|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|

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Presionó los párpados por un momento, intentando bloquear el eco de los sonidos que penetraban en sus sentidos.

Ki ora, señor juez —escuchó decir al guardia frente a la compuerta de phazite—. Despertaré al prisionero.

—¡No es necesario! ¡Estoy despierto! —exclamó Vine'et con voz rasposa.

El soldado golpeó la superficie metálica con fuerza exagerada, haciendo que resonara en el interior del lugar.

El cautivo rodó los ojos con exasperación y se sentó en la cama, observando cómo el Ha ajeno transformaba la puerta sin aberturas, ni rendijas para ver al otro lado, ni perillas para abrirse de manera tradicional. Una sensación de amargura se apoderó de él al ver a su progenitor sonreírle con sutileza.

—Déjanos solos, Jyhus —ordenó el juez Raksh, tosco.

El aludido hizo una reverencia antes de obedecer y se retiró.

Sin pensarlo dos veces, Vine'et se lanzó encima de su padre en un abrazo desesperado; fue recíproco. Raksh acarició la espalda de su hijo despacio. Pronto, realizaron el hongi. Ese contacto, tan íntimo, le proporcionó a Vine'et una calidez embriagadora y un rayo de paz a su alma atribulada.

—¿Has podido dormir? —preguntó el juez con una ligera mueca de decepción al ver los ojos enrojecidos de su hijo.

Vine'et negó despacio. Aunque no le revelaría que era debido a los abusos.

—¿Gustas comer algo? Traje lathandar y bervathas —dijo Raksh, ofreciendo el almuerzo que su amada había preparado.

Los luceros carmesíes del cautivo centellaron de ilusión; no pudo negarse.

Raksh le tendió la sopa caliente y las galletas recién horneadas, deshaciendo el nudo del pañuelo que lo envolvía y dejándolo a un lado de la cama. Sus ojos se colmaron de pequeñas lágrimas al ver a su hijo tan desnutrido y maltratado.

Las mejillas de Vine'et ya no eran como antes, sus brazos estaban delgados y sus clavículas se podían ver con facilidad.

Vine'et devoró la comida con avidez.

A fin de cuentas, no había comido en un largo tiempo.

Por supuesto, le daban alimentos a diario, pero eran porciones pequeñas y apenas suficientes para mantener a los prisioneros con vida, evitando la muerte por inanición. En ocasiones, a él no se le antojaba o su estómago devolvía cualquier alimento.

Al terminar, Raksh decidió abordar el tema que pesaba sobre sus hombros.

Vorel, ¿sabes por qué aún no te han realizado un juicio?

La alegría que Vine'et había logrado recobrar se desvaneció en un soplo. Sus luceros carmesíes se apagaron y una sombra de preocupación cruzó su semblante. Apretó las manos y demostró un gesto de ligero desconcierto en su ceño mientras asentía con lentitud.

—Esperan los resultados que puedan obtener de la prueba analítica, deberían estar por hacerla, ¿verdad? —respondió con voz cargada de ansiedad.

—Sí, lamento que estés pasando por esto. Feliz mayoría de edad, que los ancestros te protejan —dijo su padre con pesar, su voz estaba quebrada y su mirada llena de culpa—. Quise pedir otra prórroga, pero me la negaron. Lo lamento mucho.

Un nudo se formó en la garganta de Vine'et.

Pronto, sintió las manos ásperas y frías de su padre, limpiándole las mejillas, acción que lo sobresaltó. Inhaló despacio y, al hacerlo, se dio cuenta de que lloraba. Con rapidez, se apresuró a secar las gotas saladas con el dorso de las manos varias veces y asintió con tristeza.

|Una memoria perdida|Where stories live. Discover now