° Veintiséis °

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Hazel

Dejé de llamar a Aidan, dejé de escribirle y dejé de buscarle. Me rendí, ya no iba a insistir más en él. Si quería desaparecer, dejar las cosas así entre nosotros, está bien. Ya no me importaba.

Mejor dicho, haré como que ya no me importa. Me seguía doliendo que pasara de mí, pero después de tantas llamadas y una dolorosa cachetada con la realidad, entendí que si él no me buscaba, es que en realidad no le importaba lo suficiente como para escucharme. Y yo ya me cansé de buscarlo.

Me gustaría decir que después de caer en ese hecho las cosas mejoraron, pero no, siguieron igual pero yo estaba más... triste, triste por entender de una vez por todas que a Aidan yo no le importaba lo mismo que él me importaba a mí.

Entonces vino mi estado de depresión.

¿Era absurdo estar triste por un chico? Totalmente, sin embargo, las cosas del corazón no podemos controlarlas.

Perdí la cuenta de los días que habían pasado. Solo estaba conciente de que mi ánimo cada vez se volvía más del carajo. Literalmente mis días se basaban en: ir a clases y a mí turno del MediaLuna Café, porque ni siquiera podía distraerme con los ensayos de la obra de Savannah ya que tuvieron que cancelarlos durante un mes porque ella se había enfermado, su protagonista masculino tenía asuntos más grandes y querían darle el chance de arreglar su horario y parte del elenco y de los chicos de tras bastidores estaban ocupados con asuntos escolares.

Así que, justo ahora, mi vida se resumía a deprimirme por un idiota.

Que bajo he caído.

Ahora estaba terminando de hablar con Ally, mi compañera para el cortometraje de la clase de técnica literaria del drama. Me comentaba que ya había visto parte de la caricatura que Bea estaba haciendo y que estaba quedando bien, también me preguntó si podríamos reunirnos en estos días para hacer las grabaciones de nuestras voces para incluirlos al corto.

—Claro, solo avísame el día y el lugar y ahí estaré —dije, acomodando mi mochila sobre mi hombro.

Ally sonrió.

—Perfecto, te estaré escribiendo pronto, ¿Va? —asentí en respuesta y con una última sonrisa, se alejó por el pasillo contrario al que yo iba.

Suspiré sintiéndome cansada, quizá mi cansancio se debía por el insomnio que había estado teniendo los últimos días debido a cierto pelirrojo que he querido sacarme de la cabeza y que se a negado a salir de ahí.

Incluso así es un necio y terco.

Como ya no insistí más en llamarlo, no he sabido nada de él, y eso que he visto a Evan, Bea, a Lyla he incluso a Andy, pero no me he animado a preguntar por él. Tenía miedo que me dijeran algo que se a estado repitiendo en mi cabeza últimamente: que él no la está pasando tan mal como yo. Que para Aidan, mantenerme fuera de su vida es lo mejor y le daba igual.

Hay cosas del amor que simplemente son jodidas. Odiaba ese sentimiento amoroso que persistía dentro de mí, ese que se negaba a ir porque mantenía la esperanza de que Aidan en cualquier momento se aparecería frente a mí puerta sonriendome y diciéndome que quería estar conmigo. Lo odiaba lo suficiente porque sabía que no solo era un simple gustar, era un estúpido enamoramiento al chico que pasaba de mí. Estaba siendo masoquista, y una parte de mí lo entendía, pero la otra lo disimulaba con la esperanza.

Otra parte de mí, la más racional, solo quería que me dieran un guantazo, fuerte y preciso en la mejilla, a ver si así dejaba de ser tan estúpida.

Dejé un mechón suelto de mi cabello detrás de mí oreja y me di la vuelta sobre mis pies, empezando a caminar hacia la salida. Camille me había pedido que en cuanto mis clases terminen, fuera hasta el apartamento ya que tenía una sorpresa para mí. La idea más próxima que me hacía era que me regalaría una planta. Mi mejor amiga tiene la idea de qué las plantas son el mejor regalo del mundo he insiste en regalarmelas aún cuando una vez se me secó un cactus.

Solo Me Importas Tú [Loved #2] ✅Where stories live. Discover now