Capítulo 2

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Miranda está hablando, yo finjo escucharla, porque es lo único que puedo hacer, fingir que estoy aquí cuando en realidad estoy buscando en mi mente, analizando los acontecimientos, intentando recordar algo importante, algo que me diga dónde está Mia; todo lo que viene a mi mente es ella llorando, temblando entre las sábanas mientras está dormida, es la única imagen que puedo evocar de ella, y es lo que se reproduce una y otra vez en mi mente inconsciente cuando me quedo profundamente dormido, como un presagio maldito. Sé que es un recuerdo de ella, de una mañana que sus suplicas me despertaron, pero no puedo recordar exactamente cuándo fue, siento que mi mente está tratando de decirme algo y simplemente no puedo comprenderlo.

Un golpe en la puerta de mi habitación, donde estamos Miranda, Mark y yo, me saca de mis mórbidas cavilaciones. Megan entra, parece preocupada.

—Stu, han venido el agente Andrews y el agente Roberts —dice casi en un susurro—. Quieren hablar contigo.

La temperatura de la habitación cae varios grados bajo cero, como cada vez que el FBI viene a verme y todos damos por hecho que son malas noticias.

Asiento y comienzo a caminar en su dirección. Miranda y Mark se levantan también. Bajamos en silencio la escalera hacia la planta baja, en una desoladora procesión.

Los agentes están en el salón con Rocky, no parecen especialmente perturbados, así que me permito tener esperanza de que solo sea una visita de rutina para informarme del caso.

—Agentes —digo a modo de saludo cuando llego hasta donde están ellos.

—Sr. Craig —saluda el agente Andrews, el amigo de Rocky, un sujeto imponente, tanto como Rocky, ambos pertenecieron a los seals, cuando su servicio terminó uno se fue al sector privado y el otro al público.

Escuchamos que llaman a la puerta y acto seguido entra Alec Reginald, tan imponente como él mismo, con ese aire de superioridad que parecen tener todos los hombres Reginald.

Estoy harto de la gente, este piso se ha vuelto una locura, por alguna extraña razón todo el mundo piensa que necesito compañía, cuando en realidad deseo estar solo, necesito estar solo, sus voces, el ruido constante, sus charlas banales no tienen sentido para mí, me hacen sentir enfermo y furioso, llevo controlando mi temperamento desde que... desde que Mia no está, cuando en realidad solo quisiera destrozarlo todo hasta encontrarla.

—Megan —saluda Alec a mi hermana con un hosco gesto.

Ella levanta las cejas en un gesto también un poco despectivo, esos dos simplemente no se soportan el uno al otro. Alec viene un par de veces a la semana, esperando que yo le diga alguna buena noticia que sus investigadores hayan omitido; él contrató una firma de investigación privada para encontrar a Mia, pero al igual que el FBI, no tienen nada acerca de Edward Moss o del paradero de su hermana, mi Mia.

—Craig —dice para mí y se acerca al ver a los agentes—. ¿Hay alguna novedad?

Los agentes solo lo miran.

—¿Podríamos hablar en privado, Sr. Craig? —dice el otro agente, Roberts.

—Amelia es mi hermana, si tienen información tengo tanto derecho a saber como lo tiene él —declara Alec, exaltado.

—No tenemos ninguna novedad, Sr. Reginald —responde el agente Andrews—. Solo queremos hablar con el Sr. Craig.

—¿Acerca de qué? —cuestiona Miranda.

Como dije, hay demasiada gente en este lugar.

—Arriba podemos hablar, agentes —señalo, callándolos a todos sin decir más nada, y comienzo a dirigirme hacia las escaleras, asintiendo para Rocky en una clara invitación a venir.

La Princesa de Park Avenue | Libro Dos de La Dama y El Rockero © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora