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Symphony  No. 40 in G Minor, K. 550: II. Andante — Mozart
19 de agosto • Part I

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La dulce melodía llegaba a mis oídos, alabando mis sentidos. Mi abuela me inculcó desde muy pequeño la cultura musical, aún recuerdo con claridad mis primeras clases.

Tiempo después no volví a retomarla pero ese hormigueo en los dedos nunca se fue. En un pueblo tan pequeño y tradicional no siempre hay espacio para todo, ese fue el caso.

Ella empezó a envejecer y no pudo seguir enseñando, lastimosamente nadie a mí alrededor quería —ni podían—  enseñarme así que lo dejé de lado. Fueron escasos los momentos en que volví a ese punto, la mayoría era por petición de mi abuela pero este no era la ocasión.

El compás de cada nota acompañaba la soledad del pequeño estudio. Nunca fuí el mejor pero sabía que tenía talento, algunas veces me pregunto, ¿Cómo serían las cosas si hubiera tomado ese rumbo? Qué tan diferente sería mi vida si me hubiera dedicado a salir de mi zona de confort y ver el mundo con la perspectiva de una promesa del piano.

Supongo que eso no lo sabremos.

Hoy es de esos días donde él ambiente es más rápido que tú cuerpo. Por alguna razón me siento lento y perdido entre la gente, no he dormido muy bien así que lo voy a dar atribución a eso.

Dentro de unas horas termina la jornada escolar y podré irme a casa. El pequeño pensamiento llega a mi cabeza y por accidente confundo las notas, arruinando la tonada.

— ¡ Maldición ¡ –no soy muy bueno manejando la frustración ante un error, he de admitir eso–.

Por algo me volví artista y no músico.

— No entiendo porqué te molestas si igual sonó muy bien. A mí me gustó mucho.

No reconocí la voz de inmediato. Me voltee y pude vislumbrar su silueta. Era alta, inclusive más que yo y decir eso ya era bastante.

1,80 como mínimo.

— Perdona la pregunta pero ¿Quién eres? –no era mi intención sonar tosco pero fue inevitable –.

— En realidad no nos conocemos, bueno, yo si a tí pero tú no a mí.

¿Stalker es Qué le dicen los jóvenes? 

— Antes de que yo haga conclusiones erróneas de tú tétrica respuesta, Explícate mejor.

Ella ríe nerviosa y cuidado sus pasos se acerca, tomando asiento en uno de los taburetes cercanos a mí.

A esa distancia si puedo detallarla. Si la conozco pero nada más de vista, es la misma chica de la cafetería.

— María, un gusto.

Ella extiende su mano y yo por simple cortesía la acepto en un saludo formal pudiera decir. Su mano estaba caliente y por ende la quité con una pequeña sonrisa.

— Adam, Adam Heffling... El gusto es todo mío.

— Lindo nombre. Te he visto por los pasillos y compartimos clase con Samantha en fotografia creativa, pensé que tal vez pudiéramos ser amigos, ¿Qué te parece?

Eso fue algo inesperado. De todos los escenarios posibles ese no estaba en las posibilidades, la oferta no sonaba mal aunque no me convencía.

No me juzguen.

Soy humano y creo con fervor que ninguna propuesta es completamente Buena.

— Claro, no tengo problema en eso –pase una mano por mi cabello arreglando algunos mechones rebeldes que salían de su lugar al tener la cabeza baja–, ¿Te vas a quedar un rato más?

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⏰ Last updated: Jul 30, 2023 ⏰

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Memorias Divertidas de Adam Heffling ©Where stories live. Discover now