedó mirándola mientras le apartaba el cabello que le había crecido en comparación a la primera vez que la había visto. Admiró el destelló rojizo en su raíz.

—Te quiero mucho. Jirafa fea. —besó su mejilla y salió de la cama para bajar a la cocina.

Tomó lo que le hacía falta para preparar un desayuno bajo la mirada de su padre.

—¿Qué haces?

—Hoy, pero del año pasado le di su cajita feliz y ella dijo que era el mejor regalo de cumpleaños del mundo. Esta vez pienso hacerle una cajita feliz yo mismo. Mi mamá se merece lo mejor

Renzo lo observó por un momento.

—Constantino...

—Se lo que me vas a decir y no me importa. Que tú seas un cobarde y no trates de quedarte con ella no es mi problema, yo si me voy a quedar con ella. Es la mamá que quiero y la que tendré. Total, en clases, me enseñaron que no todos los papás están juntos. Así que, si no vas a ayudarme, no estorbes.

Sin ganas de discutir sacó el móvil para mandar a buscar algo a la ciudad.

—Vamos te ayudo con eso.

Al rato Renzo le abrió la puerta a Constantino para que entrara y dejara la bandeja en la mesita. Con un grito de Feliz cumpleaños Gianna se sentó en la cama asustada y Constantino explotó el tubo de confeti. Renzo estaba sentado a su lado y esta se dejó caer en su pecho aliviada.

—Me quieren matar es eso.

Constantino le puso la mesita sobre su regazo y la miró expectante.

—Te hice mi propia cajita feliz espero que te guste.

Gia miró la caja con dibujos a mano, de Con. La abrió para encontrarse tres emparedados, un cartucho de palomitas de maíz, una taza de chocolate con churros, tostadas con mantequilla de maní y una porción de pastel de durazno.

—Sí que te esmeraste, enano.

—Papá ayudó, Además, mereces lo mejor. —asintió con los ojos cerrados para darse la razón. Y Gianna lo tomó de la mejilla dándole besos por toda la cara.

—Ay Jirafa, para de babearme. —se quejó entre risas.

Los tres se sentaron en la cama y compartieron el desayuno porque a pesar de que aquello no era demasiado, a Gianna le gustaba desayunar con ellos y compartir travesuras.

Finalmente llegó lo que Renzo había encargado y se lo guardó hasta la noche. Había hablado con Camila para que se llevara al niño y tener la casa para ellos solos.

Stiletto VendettaWhere stories live. Discover now