16 | Al día siguiente

Start from the beginning
                                    

«La gente ahí fuera busca a personas con aspiraciones. ¿Por qué iban a fijarse en alguien como tú, que no tiene ningún propósito en la vida más que meramente existir?»

Puede que, a fin de cuentas, Mike tuviera razón.

No intercambiamos ni una palabra más durante el resto del trayecto.

Cada vez que recuerdo que yo estuve a punto de pedirle que lo intentáramos, me siento patética. Humillada

Tan triste que me cuesta horrores sonreír cuando llegamos al pueblo y Hanna sale con Niko a recibirnos y preguntarnos cómo nos lo hemos pasado.

Y tan enfadada que me dedico a evitar a Connor durante los cuatro días siguientes.

No me puedo creer que me haya hecho esto.

Que yo haya dejado que me haga esto.

¿Es que nunca voy a aprender la lección?

—Menudo imbécil —refunfuña Nora el viernes por la tarde, cuando estamos las dos a solas en mi habitación; ella tumbada a los pies de la cama y yo sentada con la espalda contra el cabecero—. Te diría que te liaras con su hermano si no fuera porque lo conozco y sé que es todavía más gilipollas.

Al otro lado de la pantalla del ordenador, Leah frunce los labios con tristeza. Adoro a Nora, pero Leah y yo somos amigas desde hace mucho más tiempo. Sabe leerme mejor. Quizá por eso llevo días temiendo que llegase el momento en el que pudiésemos cuadrar nuestros horarios para hablar del tema.

—Siento mucho lo que ha pasado, Maeve. Sé que ese chico te gustaba de verdad y, si te soy sincera, no consigo entender por qué diablos lo ha hecho.

Noto una punzada en el pecho.

—No pasa nada. De todas formas, solo nos enrollamos una vez. No es como si me hubiera hecho ilusiones ni nada de eso. —Intento sonreír, aunque la mentira me ha dejado la garganta en carne viva—. Lo superaré.

Por la forma en que me mira, sé que no me cree.

Yo tampoco me lo creo.

La vida en la casa es difícil ahora que Connor y yo nos dedicamos a fingir que el otro no existe. El día que volvimos de Nuuksio, me puso enferma ver cómo sonreía a sus padres y actuaba como si todo fuese bien solo para no preocuparlos. No tardé en darme cuenta de que, en realidad, eso es lo que hace siempre. Finge. Miente. Actúa. Es un experto en esas cosas. Ojalá pudiera decir lo mismo, pero yo no soy así. La única solución que encontré fue empezar a intentar no coincidir con él. Ahora alargo mis jornadas en la academia y mis tardes en el parque con Niko. Me pregunto si Hanna y John habrán notado que últimamente nunca llego a tiempo para cenar. Solo de pensar en tener que sentarme en la misma mesa que Connor y hacer como si nada después de lo que pasó entre nosotros me entran ganas de vomitar.

Lo echo de menos. Y lo digo en el sentido más inocente que existe. No echo de menos sus besos ni lo que fuimos en ese coche porque eso solo duró unas horas. Echo de menos hablar con él. Reírnos de cosas sin sentido. Sus bromas en el desayuno, su manía de mantener el misterio con todo lo relacionado con la lista, sus ideas alocadas, su forma de tomarse la vida. Antes de lo que pasó el sábado, éramos amigos. Echo de menos eso.

Y me da miedo que hayamos podido cargárnoslo sin querer.

—¿Has vuelto a hablar con él? —inquiere Leah.

«No.»

«Me da miedo.»

«Ni siquiera sé qué decir.»

—No creo que haya nada de lo que hablar.

—Podrías tirarte a uno de los amigos de Sam —sugiere Nora—. Te presentaré a uno guapo.

Todos los lugares que mantuvimos en secreto | 31/01 EN LIBRERÍAS Where stories live. Discover now