|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|

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—¿Hablar? —inquirió Aroha con burla, entornando las pupilas de manera exagerada—. ¡Por los dioses, no creo que lo haya dicho en serio! ¡Ni siquiera conoce a Virav, ¿qué tiene que ver con él?!

—Lo hace —manifestó Nyree, alzando la mirada y fijándose en su hijo con una mezcla de seriedad y nostalgia—. Hace varios ciclos, cuando tenía diez lunas, se conocieron en el Bosque Gemura.

Las palabras de la Guardián colapsaron en el aire como una piedra arrojada a un estanque, generando ondas de impacto que alcanzaron a cada persona a los alrededores. De repente, Virav sintió cómo su corazón latía con tanta fuerza que su pecho se escocía, como si intentara escaparse, y un nudo de emociones se le formó en la garganta.

Otro largo mutismo los invadió.

«¿Qué debo hacer?», se cuestionó Virav. Su respiración se agitó y sus palmas se humedecieron. Sus fuerzas flaquearon y pidió a Aroha que sostuviera a Ngaire antes de dejarse caer al suelo, exhausto y abrumado.

¿Qué significaba eso?

No era como si le mortificara el hecho de que el Guerrero Oscuro lo hubiera conocido en su infancia y que él mismo no lo recordara. Pero ¿por qué quería hablar con él tan específicamente? ¿Qué mensaje o propuesta podría tener para alguien como él que apenas eras Leier de una tierra que no formaba parte de las Grandes Naciones?

Miró a su amada Aroha, luego a Nath, a Nyree y a los demás presentes, buscando en sus rostros alguna guía, alguna señal que le indicara el camino a seguir. No obstante, sólo encontró expectación y una espera silenciosa.

—No deberías, siquiera, tener que considerarlo, Virav. No vayas —pidió Drishti con una mezcla de preocupación y firmeza—. Tal vez sea una trampa o un engaño para debilitarnos.

—Pero... pero... ¿Qué tengo yo que él quiera? —cuestionó Virav con los labios ligeramente temblorosos—. ¡Ni siquiera recuerdo nada de esa época! ¡¿Qué se supone que haga?! ¡No es como si sólo pudiera ir y entregarle lo que desea! ¡O negarme y dejar que algo malo suceda! —exclamó y, tras dar un hondo respiro para calmarse, continuó—: ¿Qué certeza tenemos de que no vendrá a atacarnos si me niego a ir?

—Mantén la calma —intervinieron Alraksh y Kurenka, sus antiguos compañeros de formación.

—Hallaré la forma de acabar con todo esto —añadió Drishti, poniendo una mano en el hombro de su antiguo alumno—. Sólo necesito un poco más de-

—¿Y qué pasaría si no logramos detenerlo a tiempo? —cuestionó Virav con los ojos cristalinos fijos en Aroha y en Ngaire—. ¿Qué pasará si todos nuestros esfuerzos resultan en vano? ¿Qué haremos si nada de lo que intentemos funciona? ¿Qué haremos si, ni siquiera yendo a hablar, podemos conseguir que se detenga? —sollozó con angustia—. Tengo este sentimiento, un presentimiento que cruza por mi mente con frecuencia acerca de... esto.

»Lo vi en mis sueños, lo vi durante muchos ciclos: las muertes, la guerra. Fui testigo de eso y más. Sé cómo acabará si no logramos detenerlo, maestro Drish —susurró mientras pasaba una mano por su cabello, inquieto—. Sé que no conseguiremos salvar a todos, pero no deseo exponerlos por negarme a una petición tan simple.

»Si quiere que hable con él, lo haré. Veamos qué tan factible es acceder a un acuerdo. Si hay alguna posibilidad de evitar esta destrucción, incluso si es una oportunidad minúscula, deberíamos tomarla.

Nyree y Drishti intercambiaron un par de miradas cargadas de preocupación.

Le advirtieron a Virav que no debería ir; Arjhan e Saroj reforzaron sus argumentos con gestos de apoyo. La posibilidad de perderlo era demasiado grande; no podían permitirse tomar riesgos innecesarios. Mientras tanto, Nath permanecía en silencio, su expresión seria y concentrada. Kurenka, Alraksh y Vine'et observaban expectantes la escena. Entretanto, Aroha estaba visiblemente angustiada, se sentía abrumada por el caos de pensamientos y emociones a su alrededor.

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