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El niño y yo nos sentamos en la silla, aún aturdidos por la extraña situación en la que nos encontramos. Su apariencia y su presencia aquí plantean aún más interrogantes sobre este lugar . Ambos intercambiamos miradas de confusión y temor.

—Mi nombre es Alexander—digo, tratando de romper el incómodo silencio—. ¿Tienes idea de qué es este lugar o cómo llegaste aquí?

                                GABRIEL DIAS ANTES DEL TERROR
Gabriel, el hijo del multimillonario. Descubrimos que Gabriel había estado trabajando en la empresa de su padre, una prominente compañía global, justo antes de su misterioso secuestro.

Gabriel, a pesar de su juventud, había demostrado un talento excepcional para los negocios y una gran pasión por la empresa de su padre. Aunque su posición en la compañía estaba asegurada debido a su apellido, Gabriel estaba determinado a hacerse un nombre propio y ganarse el respeto de sus colegas y empleados.

Tan joven había estudiado en prestigiosas instituciones académicas y había obtenido múltiples títulos en diversas áreas, desde administración hasta finanzas. A pesar de su privilegiada posición, siempre se había esforzado por aprender y crecer profesionalmente, buscando adquirir habilidades que le permitieran ofrecer algo único y valioso a la empresa familiar.

Antes de su desaparición, Gabriel había estado trabajando en un proyecto de expansión internacional, buscando nuevos mercados y oportunidades para la empresa. Sus ideas frescas y visión de futuro habían impresionado incluso a los directivos más experimentados, y Gabriel había sido ascendido a un cargo importante dentro de la compañía.

La pregunta persiste en mi mente: ¿qué razón podría tener alguien para secuestrar a Gabriel? ¿Hay algo más en juego que solo dinero? Pienso en todas las conexiones y enemigos que un multimillonario y su exitoso hijo podrían haber hecho a lo largo de los años.

El joven sacude la cabeza, sus ojos vidriosos se llenan de lágrimas. Parece tan vulnerable e indefenso en medio de esta pesadilla. Observo que trata de decir algo.

—No, no tengo idea de cómo llegué aquí -me lo dice sin mirarme a los ojos-.

—¿Cómo te llamas? -pregunto, intentando romper la extraña tensión en el aire.

—Gabriel Thomson -responde, mientras se limpia la cara con su manga-.

—He escuchado de ti -le digo, tratando de mantener la calma y no exaltarme demasiado-.

—Sí, soy el hijo de un gran multimillonario -responde evasivamente, sin entrar en detalles. Parece que no quiere hablar del tema.

—Veo que has estado aquí por un tiempo —comenta, señalando mi apariencia—. ¿Has encontrado alguna respuesta o alguna forma de escapar?

Me encogo de hombros, incapaz de encontrar las palabras para expresar mi pesar.Decido no presionarme, sé que necesitamos conservar nuestra fuerza y mantener la esperanza viva.
—han habido noticias de mi—el niega con la cabeza,—no—

—Gabriel, no sé cuánto tiempo llevamos aquí, pero debemos encontrar una manera de salir —digo con determinación—. Tal vez hay algo oculto en estas habitaciones que puede concedernos la libertad que buscamos.

Gabriel se levanta y se dispone a ayudarme a buscar una salida aunque me niego primera mente ha que mo quiero incómodar a Gabriel y me gustaría que descansará ya que el apenas a llegado pero aún así Comenzamos a explorar cada habitación juntos, abriendo cajones y examinando cada rincón en busca de pistas. Pero, al igual que en las otras habitaciones, esta parece estar vacía y sin ningún indicio de una salida.

La frustración comienza a apoderarse de nosotros, y el tiempo sigue pasando sin respuestas. Nos sentamos en el suelo, cansados y desanimados y observamos la pared metálica.

—¿Hay cámaras aquí? —me pregunta Gabriel, con una mirada sin tanta  preocupación en sus ojos.

En medio de nuestro entorno inquietante, la idea de estar siendo observados aumenta mi paranoia y angustia. No obstante, trato de ocultar mi propia incertidumbre y mantener la calma para tranquilizar a Gabriel.

—No lo sé con certeza. No podemos descartar la posibilidad de que nos estén vigilando, pero no veo ningún indicio evidente de cámaras en esta habitación en particular —respondo, intentando sonar optimista pero realista.

Gabriel asienta con comprensión, aunque su preocupación permanece evidente en su rostro. Nuestro entorno desconocido sigue siendo un enigma, lleno de preguntas sin respuestas claras.

—¿Crees que alguien vendrá a rescatarnos? —pregunta Gabriel.

—No lo sé, Gabriel. No podemos depender de otros para nuestra salvación. Debemos confiar en nosotros mismos y trabajar juntos para encontrar una salida de este lugar —respondo,

Gabriel se levanta y acompaña su pregunta con una necesidad básica: el hambre. Ambos somos conscientes de que nuestros estómagos están vacíos y ansían desesperadamente algo de comida.

—No hay alimentos aquí, ni siquiera unas simples galletas para calmar el hambre —le respondo, con sinceridad. La falta de suministros básicos solo aumenta nuestra sensación de estar prisioneros en este lugar siniestro.

Gabriel, demostrando su astucia y determinación, propone la hipótesis de que si el secuestrador quiere mantenernos aquí, debería haber algún suministro escondido en alguna parte.

Mientras Gabriel examina la habitación roja, se le ocurre una idea intrigante: ¿puede haber una puerta secreta en las paredes? Ambos nos acercamos y comenzamos a tocar las superficies en busca de algún signo de una entrada oculta.

Mi mano se desliza por el frío metal de la pared mientras la examino minuciosamente. Estamos en un estado de alerta máxima, atentos a cualquier cambio en la textura o cualquier indicio de que algo no es lo que parece.

—No lo sé, Gabriel. Parece que las paredes son lisas y no encuentro ninguna variación —le informo, con una mezcla de frustración.

La incógnita de cómo terminamos aquí sin la presencia de puertas visibles sigue sin respuesta. Nos sentamos nuevamente, abrumados por la sensación de encierro y con la frustración creciendo.

Nuestros estómagos rugen de hambre, y la falta de suministros nos plantea un desafío aún mayor. Sin embargo, debemos mantener la calma y encontrar una estrategia para sobrevivir en este laberinto desconocido.

El niño asiente, tratando de mantener la fe en medio de la desesperación. Juntos, nos levantamos y continuamos explorando las habitaciones, decididos a encontrar alguna respuesta, alguna salida. No importa cuán siniestro sea este experimento, no importa cuán oscuro sea este laberinto, no nos rendiremos. Lucharemos hasta el final para recuperar nuestra libertad y encontrar las respuestas que tanto anhelamos.

El Diario De Un Millonario #PGP2024Where stories live. Discover now