Y rodearte con el brazo

94 14 10
                                    

Dos años han pasado ya.

Dicen que el tiempo cura las heridas, pero aún sigo notando que me ahogo, que mi interior se encuentra vacío.

Cada noche intento rodearte con el brazo, sentir tu cuerpo y traerlo hacia mí, aunque sepa que solo tocaré aire. Es entonces cuándo aparece esa maldita presión en el pecho que no me deja respirar, que me ahoga porque necesito llorar y no soy capaz de derramar una sola lágrima.

Nunca pensé que llegaría a pasar algo así y, sin embargo, pasó.

Aquella noche nos acostamos sin decir nada. Estábamos enfadados y no queríamos ni mirarnos a los ojos. Dormíamos dándonos la espalda. El orgullo era demasiado poderoso en los dos y ninguno quería ceder.

Nunca supe que ese día no volverías a despertar, que tus ojos se sellarían para siempre. No quería creerlo, no lo aceptaba. ¿Qué había sucedido? Tu alma se había marchado sin decir nada.

Cada día pienso que vuelvo a aquel momento, que me doy la vuelta en la cama y te rodeo con el brazo. Que te pido perdón.

Ahora que no estás parece que todo lo que hicimos juntos gana valor, pero me entristezco al pensar que me he dado cuenta de esto demasiado tarde.

Ahora mismo voy caminando hacia la habitación. Cuando llegue me meteré en cama, me daré la vuelta y te rodearé con el brazo, pero solo tocaré aire. Lloraré y te pediré perdón y, antes de que me de cuenta, me habré quedado dormido, con tu voz sonando en mi mente hasta que por fin te vuelva a ver y sonría. Aunque sepa que tú ya no estás aquí. Aunque sepa que solo se trata de un sueño.

Microrrelatos y otras cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora