Capítulo 1

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Noviembre 2024

Entre uno y un millón, ¿cuál era la posibilidad de volverme a enamorar y no sufrir por ello? ¿Sería que el amor iba ligado al sufrimiento? ¿Era tan irónico como que la felicidad y la tristeza van juntas de la mano?

Entre cero e infinito, ¿cuál era la posibilidad de que me volvieran a humillar e insultar?

Había tantas posibilidades como personas en el mundo, pero no todas eran malas. «Hay gente buena. Gente humilde de buen corazón, como tú». Tal y como decía Isabel Alonso. Ser buena no es ser tonta. Ser buena es tener una de las mejores virtudes que pueda tener la humanidad. Sin embargo, debíamos poner nuestra mano izquierda sobre la muñeca derecha para marcar un límite. Un límite que los demás no podían sobrepasar y debían respetar; pero, sobre todo, respetarnos a nosotros mismos.


Cerré el cuaderno que tenía sobre mis piernas y tapé el bolígrafo cuando la azafata empezó su discurso sobre nuestro viaje. Me abroché el cinturón y respiré con profundidad al verme embarcada en la nueva aventura que me deparaba la elección que había tomado: sumergirme en la bella Italia. Por un lado, la idea me encandilaba. Siempre fui una fanática de la historia italiana. Leí mucho sobre ella. Me sentí parte de Italia al leer su historia, conocer su cultura, admirar la belleza de las imágenes en los libros, en Internet; de aprender su lengua. Sí, me fascinaba el idioma; tanto, que lo aprendí de manera autodidacta. Era como un sueño hecho realidad, ya que siempre soñé con viajar a ese hermoso país. Sin embargo, por otro lado, me asfixiaba a raudales. En ese sueño estaba contemplada la idea de no viajar sola. Era la parte dolorosa del cuento. No me veía capaz de hacer frente al viaje sin mi familia. Cuando iba al instituto, me imaginaba ir con mi novio. Pero en vista de que no soy merecedora de ello por encontrar constantemente sapos verdes en el camino, pues ahí estaba. Sola. Sentada en el asiento diecinueve. Al lado de la ventanilla. Con una libreta y un bolígrafo, y maldiciendo a la persona que me empujó hacerlo.

Isabel Alonso.

La culpable de todo.

Mi psicóloga.

Isabel aprovechó que su madre trabajaba en la Universidad de Valencia para informarse de los diferentes tipos de intercambio que existían. Para mi mala fortuna, su madre, Lorena Guillén, era mi profesora de Literatura infantil. Y, como seguramente os estaríais preguntando, sí: decidí estudiar magisterio infantil. Lorena informó a su hija de cómo funcionaba cada plan de estudios y, suerte la mía —de manera irónica— empezó a incluir en nuestras sesiones de terapia la idea de dar un paso más allá y superar mis miedos. Para ello, un viaje de intercambio podría ser la solución. ¿¡Cómo iba ser una solución vivir con otra familia en un lugar qué no conocía!? ¿¡Cómo se atrevía a plantearme esa locura!? Todo escapaba de mi control y eso era lo que ella buscaba: que viviera, por unos meses, lejos de mi lugar seguro donde no pudiera vigilar cada situación que nos rodeaba.

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⏰ Last updated: Jul 24, 2023 ⏰

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