Capitulo diecisiete.

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Yo era mitad británica y mitad monegasca, bailar se suponía que no estaba en mi sangre porque cualquiera que pensaba en mis raíces pensaría que bailaba de lado a lado sin ningún chiste, pero realmente me gustaba hacerlo.

Lo disfrutaba tanto como ver un atardecer en Monaco.

—¡Otro! —pedí con euforia hacía el barman quien me servía el quinto trago de tequila. Grite con pasión cuando el líquido raspo mi garganta—, ¡Es hora del espectáculo!

Una canción de reggae de Rihanna sonaba por todos los altoparlantes.

—¡Vamos Jamie, demuéstrale a nuestras amigas como bailas! —mire a Margaret llena de risa antes de subirme a la barra—, ¡Vamos nena!

Me acosté boca abajo, haciéndo una tipo lagartija pero moviendo mis caderas. Pude sentir como Margaret golpeaba con fuerza mi trasero para alentarme más y cuando me puse de nuevo de pie, baile contra un pilar como si fuera un tubo de striper, bajando lentamente viendo como Lando tiraba falsamente unos billetes en mi dirección mientras que Charles tenía furia en sus ojos.

—¿Cómo dice? ¡All i see is sings, All i see is dollar sings! —grite con fuerza con el coro de algunas más personas que bailaban de la misma forma que yo—, ¡Charles deberías de presumir a tu mejor amiga bailarina!

—¡Ya vamonos! —negue, alejándome de sus manos cuando intentaron apartarme—, ¡Ven aquí!

Me reí mientras me tiraba encima de Lando para que me ayudara a bajar de la barra, esta vez yendo hasta un grupo de chicas y chicos que bailaban ahora Anaconda de Nicky Minaj.

Charles de nuevo quiso llegar hasta mi pero me escabullí entre la multitud de gente que bailaba en el espacio. Como una niña pequeña haciendo travesuras, me escondí entre las personas y cuando escuché su voz de desesperación entre la gente que no lo dejaba pasar agité mi mano para que me viera, diciéndole adiós antes de salir del lugar.

Margaret ya me esperaba dentro de un taxi y cuando subí, apenas y pude ver a los chicos con sus caras incrédulas, saliendo por la puerta de enfrente.

Estaba demasiado enojada porque no estaban ahí porque les preocupáramos, estaban ahí porque sus desesperaciones de mantenernos bajo su radar de celos estuviera tranquilo.

Conocía a Charles, quizá cuando estuve cegada en que no me amaba confundía sus celos como de mejor amigo pero ahora me daba cuenta de que era porque no podía vivir sabiendo que estaba fuera de su vista, controlando mis acciones.

Desde nuestro balcón pudimos verlos llegar totalmente cansados de caminar. Los había llevado al lugar lejos de la ciudad, donde solo podías salir de ahí en un taxi que tenías que pedir una hora antes, porque no todos podían llegar hasta allá.

—¿Nos pasamos? —Margaret preguntó, mientras se servía más champaña cortesía del hotel—, como sea, se lo merecen. Lando todo el maldito viaje estuvo molestando con que le mandara mí ubicación en tiempo real.

—No pensé que Lando fuera tan controlador —comenté con el ceño fruncido—, tiene pinta de ser muy relajado.

—Amiga, parece que te hace falta conocer hombres. Los peores son los que parecen tiernos, callados y altamente buenos en la cama —rodó los ojos, antes de apagar su cigarrillo en el cenicero— ¡Largo pilotos de cuarta!

—Iré a abrir —anuncié, riéndome por su rostro de mal humor.

Me sorprendía tanto que Lando fuera de ese modo, es decir, no he tenido una relación seria jamás porque todas me llevaban a Charles y a su comparación, así que todo lo que conocía en relación a amor y parejas era un total tonta.

Claro que en mi rebelión cuando salí de casa, fue diferente y me bese tantos hombres que ni podía contarlos con los dedos, con el sexo si eran contadas porque siempre me alejaba cuando alguno no llevaba condones y eran la maldita mayoría.

—¿Qué hacen aquí? ¿No deberían de estar disfrutando más de la fiesta? —mordí mi labio para ocultar mi diversión—, ¿Qué pasa Lando, no le pediste por octava vez la ubicación a Maggie?

Ambos avergonzados, bajaron la cabeza y yo solo chiste la lengua.

»Es mejor que se vayan a dormir.

—Pero... —ni siquiera escuche a Charles cuando cerré la puerta en sus narices— ¡Abre la puerta!

—Si no se van, llamaré a recepción —dije sin importancia, acostandome en la cama.

Me divertía la situación, porque me hacía sentir relativamente importante de nuevo. Pero regresando al pasado donde Charles Leclerc no figuraba en mi vida, ser libre y sin presiones era más divertido que estar ansiosa porque ni el ni mi padre me encontraran.

Aunque hay que admitir que ver a Charles enojado mojaba mis bragas, pero todos modos ya no estaba para escenas innecesarias de celos.

La mañana siguiente cuándo bajamos a desayunar al buffet del hotel, Margaret y yo nos servimos mucha fruta y jugo, pues queríamos ir a tomar el sol en la playa y tal vez comer algo cerca.

Volvimos a escabullirnos, pero justo cuando estábamos esperando el taxi en recepción un bonito Ferrari apareció en la entrada y solo pude suspirar cansada.

—Esto no es cierto —gruño con enojo Margaret, acercándose a Lando quien tenía un McLaren gris—, juro que voy a matarlo.

Completamente enojada nos acercamos a los chicos que estaban apoyados en las puertas de copiloto, jugando ambos con las llaves de sus autos.

—Hola chicas, ¿las llevamos a algún lado? —Charles me miro, por encima de sus lentes que había bajado un poco en el tabique de su nariz y yo solo rode los ojos—, sube, te mostraré un buen lugar.

—En realidad ya tenemos planes, gracias por su preocupación —les di una falsa sonrisa a ambos, tirando de Margaret para caminar hasta el taxi.

—¡Oh, vamos Jamie! ¡Aunque quieras huir vas a casarte conmigo! —la risa de Charles me hizo reprimir una sonrisa.

—Con esto que estás haciendo, yo creo que la boda se retrasa hasta junio del 2028 —mande un beso hacía el de manera sarcástica.

Cuando llegamos a la playa, mi amiga y yo organizamos todo y empezamos a tomar el sol de manera sincronizada, mientras tomábamos jugo de manzana pues no queríamos alcohol.

—¿Qué demonios? —grite cuando sentí una mano en mi trasero, apretándolo con fuerza por lo que con mi puño listo golpee a Charles directo en la nariz—, ¿Qué rayos te sucede, Leclerc?

—¡Jamie, que buen derechazo! —Lando apenas pudo decir ante su risa estruendosa, tirandose a la arena y golpeando sus pies con el piso.

Yo solo podía tratar de salvar a Charles quien estaba derrotado en el piso, de manera dramática. Sabía que estaba fingiendo estar desmayado porque una sonrisita se le asomaba en los labios, por lo que con tranquilidad me acerque a su rostro.

—Para la otra que quieras tocarme el trasero, primero asegúrate que no esté distraída —bese sus labios cortamente, antes de ponerme de pie—, bien, iré a jugar voleibol y tirarme a la arena para que los sexys jugadores me rescaten.

Empecé a trotar hasta donde estaban las chicas jugando, sabiendo que Charles venía detrás mío, totalmente enloquecido.

—¡Oh mi pie! —me tiré al piso dramáticamente, burlándome con la mirada hacia Charles, este solo me miró amenazadoramente antes de caminar en mi dirección—, ¿Quien podrá salvarme?

—¿Estas bien, linda? —lo que necesitaba.

Un chico que me recordaba a Vettel me cargó en brazos y no perdió la oportunidad para tocarme el trasero cuando me dejo sentada sobre una roca que había cerca. Le agradecí con una sonrisa inocente.

—Gracias por traerla hombre, pero ahora yo me encargo de mi prometida —Charles con toda la intención lo aparto, arrodillándose frente a mi.

—¿Tu no eres Charles Leclerc? ¡Soy tu fan! —el chico rubio grito con alegría.

Charles y yo supimos que todo se había estropeado.

I HATE - Charles LeclercWhere stories live. Discover now