Capítulo 6

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Observo a Mia ir y venir en el vestidor la mañana siguiente. Sé que su humor no es bueno esta mañana, tuvo una noche inquieta; la ansiedad de salir del hospital y mudarse a la desconocida casa que comparte con su todavía desconocido marido provocó que su subconsciente plagara sus sueños con pesadillas, lo sé porque la escuché hablando dormida durante la noche. Ella está asustada de fallar, es todo lo que teme, no ser lo que todos esperan de ella ahora que no recuerda su vida, no ser lo que ella cree que yo espero de ella.

—Buenos días —la saludo, haciendo que se sobresalte un poco.

Se detiene en el centro del espacio abierto del vestidor y me mira, perdida y asustada, hermosa y malditamente sensual en su camisón azul oscuro con el sedoso cabello suelto un poco revuelto sobre sus pechos.

—Buenos días —musita, sonrojándose al darse cuenta que no llevo más que solo el pantalón del soso pijama que me he visto forzado a usar.

Ella ha olvidado ponerse encima la bata a juego con su camisón; sus pechos ahora más voluptuosos que antes tensándose y desbordándose ahí donde la tela no puede contenerlos, haciendo que mi cuerpo reaccione ante la vista que ofrecen.

Me acerco despacio a ella, dándole oportunidad de decidir si me desea cerca o no, que Dios me ayude si ella no desea lo mismo que yo en este momento después de lo de ayer, y con ese riesgo me acerco y la beso sin más, sintiendo sus labios abrirse, liberando un gemido de placer que es casi un suspiro de alivio y comprendo lo que su cuerpo necesita que yo haga. Rodeo su cintura con mi brazo y la estrecho contra mi cuerpo al tiempo que succiono el lóbulo de su oreja entre mis dientes, haciéndola gemir. Mi boca sigue el camino de su esbelto cuello y siento en mis labios la tersa piel de su garganta cuando esta libera un nuevo gemido que anuncia lo cerca que ella está, por lo que dejo de pensar y continuo bajando mientras con mi mano deslizo el delgado tirante de su camisón hacia abajo, descubriendo sus maravillosos pechos; mi boca succiona la suave cúspide en punta de uno de ellos y ella grita cuando su cuerpo se libera, arrastrándome con ella al más explosivo orgasmo de toda mi vida.

Languidamente yacemos sobre el suelo del vestidor, donde terminamos después de sumirnos ambos en el éxtasis

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Languidamente yacemos sobre el suelo del vestidor, donde terminamos después de sumirnos ambos en el éxtasis. Mia reposa sobre mí con sus pechos desnudos rozando mi pecho y su abultado vientre sobre mi cadera mientras acaricio su espalda con el suave movimiento de mis dedos.

—¿Estás bien? —pregunto, temiendo haber ido demasiado lejos.

Por Dios, ¿qué demonio me poseyó para hacer lo que acabo de hacer?

—¿Amelia? —vuelvo a preguntar al ver que ella no responde—. ¿Estás bien?

Ella suspira.

—Yo... no lo sé —murmura—. Yo... yo... intento entender lo que pasó... yo... no lo entiendo.

La comprensión se abre paso en mi mente; ella no lo recuerda, no recuerda el sexo, todo el sexo de antes ella simplemente no lo recuerda, y es como si fuera la primera vez para ella de nuevo. Soy un idiota.

La Princesa de Park Avenue | Libro Dos de La Dama y El Rockero © #PGP2024Where stories live. Discover now