34. Drake al rescate

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La tarde previa al partido fue más caótica de lo que habría esperado. Luego de que papá se enterara sobre las cartas y, en consecuencia, también de todo lo que estuvo pasando con Dylan, con Drake y conmigo, él tomó la decisión de ir hacia el instituto para quejarse.

No creí que haría eso. Cuando Brenda me sugirió que se lo contara todo, las dos pensamos que, como mucho,él hablaría con los padres de Dylan. Pero, ¿el director?

—Debió de estar furioso —dijo Nora mientras nos acomodábamos en las gradas.

La cancha estaba repleta. Tanto estudiantes como padres y profesores se apretaban para entrar en los pocos espacios libres que quedaban mientras el partido se desarrollaba. Podía escuchar, debajo de mí, a un grupo de adolescentes gritando para alentar al equipo de Dylan. Apenas si pude distinguir lo que Nora decía, incluso estando a mi lado.

El partido había comenzado hace varios minutos y sólo quedaban vacíos algunos lugares del fondo, en los últimos asientos. Papá nos había ordenado que buscáramos asiento mientras él se desviaba para comprarnos unas sodas. Supongo que se sentía un poco culpable por ser el causante de nuestro retraso, ya que se demoró más tiempo del que había previsto hablando con el director y luego poniéndose al día con los otros profesores.

—¡Estaba furioso! —grité para hacerme oír por encima de los gritos y las conversaciones.—. Dylan le caía bien.

No tanto como a Drake, a quien por poco y consideraba su propio hijo. Pero Dylan y yo habíamos sido amigos durante mucho tiempo antes de comenzar a salir y yo jamás le hablé mal de él a papá. Hasta donde él sabía, los dos habíamos acabado el noviazgo en buenos términos, a causa de la distancia.

De repente, de la nada, no sólo descubre que Dylan me tenía esperándolo como un perro faldero mientras salía con otras chicas, sino que también él había inventado rumores sobre mí con mis compañeros.

Consideró prioridad ir a hablar con el director en cuanto llegamos a la ciudad, por lo que prácticamente me empujó fuera del auto apenas llegamos a la casa de Nora y se marchó al instituto. Al principio me enojé, porque yo no quise que lo llevara tan lejos, pero cuando le hice el reclamo una vez que volvió, él dijo que lo hizo porque temía que algún ex compañero -o incluso Dylan- se metiera conmigo durante el partido.

Así que en eso pasé mi tarde: conocí a los padres de Nora, quienes eran igual de amorosos que ella y también cocinaban igual de delicioso, y luego di vueltas por toda la casa, hecha un manojo de nervios. El chisme no tardó en circular por todo el instituto y a medida que la tarde caía mi teléfono se iba llenando más y más con mensajes de ex compañeros y estudiantes con los que jamás había hablado, preguntándome si lo de las cartas era cierto o pidiendo detalles. No lo soporté y acabé apagando el teléfono.

—¿Era tan malo lo que decía en la segunda carta? —preguntó Nora.

Papá no le había contado nada al respecto, así que ella había estado igual de preocupada que yo.

—No, en realidad. Pero admitía sobre los rumores que se inventaron.

La segunda carta era una verdadera joya. Ilustraba a la perfección la bajeza de Dylan que él jamás me había mostrado, o que yo jamás quise ver.

En esta, él confesaba sobre el rumor que se esparció sobre mi infidelidad, porque Brenda le había dicho que yo ya estaba al tanto. Le echó toda la culpa a Cecilia. Según él, ella lo había hecho a sus espaldas y él no se enteró hasta después. Cecilia también había inventado que, durante nuestro noviazgo, yo había salido con varios chicos, no sólo uno. Que nuestra relación era tóxica, que yo odiaba a todos los amigos de Dylan y que hablaba mal de ellos a sus espaldas. Por ende, ahora todos me detestaban.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now