Capítulo 15:

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Lia:
La profunda calma llena la estancia donde me encuentro, puedo sentir lo realmente mudillo y caliente que puede ser la sabana que se encuentra por encima de mi cuerpo, me retuerzo en busca de más calor y comodidad, los dedos de mis pies se doblan suavemente en busca de la posición perfecta para volver a mi sueño, cuando me giro hacia el lado izquierdo de la cama, instantáneamente choco con algo duro y caliente. El simple hecho me hace alejarme y agudizar mi visión, soy capaz de notar que lo único que ilumina la habitación es una lampara de noche que se encuentra en la mesita al lado de la cama. Cuando mi visión es capaz de absorber todo a mi alrededor lo veo, la ropa totalmente obscura, la fina capa de vello fácil que cubre su perfecta mandíbula, su alargado cuerpo tranquilamente recostado en la cama, asimismo el aroma a hierbas frescas, loción varonil y espuma de afeitar llena mis fosas nasales. Franco, está durmiendo justo a la par mía en la misma cama. La sensación de ello hizo que mi corazón diese un traspié.
No se cuanto tiempo he estado admirando la anatomía de mi hermano, pero estoy consciente de que verlo, me ha ayudado a recordar todo, de un momento a otro los recuerdos llegan a mí, estaba en el club, con Artur, tomaba una bebida, baile con un chico, fuimos al baño, Franco y Dante llegaron. Franco estaba muy molesto, realmente ardía en ira, lo vi… lo vi levantar su mano contra mí, entonces todo se disipo como una nube cuando la lluvia ha cesado.
Sin claridad de que hacer en este momento, poco a poco me voy levantando de la cama sin hacer ruido o movimiento para no despertarlo, saco suavemente las piernas de la cómoda sabana para ligeramente arrastrarme fuera de la cama.
No sé, como sentirme en este momento, tengo miedo, si, lo tengo, y quizá eso sea lo que esta haciendo que busque apartarme de mi hermano, cuando estoy segura de que estoy por lograr mi cometido, mi pie izquierdo se enreda en la sabana, haciéndome tropezar, mi primer reflejo es sostenerme de la mesita que se encuentra al lado de la cama, pero por el peso de mi cuerpo para evitar caerme hago que los utensilios en la misma caigan al piso con sonidos estrepitosos. Me regaño en mis pensamientos mientras trato de mantener la calma, poco a poco recojo las cosas para volverlas a su sitio.
- El concepto de silencio es algo que nunca debiste de haber aprendido en la escuela. – su voz me sobresalto de manera repentina, tomo una respiración profunda y termino la tarea que me he impuesto. – ¿Te encuentras bien? – pregunta en mi dirección, pero hablar con él, verlo o siquiera oírlo, es de las cosas que menos deseo en este momento. Si en vez de él, fuese Dante, me habría quedado acostada en la cama. – Lia, ¿podrías contestarme? – vuelve a preguntarme.
Tomo todo el valor y dignidad que no sabia que tenia dentro de mi y busco mi voz dentro de mi garganta.
- Estoy bien, gracias – respondo de la forma más tosca que jamás había escuchado de mi misma.
Por el rabillo del ojo, soy capaz de ver como Franco voltea a la mesita que esta de su lado revisando la hora en el reloj.
-Son las dos y media de la madrugada, ven aquí a seguir descansando. – su voz, no suena a una súplica, es una orden, como todo lo que sale de su boca. Hago caso omiso a sus palabras y me encamino al baño de la habitación, cuando enciendo la luz y volteo a ver mi reflejo en el gran espejo, me asusta lo que veo.
El pómulo derecho de mi rostro se ve realmente mal, es una mezcla de tonalidades moradas y un poco de naranja en donde yace el golpe que recibí de él. No quiero seguir mirando, pero la curiosidad hace que mantenga la vista en mi rostro. Al seguir examinándome, noto que aun llevo el traje blanco que ellos me obsequiaron para usar en el club. 
-No sabes cuanto lo siento. – Su repentina voz me hace saltar del susto haciendo que deje caer una crema que ni si quiera recordaba haber tomado de su lugar. – No fue mi intención… no fue mi intención hacer eso. – prosigue. No se que es más estúpido, que yo no dejo de ver mi reflejo lastimado en el espejo o Franco queriendo disculparse por lo que hizo contra mí. Un suspiro tropezado se coló en mis pulmones. 
Ignorándolo, recojo nuevamente la crema y salgo del baño, me dirijo al closet que esta dentro de la habitación, me siento frente al tocador y procedo a colocar la crema en mi rostro en un afán de poder disminuir la clarísima marca de violencia. Puedo escuchar los pasos cansinos y perezosos de Franco hacia donde me encuentro, mi ser no es capaz de controlar mis nervios, al verlo por el reflejo del espejo, con su postura erguida en el marco de la puerta me hace temblar al colocar la fría y sedosa crema sobre mi rostro.
-Se que estas molesta, que quizá en este momento me odias, lo comprendo perfectamente. – se acerca a mí, pone sus dedos en mi barbilla y hace que lo encare, lo miro directamente a los ojos en un deseo desesperado de buscar algún atisbo de sinceridad en sus palabras. – Sabes, que lo que estabas haciendo no era correcto, necesitaba mostrarte que lo que hacías estaba mal. – respondió y su respuesta fue demasiado estúpida, machista y misógina.
Desde el momento en que di los primeros sorbos a la bebida, pude saber que estaba adulterada, Franco cree que lo que hice fue dentro de mis cinco sentidos y con mis pensamientos en orden, pero yo se perfectamente que eso no fue así, ni si quiera recuerdo que sentí en aquellos momentos de euforia errónea.
Volteo mi rostro haciendo que sus dedos se retiren de mi barbilla, sigo con mi trabajo, pero levemente volteo a verlo, pasa desesperadamente la mano por su pelo, en un claro intento de poder mantener su ira y enojo dentro de su ser.
- ¿Es enserio?, ¿Simplemente vas a ignorarme? – me cuestiona mientras camina de un lado a otro dentro del closet. - ¿Quieres que traiga a Dante y así sentirte segura con él? – su pregunta no suena para nada en una forma de poder solventar las cosas, es sarcasmo puro lo que sale de su boca.
-Al menos Dante, no va a golpearme por algo que notoriamente hice bajo efectos de droga. – respondí, lo escuché suspirar. Tomo la silla en la que me encontraba y la hizo girar bruscamente para poder encararlo.
- Me vale una mierda si estabas bajo efectos de drogas o de alcohol, pero lo que hiciste no tiene perdón, manchaste tu nombre, nuestro apellido, nuestro imperio con tu desfachatez. – me tomo de las mejillas, pero su mero tacto en mi pómulo derecho me hizo cerrar los ojos de dolor. – Vuelvo a verte nuevamente en un escandalo como ese, y me encargo de que no salgas de la mansión por lo que resta de tu vida.
La ira esta carcomiendo en mi ser, mezclada con el dolor que emana del costado derecho de mi rostro, con una de mis manos libres empujo a Franco haciendo que pueda darme espacio personal. Me levanto de mi silla y las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.
-Me tienes harta, Franco. Estoy cansada de ti, de tu hipocresía hacia mí. – me acerco a él, pero la diferencia de altura me hace seguir levantando mi cabeza. Sin embargo, no me detengo y le sostengo la mirada. – No puedes venir aquí todos los días a querer brindarme amor, cariño y protección, cuando tu… – lo señalo – Cuando tu eres la persona de la cual debo cuidarme. – me limpio las mejillas. – No eres el hermano mayor que en algún momento idealice en mis pensamientos. No estas ni cerca de ser esa fortaleza de protección o amor que prometiste con este anillo.
De pronto el anillo en mi mano se siente incómodo, incorrecto, no deseado. Sin pensarlo, tomo el anillo y lo saco de mi dedo, lo encierro en la palma de mi mano y lo extiendo a él. Me mira como si lo hubiesen abofeteado a el y no a mí.
-No quiero ser su anillo de amor y debilidad. – digo con la voz entrecortada. – Me duele, que a pesar de que hemos estado juntos todo este tiempo, no seas capaz de confiar o creerme.
De un momento a otro Dante entra a la habitación, su rostro luce pálido, y respira con dificultad, pareciera que ha corrido una maratón, mira nuestra escena y pone más atención en como le regreso el anillo a Franco, al ver que el mencionado no lo toma, camino a Dante y se lo doy golpeando su pecho, lo que hace que el lo tome para evitar que la hermosa joya caiga al suelo. Salgo de la habitación y me encamino al lugar donde se que el estara. Me dirijo a la biblioteca. No sin antes decir las últimas palabras de mi sentir.
-Los odio con toda mi alma. – toco mi pecho en un desesperado intento de mantener la calma y sigo mi camino.

Los Hermanos RissoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora