Un reencuentro complicado

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Tras la salida de Castilla, Leoric tuvo que enfrentarse a sus tripulantes, ya que estos no querían que el vicealmirante fuera el que buscara las rutas comerciales, pero Leoric les aclaró que iban a buscar más que rutas para el comercio de Castilla. Esto tranquilizó a los tripulantes por un tiempo.

Cuando un joven marinero muy cercano, Fernando Gutiérrez, le preguntó a Leoric a dónde irían, ya que esas direcciones ya eran muy comunes, el vicealmirante respondió: "Iremos a ver a mi mejor amigo, él es un inglés y le hice la promesa de buscar juntos nuevos territorios." Esta respuesta no les gustó a los tripulantes, quienes empezaron a reclamarlo porque él sabía que no podían ir a tierras inglesas; sin embargo, Leoric estaba decidido. Tanto era el enojo de los tripulantes que incluso uno quería atacarlo, pero Leoric, demostrando sus habilidades que había ganado por un arduo servicio de 12 años, sometió a su tripulante y le dijo: "No entiendes que este sueño que quiero alcanzar requiere de una persona especial para mí. Solo quiero que confíen en mí, porque estoy seguro de que esos territorios desconocidos estarán llenos de riquezas."

Los tripulantes ya respetaban a su vicealmirante, pero les preocupaba que aún no habían llegado a Inglaterra. Leoric les dijo que ya estaban muy cerca de Inglaterra. Días después, ocurrió una tormenta tan fuerte que movía el barco de lado a lado sin parar. Leoric estaba muy preocupado por lo que estaba sucediendo, pero recordó que el almirante Ruy le había enseñado cómo sobrevivir en una tormenta, y puso en práctica sus enseñanzas, lo cual funcionó. Ese día no lo olvidaron, ya que estuvieron cerca de morir y con el miedo de que cayera un rayo en pleno viaje.

Estando a pocos kilómetros de llegar a Inglaterra, un fuerte sonido se escuchó en el aire, parecía ser el gruñido de algo o alguien, pero era tan poderoso que podría compararse con el rugido de un león. Los tripulantes se pusieron en alerta, mirándose unos a otros con desconcierto y temor. Los rumores se esparcían rápidamente entre la tripulación, y las mentes de los marinos se llenaron de imágenes aterradoras.

Fue entonces cuando levantaron la vista al cielo y presenciaron una visión sorprendente y aterradora: una figura majestuosa volaba sobre ellos, cerniéndose en el firmamento como un guardián de las alturas. Era un dragón, una criatura mítica que solo había sido vista en historias y leyendas. Sus escamas brillaban bajo los rayos del sol, y sus alas batían con fuerza, manteniéndolo en el aire con una elegancia sobrenatural.

Los corazones de los marineros latían desbocados ante semejante espectáculo. Algunos murmuraban oraciones en busca de protección, mientras que otros simplemente se quedaban atónitos ante la magnificencia y terror que se desplegaba sobre ellos.

Leoric, aunque también se sorprendió, mantuvo la calma, recordando que una vez había escuchado hablar de la presencia de dragones en estas aguas, en viejas leyendas de los pueblos costeros. Pero esta era la primera vez que veía a una criatura así con sus propios ojos. Sabía que debían actuar con astucia y rapidez si querían protegerse y continuar con su misión.

El dragón, aparentemente curioso o tal vez amenazado por la presencia del barco, se acercó aún más, lanzando rugidos que resonaban en el corazón de los hombres. Algunos tripulantes, presa del pánico, sugerían abandonar el rumbo hacia Inglaterra y escapar a toda prisa. Pero Leoric, mostrando su temple de líder, decidió enfrentar la situación de manera audaz.

Ordenó a todos los tripulantes que se mantuvieran alerta y preparó una estrategia arriesgada pero ingeniosa. Llamó a Fernando que tenía destreza con el arco y le entregó una flecha especial que había sido imbuida con fuego. Con nervios de acero, el joven apuntó al dragón mientras este planeaba en círculos sobre ellos.

Leoric dio la señal y el marinero disparó la flecha ardiente con precisión. La flecha se elevó en el aire y dejó una estela de fuego mientras se dirigía hacia el imponente dragón. El impacto provocó un estallido de chispas y el dragón, sorprendido y algo herido, se retiró momentáneamente.

El vicealmirante aprovechó esta oportunidad para dar órdenes rápidas. Guió al barco hacia una estrecha y sinuosa ruta costera, buscando refugio entre grandes rocas que emergían del mar. El dragón, aún furioso y confundido, intentó seguirlos, pero su tamaño y envergadura le dificultaban maniobrar entre las rocas afiladas.

Finalmente, el dragón chocó contra una de las grandes rocas, produciendo un estruendo ensordecedor. La tripulación contuvo el aliento mientras observaba cómo la criatura alada caía al mar. El impacto amortiguó su furia y, finalmente, el dragón se alejó volando hacia lo lejos, desapareciendo de su vista.

La tripulación celebró con alivio y admiración el arrojo de Leoric y la habilidad del joven marinero con el arco. Con un nudo en la garganta, el vicealmirante rindió homenaje a la majestuosidad del dragón y agradeció a la tripulación su valentía y lealtad. Aquel encuentro con la criatura mítica quedaría grabado en sus mentes y corazones para siempre, convirtiéndose en una historia que contarían a las futuras generaciones de marinos que se aventuraran en esos mares desconocidos.

Las felicitaciones pararon cuando el vicealmirante pudo observar Inglaterra y dijo: "Al fin llegamos, señores, Inglaterra está delante de nosotros". A ellos no les quedó de otra que sonreír, aunque por dentro estaban maldiciendo a su vicealmirante y esperando que fuera a ver a su amigo rápido para irse de una vez por todas. Los tripulantes eran muy conservadores, a tal punto que odiaban a los ingleses, Leoric sabía esto, pero los pondría en su lugar. Él terminó con esa tensión diciendo: "Ya estamos muy cerca de Inglaterra, así que les pido respeto".

El portal del nuevo mundo: Un viaje a lo desconocido.Where stories live. Discover now