Epílogo.

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Mío.

Aitara.

1 semana después.

Mi vista se queda fija en las olas que mojan mis pies. En el silencio, sola, así es cuando lo siento cerca de mí. Aunque cada que vuelvo a la realidad de que no está, siento un el vacío aumentar.

—Aitara.

Levanto la cabeza al escuchar mi nombre y solo puedo pensar en que ya nadie, nunca más, volverá a llamarme Rosse.

Solo entenderás el dolor de extrañar cada mínimo detalle de una persona, cuando ya no esté más en tu vida.

—Dime.

—Tu vuelo sale en dos horas, debías estar en el aeropuerto tres horas antes.

—Ya voy, Rose. —Mi prima me alcanza y caminamos juntas hasta llegar a la casa de sus padres.

—¿Estas mejor?

—No sé si ya tengo la respuesta a esa pregunta.

—Es difícil cuando ya no están. Vivo diario extrañando a mis abuelos, extraño cada cosa de ellos, su aroma, las comidas de mi abue, los mismos de mi abuelo. —Suspira mientras abre la puerta principal—. Llegará un punto en el que olvidaré sus voces.

Mi barbilla empieza a temblar al hacerme la idea de que en algún punto yo tampoco recordaré la voz de Matteo, olvidare sus facciones, su aroma, su rostro incluso.

Me encuentro con mi mamá que venía bajando del primer piso y tras ella viene mi papá con mi maleta.

Mamá nota mis ojos cristalizados y me envuelve en un abrazo.

—¿Aun estas segura de que lo mejor fue no ir a su funeral?

—Ma, ¿cómo iba a poder verlo en un ataúd? —Su rostro se contare, ella también lloró mucho por él cuando se enteró—. Prefiero recordarlo vivo, y molestándome todo el rato.

—Bien, te entiendo.

Tras la llegada de mis tíos, todos nos reunimos en la entrada de la casa y subimos a dos camionetas que nos llevaran al aeropuerto. Voy todo el camino viendo por la ventanilla, aunque en realidad voy con la mirada perdida.

Esta semana ha sido la más difícil de toda mi vida.

Salir de Rumania fue todo un martirio, la última vez que vi a Sabina y Max fue cuando mi papá me sacó del hospital, cuando lo vi morir. Salimos al día siguiente de Rumania con identidades falsas, fue todo un dolor de cabeza.

Al llegar a Republica dominicana mi papá les contó a todos lo sucedido más a detalle, incluyendo mi aborto espontaneo. Y fue como revivir todo otra vez. Verlos llorando solo me deprimió mas y he llegado al punto en el que si no tomo pastillas puedo pasar una noche entera viendo al techo sin pegar un ojo.

Y cada que duermo, el atentado se repite en mi cabeza como una película de terror.

He decidido marcharme a Francia, mi tío Thiago esta allá y viviré con él, también está cerca un amigo de mi madre y ojalá pueda tomar la oportunidad de las clases de arte, quiero volver a pintar.

Las camionetas se detienen y soy la última en bajar de ella. Zaid trae mi maleta y todos entramos. Mi vuelo sale en dos horas y aun no estoy lista para despedirme de ellos.

Nos detenemos muy cerca de la entrada y mi mellizo me pasa la maleta, no sin perder la oportunidad de darme un abrazo largo. Uno como jamás me lo había dado. Lo estrecho en mis brazos, y cuando vengo a notar ya tengo los ojos empañados otra vez.

Mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora