Emily y Christopher

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24 de febrero del 2009, La Toscana, Italia.

Siete años atrás.

Christopher

Las reuniones de los Mascherano suelen causar temor en todo el mundo, tanto que los empleados se mantienen callados y los prisioneros intentan esconderse a como de lugar.

Es mi quinto mes aquí y nada está siendo como me lo imaginé. Creo que me equivoqué, mi orgullo no me deja reconocer que tomé una mala decisión, tampoco es que tenga opción de volver. Seguramente me meterán preso cuando salga del país italiano.

Ignoro los gritos de los nuevos prisioneros concentrándome en la comida que me acaban de servir.

—Buen provecho señor Morgan —me dicen.

—A decir verdad, no soy un señor todavía —le sonrío a la mujer frente a mí— Acabo de cumplir dieciocho años.

Se le arruga la comisura de los ojos cuando se ríe.

—A las damas no se les corrige...

—No eres una dama, eres una niña...

—Perdón fósil prehistórico, eres mayor que yo por un mes.

—Sabes cuándo cumplo, eso me suena a loca enamorada —le guiño un ojo.

—¿Interrumpo algo? —Antoni entra descomponiendo la cara de Emily.

—No —respondo al ver que se ha quedado muda— Solo cenábamos.

No bromea ni dice nada, solo come en silencio llevándose cucharadas rápidas a la boca.

—Despacio, Emily —le dice su hermano— Puede caerte mal la comida.

Le lanza una mirada de odio antes de levantarse de la mesa. Cada vez que lo ve adopta la misma actitud.

—Que tengan buena noche.

Antoni le sujeta el brazo cuando pasa por su lado.

—Te traje varios presentes de Milán, ve a mi habitación cuando tengas tiempo.

—Su padre la está buscando —Fiorella, su mejor amiga, se asoma en la esquina del comedor.

Emily aparta la mano de su hermano siguiendo a su amiga.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta Antoni.

«Como una mierda»

—Bien —miento— Poco a poco me voy adaptando.

—Me alegra. La próxima semana iremos de caza por Latinoamérica, vendrás conmigo ya que tengo muchas cosas que enseñarte.

—Pensé que Brandon se encargaría de eso.

—Brandon debe prepararse para tomar el lugar de mi padre.

—Entiendo.

Se concentra en la carne de su plato.

—¿De qué hablabas con Emily?

—De nada, solo me estaba saludando.

Deja caer los cubiertos.

—No vuelvas a hacerlo, a mi padre no le gusta.

—¿A tu padre o a ti?

No sé a quién intenta engañar, es obvio que le molesta que hable con su hermana.

—No debes hablarle mal a tu jefe.

—No eres mi jefe, se supone que somos socios, por eso accedí a venir. De lo contrario me hubiese quedado en Londres soportando el control de Alex.

Extras Pecados Placenteros (Eliminados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora