Capítulo XXVII: Donna Troy

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"¿Halagarte? Siempre funciona

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"¿Halagarte? Siempre funciona."

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Dos años antes: Septiembre

Llovía. Demasiado para que una niña de 14 años corriera sola por Detroit en sólo unos jeans, un sweater negro y unas zapatillas rojas. El frío penetraba la fina capa de lana y la hacía temblar; sus dientes castañeaban.

Rezaba por encontrar un lugar en el que refugiarse. Por la noche al menos. Paró de golpe al llegar a una tienda con un toldo, una frutería; eso la mantendría seca. Se colgó mejor la mochila, esperando a que pasara la tormenta, y no pudo evitar reparar en su muñeca. Aún tenía la pulsera de hospitalización adornando su mano. No se la habían cortado porque no le habían dado el alta exactamente. Había dejado su cuarto de hospital por la noche, sin decirle a nadie, y con las pocas pertenencias que tenía.

Su mirada bajó lentamente a su antebrazo, que aún lucía una venda blanca un poco manchada de sangre. Días atrás, cuando había intentado abordar el tren de Gotham, le habían cortado el paso en el detecta metales. Descubrió que Bruce le había implantado un rastreador (idiota). Claro que eso no iba a detener su intento por huir, así que solo fue al baño de la estación y se lo quitó. Un proceso extremadamente doloroso, pero que valía la pena. Su libertad valía la pena, definitivamente.

Tomó ese tren sin mirar atrás. Ni siquiera sabía la ciudad hacia la que iba cuando compró el boleto, sólo lo hizo. Y, aunque la libertad y eso era genial... No tener donde dormir no era lo mejor. Llevaba una semana durmiendo en estaciones de tren y centros comerciales, vagando durante la noche. Lo peor era sin duda la comida: no había. Eso hizo rugir a su estómago.

Se volteó hacia el puesto de frutas detrás de ella. Miró dentro, la persona encargada estaba demasiado ocupada atendiendo a una mujer pelinegra. Caminó lentamente hacia el canasto en donde estaban las manzanas, tan descuidadas. Tomó una, pretendiendo que estaba observando interesada; mientras, se metía una en el bolsillo del abrigo. Dejó la manzana que tenía en la mano en el mismo lugar en el que estaba y solo se fue caminando bajo la lluvia, tranquilamente. Sacó su nueva adquisición de su bolsillo con una sonrisa, a punto de hincarle el diente.

- ¡Oye! ¡Devuelve eso! - Escuchó a sus espaldas y, sin voltearse, corrió hacia un callejón. Estaba siendo seguida de cerca, lo sabía, pero no podía mirar atrás.

Llegó a un lugar sin salida; una reja de tres metros le cubría el paso. Mordió la manzana y comenzó a subir. El brazo le dolía, pero no podía parar ahora. Cuando llegó al final se lanzó, cayendo agraciadamente, como lo haría una bailarina de ballet. Miró hacia atrás: nada. Rio, dándole un mordisco a la manzana y siguiendo con su camino.

- Eres rápida... - Sobra decir que no llegó muy lejos. - Pero no más rápida que yo -. Nora enfocó su mirada en la mujer frente a ella.  La escaneó: su chaqueta de aviador, su pelo negro largo, sus botas... - ¿Nora? -

Rugidos Sordos [Gar Logan]Where stories live. Discover now