Experimento de medianoche

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Tres más se sientan: uno habla mucho, el
segundo apesta a prostituta y el tercero no es tan desagradable, así que sin tantas vueltas le doy luz verde. Nos llevan a la tarima y nos ponen frente a frente, trato de espabilar para aclararme la vista cuando encienden el reflector, no tiene mal aspecto, es igual de alto que yo, de pelo negro y con ojos miel.

—Hola —Extiende la mano y me fijo en el anillo de casado.

Es un idiota, bajo y varios hombres se empiezan a acercar a mi mesa. Supongo que será porque me vieron debajo el reflector. Trato de repetir el ejercicio, pero lo que me encuentro son ebrios maleducados y groseros. Mi botella se acaba y mi estado de ánimo no mejora.

El piso se me mueve cuando me levanto, siento que estoy poniendo demasiados pretextos para esto, se supone que subí por sexo y me estoy fijando en otros aspectos, la gente es feliz porque coge y ya, sin tanta arandela. Pido otro trago en la barra. Eso es lo que tengo que hacer: dejarme de excusas, tomar la iniciativa y ya está. Me empino el trago, me limpio la boca y, de pronto, me invade un arrebato que hace que me lleve por delante al primer hombre que se me cruza.

Está oscuro y no sé cómo lo llevo contra la pared, pero le clavo la mano en el pecho.

—¿Quieres follar?

Le tapo la boca para que no hable.

—¡Niega o asiente! —exijo—. No quiero oír tu voz ni saber de tu vida —parezco una maldita loca—, solo quiero taparme los ojos con esta jodida pashmina, que me lleves donde mejor te parezca y me des hasta que me corra.

Me sorprende la crudeza de mis propias palabras.

—¿Aceptas o no?

Tarda, pero asiente y me quito la pashmina que cargo en el cuello, se la tiro en la cara y me doy la vuelta para que me la ponga en los ojos. Es más alto que yo y huele bien.

Me agarra de la mano y me saca a trompicones del lugar. La falta de luz termina de marearme, tomo su brazo y escucho que abren la puerta de un coche.

Soy netamente consciente de que puedo estar en manos de un psicópata, pero nunca salgo sin mi arma y sé defenderme. El motor se pone en marcha y recuesto la cabeza en el asiento.

Recupero la conciencia cuando me abren la puerta. Camino de la mano del extraño. Siento que estoy en una esfera untada de aceite con todo lo mareada que estoy. Entramos a un espacio cerrado, deslizan una reja y temo que me haya traído a alguna carnicería.

El piso se sacude, luego se queda quieto y empieza a subir: es un elevador. Respiro hondo, el extraño no pierde el tiempo y empieza a frotarme la erección en el culo en lo que estamos adentro, magrea mis tetas y me da un beso en el inicio de la espalda.

Vuelve a deslizar la reja y me arrastra con él. Abre una puerta, subimos una escalera y empiezo a desvestirme cuando me invade el calor de la calefacción. Arrojo los tacones y me quito las bragas. Doy por hecho que estamos en una habitación y a tientas empiezo a buscar la cama.

No me molesto en quitarme el vestido, simplemente me lo levanto y siento sus manos cuando me impide que me acueste.

El tacto es suave cuando me acaricia el brazo y me pega a su torso; no tiene barriga de camionero ni nada parecido. Se aferra a mi cintura y pone la mano en el centro de mi abdomen, respira en mi oído y levanta una de mis piernas.

La erección promete, maltrata y él sabe contonearse. Pasa los dedos por la cara interna de mis muslos y apresura los dedos a mi coño, consiguiendo que dé un leve salto cuando toca mi zona sensible; lo hace bastante bien. Trato de respirar por la boca y manda la otra mano a mi pecho metiéndola bajo la copa de mi sostén.

Extras Pecados Placenteros (Eliminados)Where stories live. Discover now