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Debido a que Tsuki no tenía un lugar donde quedarse, aprovechó la situación y pasó una noche en la finca de Giyuu. Un lugar silencioso, apartado de la mayoría.

El hogar también era solitario, vacío. Y la llegada de Tsuki lo iluminó un poco.

Ella había preparado el desayuno para los dos, generando cierto bienestar a Giyuu.

—¿Dormiste bien? —Preguntó mientras comían.

—Si. —Respondió algo cortante.

Estaba totalmente acostumbrada a los comentarios más secos que el desierto de parte del azabache. No era su intención sonar distante, simplemente, demostrar cariño se le complicaba.

—No te preocupes, pronto me iré. —Murmuró la muchacha.

—No me molesta tu compañía —Respondió apresurado.

A veces, a la joven le generaba cierta ternura que Tomioka se tomará algunas cosas a pecho. Incluso, por ahí, sentía que el muchacho tenía miedo de quedarse solo, otra vez.

La mañana pasó rápido. Tanto que no escucharon al viejo cuervo de Giyuu llegar y anunciar una misión.

El Pilar se preparó y aunque no quisiera, tuvo que marcharse. Tsuki quedó a solas en la estancia al lado de un lago.

Disfrutó un rato más, practicando en la ladera del hogar o incluso meditando frente a la laguna. Decidió mejorar su flexibilidad y defensa cuerpo a cuerpo, cosa que se le dificultaba bastante. Necesitaba, sin duda, alguien quien le enseñará personalmente. Ahora tenía más posibilidades, ya no estaba sola como antes.

Había oído por parte de Kyojuro que la Pilar del Amor, Mitsuri Kanroji, era muy flexible y fuerte. Entonces, ¿Por qué no pasar un rato con ella?

[...]

Llegar al otro lado en busca del hogar de Mitsuri no se le complicó mucho. Estaba segura de que debería pasar un largo rato junto a ella para desarrollar sus habilidades. Al llegar allí, la recibió con mucho cariño la mujer bicolor.

—Cuando recibí la carta de ese adorable perrito, no pude evitar hacerle de comer y apechugar sus patitas. 

Eso explicaba por qué Rako estaba tan feliz al llegar de aquí.

—Pasa, me encantaría entrenarte. —Y así, comenzó su estadía en la estancia Kanroji.

Por la amabilidad de la chica, pensó que tal vez no sería muy estricto…

Grave error.

Todo fue un infierno brutal.

Entrenar era divertido, si, diferente al entrenamiento que ella acostumbraba a hacer, pero aún así, llegaba a sufrir con los ejercicios que debía cumplir.

[...]

Para sorpresa de ella, un año había pasado. Demasiado rápido para ella, sinceramente. Tsuki se encontraba, como se le había hecho costumbre, en la finca de los Rengoku. Estaba de visita, en busca de su novio, Kyojuro, sin embargo, solo se había encontrado al pequeño de su hermano barriendo como siempre.

El pequeño estaba entre los brazos de la joven, realmente se había encariñado con ella al no tener una figura materna.

Senjuro era demasiado adorable para ella.

—¿Y yo no tendré un abrazo? —La voz del rubio la hizo voltear sobre su hombro, encontrándose con el muchacho sonriente detrás de ella.

—¡Kyojuro! —Chilló con alegría, apartando suavemente al pequeño para luego ir hacia su pareja y abrazarla con todas sus fuerzas —Por supuesto que sí.

—¡Hermano! —Senjuro no se quedó atrás y también abrazó a Kyojuro.

Cuando los tres se apartaron, Tsuki aprovechó para acercarse y clavar un beso en la mejilla del rubio, generando así que el opuesto riera con nervios.

—Te extrañé —Murmuró la joven.

—Me fuí por tres días… —Dijo también en un susurro.

—Tres días es mucho tiempo…

Kyojuro dejó ir una carcajada para luego intercambiar un par de palabras con su hermano, finalmente Senjuro yendo hacia el interior de la casa y quedar los dos jóvenes a solas.

—¿Estabas de pasada? —Preguntó el Pilar colocándose frente a Tsuki, dejando en claro la gran diferencia física entre los dos.

—Sip —Asintió —Tuve la suerte de verte.

El rubio rodeó su brazos sobre la cintura de Tsuki, apegándose más a ella.

—Te quiero —Susurró a su oído.

La azabache se acomodó en el pecho opuesto e inhalo el aroma cálido que desprendía él. Hacía unos meses que comenzaron a salir, luego de varios avances entre los dos. Y si bien era complicado por su trabajo como pilares, mantenían una estrecha relación.

Por supuesto, los dos eran bastante primerizos en esto y trataban de entenderse mutuamente.

—Yo también te quiero mucho, Kyojuro. —Tsuki rozó sus labios con los del opuesto, para separarse rápidamente —Ve a descansar, el viaje de seguro se fue largo.

Los dos estaban muy unidos al otro…

Pero también había alguien que buscaba, discretamente, a la joven de las estrellas. Todas las noches donde tenía la oportunidad, solía observar el cielo nocturno en espera de la cazadora y, por más cursi que suene, quería volver a verla. Se había vuelto una gran molestia para él y su deber como demonio. Es más, lo más probable es que la próxima vez que la vea él sea asesinado o que alguien más lo descubra.

Sin embargo, en lo más alto de un monte, se encontró con una finca que, por poco, reflejaba las estrellas. Mantuvo su correcta distancia, observando a lo lejos y sintiendo ese espíritu de lucha que hace mucho tiempo sintió. Era muy fuerte.

No fue novedad enterarse que Tsuki Hiryo estaba en pareja con otro Pilar, por lo que sus recurrentes visitas al lugar habían disminuido por seguridad.

Por supuesto, se percató que era un acosador y le enfermaba aceptarlo, pero quería descubrir por qué, por más que intentara, no la podía olvidar.

Se estaba volviendo loco.

Tener que ser sumamente cuidadoso de los demás demonios, en especial de Muzan, porque estaba seguro que la más mínima sospecha lo llevaría a la ruina.

Anhelaba con todas sus fuerzas quitarse esa necesidad de hablarle nuevamente.

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