CAPITULO 5

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– Ahora que ya están todos presentes – dijo uno de los abogados – empecemos.

Los tres letrados estaban de pie estaban de pie en formación triangular. El que había hablado tenía el mismo pelo moreno, la misma piel aceitunada y la misma expresión confiada que Alisa. Di por hecho que era el Ortega de McNamara, Ortega y Jones. Los otros dos – Jones y McNamara, supuse – Estaban de pie, uno a cada lado.

– Estab ustedes aquí – prodigio el señor Ortega, proyectando la voz para que llegara a todos los rincones de la sala, que no era pequeña – para la lectura de las últimas voluntades de Tobías Tattersall Hawthorne. Siguiendo las instrucciones del señor Hawthorne, ahora mis colegas les entregarán las cartas que dejó para cada uno de ustedes.

Los otros hombres empezaron a desplazarse por la estancia repartiendo sobres, uno por uno.

– Podrán abrir dichas cartas una vez concluida la lectura.

Creí que el abogado delante mío estaba equivocado, pero cuando cogí la carta y vi mi nombre completo escrito a mano, pude notar como me faltaba el aire.

– El señor Hawthorne estipuló que las siguientes personas debían estar físicamente presentes para la lectura de su testamento: Skye Hawthorne, Zara Hawthorne-Calligaris, Nash Hawthorne, Grayson Hawthorne, Jameson Hawthorne, Alexander Hawthorne y la señor Avery Kylie Grambs, de New Castle, Connecticut.

No pude evitar que me abrumara otra vez la sensación de que yo no debía estar ahí. Que no era importante.

– Puesto a que están todos presentes, procederemos. " Yo, Tobías Tattersall Hawthorne, estando en plenas facultades físicas y mentales, decreto que mis posesiones terrenales, incluyendo todos los bienes pecuniarios y materiales, deben entregarse de la siguiente manera – Leyó el señor Ortega.

– " A Andrew y Lottie Laughin, por los años de leal servicio, les lego una suma de cien mil dólares cada uno, además de garantizarles el inquilinato gratuito y de por vida en el chalet Wayback, vivienda situada en la frontera oeste de mi hacienda de Texas"

La pareja que me había estado observando se inclinaron el uno hacia la otra. Sonreí internamente, su presencia no era necesaria y aún así heredaron cien mil dólares cada uno. Podría ser yo la siguiente. Incluso un 3% de lo que ellos habían heredado me cambiaría la vida completamente.

– "A John Oren, jefe de mi escolta, que me ha salvado la vida más veces de las que puedo contar, le dejo el contenido de mi caja de herramientas, que actualmente se encuentra en los despachos de McNamara, Ortega & Jones, además de una suma de trescientos mil dólares."

Podría haberme seguido preguntando infinitamente el porque, así que la pregunta que se repetía en mi mente era cuanto, así saldría de dudas pronto.

– "A mi suegra, Pearl O'Day, le dejo una renta anual de cien mil dólares, además de un fondo para gastos médicos, tal como se expone en el apéndice. Todas las joyas que pertenecieron a mi difunta esposa, Alice O'Day Hawthorne, pasarán a ser propiedad de su madre tras mi fallecimiento, para que ella las legue como considere conveniente llegado el suyo."

La mujer chascó la lengua.

– No os vaya a dar ideas, porque os pienso enterrar a todos.

Sonreí ligeramente ante esa declaración, también lo hizo el señor Ortega, pero le falló la sonrisa al momento.

– "A mis hijas, Zara Hawthorne-Calligaris y Skye Hawthorne, les dejo los fondos necesarios para pagar todas las deudas que se hayan podido contraer hasta la fecha de mi fallecimiento – El señor Ortega hizo una pausa, con los ojos pegados al testamento. – Además, a Skye le dejo mi brújula, para que siempre sepa dónde está el verdadero norte, y a Zara le dejo mi alianza, para que ame de una forma firme y absoluta como yo amé a su madre."

Otra pausa. Pude ver como Skye, Zara y su marido se tensaban cada vez más.

– Continúe – le apremió el marido de Zara.

–"A cada una de mis hijas – leyó con calma el señor Ortega –, además de lo ya estipulado, les dejo en herencia un pago único de cincuenta mil dólares."

¿Cincuenta mil dólares? Mis esperanzas fueron pisoteadas, si a sus hijas solo les había dejado cincuenta mil, ¿que iba a ser de mi? No me conocía de nada.

– Esto es cosa tuya. – Afirmó Zara mirando a Skye.

– ¿Mía? – contestó la mujer incrédula e indignada.

– Papa nunca volvió a ser el mismo desde la muerte de Toby, por favor, le comiste la oreja, ¿verdad, Skye? Le pusiste ojitos y lo convenciste para que no nos dejara nada a nosotras y que así lo recibieran todo tus...

– Hijos – Dijo Skye con la voz gélida – Esa es la palabra que buscas.

– La palabra que busca es "bastardos" – Le corrigió Nash. – Ni que no nos lo hubieran dicho nunca.

– Si yo hubiera tenido un hijo... – Empezó Zara.

– Pero no lo tuviste. – Dijo Skye secamente. – ¿O sí, Zara?

– Basta. Ya lo solucionaremos. – cortó el marido de Zara.

– No hay nada que solucionar, este documento es invulnerable y contiene numerosos elementos disuasorios para cualquiera que sienta la tentación de recusarlo.

Supuse que era la manera del señor Ortega de decir que se callasen de una vez.

– Bien, si me permiten continuar... – El señor Ortega volvió a fijar la vista en el testamento, apretó los labios ligeramente antes de continuar. – "A la señorita Chelsea Grambs, hermana de Avery Kylie Grambs, le lego un pago único de cien mil dólares."

Noté las miradas de los presentes en mí, pero parecían más curiosos que enfadados. Sentí como la respiración se me entrecortaba y la cabeza me daba vueltas. Cien mil dólares.

– "A mis nietos, Nash Westbrook Hawthorne, Grayson Davenport Hawthorne, Jameson Winchester Hawthorne y Alexander Blackwood Hawthorne, les dejo..."

– Todo. – escupió Zara con amargura.

– "Doscientos cincuenta mil dólares a cada uno, de los que podrán disponer cuando cumplan veinticinco años. Hasta esa fecha, serán custodiados por Alisa Ortega, fideicomisaria."

– ¿Que? – dijo Alisa, estupefacta. – Pero, ¿qué...?

– Cojones – La ayudó Nash amablemente – La expresión que buscas, cielo, es "¿Qué cojones?".

Tobías Hawthorne no se lo había dejado todo a sus nietos. Cuarenta y seis mil doscientos millones de dólares. Y había dejado un millón entre los cuatro nietos, cien mil dólares entre sus hijas, otro medio millón a sus empleados, una renta anual para Nana, y cien mil para mi.

Me giré lentamente hacia Avery, quien parecía a punto de ponerse a llorar.

– "Lego lo que queda de mi patrimonio, incluyendo todas las propiedades, bienes pecuniarios y todas mis posesiones terrenales que no hayan sido especificadas con atenrioridad, a Avery Kylie Grambs".

La cabeza me daba más vueltas aún. Y tal vez Nash tenía razón, la expresión que estaba buscando era "¿Que cojones?"

















El siguiente capítulo lo subiré hoy (creo) y será de los últimos capítulos exactamente como el libro, ya que Chelsea está apunto de empezar a desenvolupar su propia historia (sola y con Grayson).

Lover - GRAYSON HAWTHORNE Where stories live. Discover now