"Después de 12 años te vuelvo a ver; el único vínculo indirecto, nuestro hijo..."
Jungkook tenía muchas razones para odiar a Taehyung, pero cuando lo encuentra como su alumno en campo, simplemente pierde la razón, dejándose llevar por aquel sentimie...
—Jimin trajo a casa a su mejor amigo; pasaremos unos días acampando lejos de la ciudad. Se lo prometí la última temporada libre que tuvimos, tú sabes cómo es Jimin.
—Hum, de no ser porque se nota a kilómetros que lo amas, diría que te ha embrujado; aunque si lo vemos por otro lado, él realmente es de buen ver.
—Cierra la boca, estás hablando de mi chico. —El general sonrió esquivando la munición que Suga le lanzó a la cabeza. Eran amigos inseparables, por lo que sabían de la vida del otro en todo aspecto: los problemas que tenían como esposos, las esperanzas que ponían en tener su propio bebé; y por parte de él, las inmensas ganas que tenía de no formar una familia, de no tener una relación, de olvidar que en su momento amó con locura a alguien y le rompió el corazón.
—¡Sargento!... Una alarma de activación de protocolo rescate se activó muy cerca de su casa; en una comisaría.
—¡Mierda! Ese es mi esposo, me tengo que ir ahora mismo.
—¡Espera, voy contigo! —Los dos salieron a prisa manejando la camioneta y detrás las patrullas que siempre los acompañaban como protección. Al cabo de 25 minutos, la comisaría estaba rodeada y los detectives eran fuertemente reprendidos.
—¿Tienes idea de a quién tienes en la celda? Maldita sea, de todo lo que tenías que hacer, esto es lo que no debiste, y seguramente lo maltrataste y lo tachaste de drogadicto.
—Señor, no tenía idea de que era de la armada.
—Cierra la boca, estamos en problemas por tu culpa.
Entonces entraron, a paso firme y haciendo resonar los talones en el piso de madera: dos hombres altos, corpulentos, uno más alto que el otro, con el arma atravesada en el pecho, haciendo una reverencia cuando entraron; el silencio reinó en el lugar.
—¡Señores! Por favor, tomen asiento. —Los dos marines se quedaron en silencio sin decir más; entonces el comandante de policía asumió que querían ir al grano. —Fue un completo error de parte de mis detectives.
—Señor, no estoy aquí para discutir sus errores; venimos por la persona que tienen en este lugar, lléveme a donde está.
—Ve a ver cómo se encuentra; yo me encargo de lo demás.
"Con miedo", así era cómo el comandante caminaba a las celdas, porque en lugar de dejar a Jimin en la sala de interrogación, lo metieron a una celda pensando que era cualquier hombre ebrio y mentiroso, presa de su delirio por las drogas. Avanzaron hasta la celda, y dando la orden abrieron la reja.
Jimin se abrazaba a sus piernas, llorando en silencio, recordando una y otra vez la escena donde se llevaron a Tae, mientras él no pudo hacer nada más.
—Déjenos solos.
—Señor, no podemos hacer...
—No fue una pregunta; ¡fue una orden! ¿Quieres añadir a esa lista de reglas infringidas el pasar mi autoridad?
—Lo siento, señor. —El hombre y los policías salieron del lugar.
—¡Amor! —Jimin giró a verlo, con su traje blanco perfectamente arreglado, estirando sus brazos a él; no hizo más que levantarse y correr a abrazarse a su cuerpo, levantando sus piernas hasta su cintura y llorar amargamente. —Estás bien, estoy aquí. —Divago en las demás celdas buscando al pequeño Kim, pero al no verlo, lo entendió todo; una furia en su interior se encendió. No había lugar donde alguien que hacía llorar a su esposo se escondiera, porque era un hecho: él, Jin, y Jeon lo encontrarían.
—Se lo llevaron, Yoongi, se llevaron a mi oso; ayúdame a encontrarlo.
—Amor, amor... Primero, cálmate y explícame qué pasa.
—Su código de alarma se desactivó; ya pueden volver a trabajar. —El hombre uniformado tecleó más códigos y algoritmos y entonces obtuvo la información que necesitaba: los registros del club, los videos de las calles y los nombres de los que se tenían registro.
—Señores, sin duda llegará a su correo personal esta grosería que hicieron; en lugar de tenerlo alejado de las celdas, solo hicieron que se preocupara más. Ese chico es de la armada. —El capitán giró sus ojos a los hombres que eran fuertemente reprendidos y, mordiendo su labio con un aro metálico incrustado en ellos, añadió, callando al comandante de policía.
—¡No solo ellos, señor Yang! ¿Tienen idea de quién es ese chico en la celda? Seguro que de saberlo estarían de rodillas pidiendo su perdón; es el esposo del sargento 616.
Su sonrisa era tan malditamente hermosa, que el solo verle era grosero no amarle. El azabache más codiciado en el lugar donde estaba, maltratado por una mujer que lo engañó cruelmente y lo dejó a la deriva cual barco en alta mar, se dijo a sí mismo que jamás volvería a confiar en una pareja sentimental, pero si en su camino estaba el amar a una mujer u hombre, los haría sufrir igual que a él lo hicieron ver su suerte en el amor; si es que soportaba algo así, sin duda se casaría con ese hombre y/o mujer; pero qué persona soportaría tantas infamias en el amor.
—Jeon, salgamos de este lugar. —Jimin estaba abrazado a su cintura; cuando vio a Jeon, bastó una mirada para correr y abrazarse a él.
—Oh, pequeño, lo siento mucho; salgamos de este lugar. —Salieron y lo subió al auto, mientras Suga firmaba los papeles en recepción y salía de ese lugar; una vez en carretera, él solo escuchaba lo que Jimin le decía a su esposo: "Adorables", así los veía juntos.
—Entonces Tae regresó por mí; no dejó que me llevaran; mientras que yo solo... —Se quebró de nuevo en llanto y Jeon y Suga intercambiaron miradas y señas: "suficiente, déjalo en paz", "necesito más información", "no lo presiones", "solo vamos a casa", "bien".
Una hora más tarde, Suga se desplomó al lado de su amigo en el sillón, tomando un trago de su wiski y pensando en la situación.
—¿Cómo está?
—Está mal, Kim Tae es todo para Jimin, no hay nadie más en la vida de mi esposo que ese pequeño; lo ama, es su adoración.
—¿Tienes una foto de él? No es legible en los videos. —preguntó Jeon mientras analizaba los datos de la camioneta y los hombres en el video.
—Si espera, por aquí Jimin tiene una foto de ellos juntos. —Jeon no tenía nada que perder, por lo que iba y venía sin importar la hora que fuera; en ese momento el reloj marcaba las 3:00 am, y parecía que estaban a mediodía en la oficina. —Aquí están.
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