Cap. 19: días y meses.

199 33 5
                                    

— Lo más correcto me parecería que vayas. Yo estoy dispuesto a hablar con él, si quieres te acompaño.— Insistía.

— Papá, no quiere saber de mí, no lo molestaré más.

— Pero tú... estás enamorado, ¿no?

— Eso no justifica molestarlo ahora, perdí mi oportunidad. — Su padre no lo entendía, porque no conocía a Chuuya como él. — Mejor hablemos del trabajo.

Dazai había comenzado a trabajar con su padre en una tienda. Pasaba los días con él. Su padre se había mudado a su departamento y ahora parecían realmente unidos.

Obviamente Dazai todavía dudaba de ciertas cosas, pero ya no podía continuar negando a su familia. No cuando Mori realmente se estaba esforzando por ser un buen padre.

Las cosas con Atsushi y Akutagawa mejoraron luego de dos semanas, cuando finalmente regresó a la universidad. Estaba atrasado en todo y tuvo que ponerse al día con la ayuda de Kunikida y Yosano.

Solía salir a comer con ellos de vez en cuando, como antes de conocer a Chuuya. Iban a visitar museos, karaokes, bares, cafeterías, y cualquier atractivo que podían. Sus amigos lo distraían y nunca jamás tocaban el tema del concurso o del modelo bajito que alguna vez conocieron.

Todos los días intentaba ser feliz, todos los días fingía ser el de antes, pero la verdad es que, él sabía muy bien que luego de aquel pelirrojo salvaje, no volvería a ser el Dazai que había sido hace un tiempo atrás. No volvería a ver las cosas sin un rojo brillante en ellas, y cree él, no volvería a encontrar inspiración para ningún diseño nunca más.

Por su parte, Nakahara Chuuya vivía monótonos y aburridos días sirviendo en aquel restaurante. Su mejor amigo seguía siendo el mismo con él, pero era como si algo lo apartase completamente, como si existiera una muralla que los dividiera.

— Tierra llamando a Chuuya— Cantoreó su hermana, moviendo sus manos en señal de querer llamar su atención. — ¿Escuchaste lo que te dije?

— Realmente no, lo siento. — Admitió algo cansado.

— Te digo que llegaron los paquetes de mi nueva colección de tazas de porcelana. ¿Quieres ir a verlas? — Ofreció emocionada.

— Tal vez luego. — Respondió, con el mismo tono cansado que llevaba teniendo hace días. Su hermana estaba harta, pero trataba de comprenderlo.

Más allá de todo, Chuuya nunca experimentó demasiadas cosas como cuando viajó a Tokio por su cuenta.

— Está bien— Besó su frente antes de salir de ahí casi dando saltos de felicidad.

No entendía realmente por qué no podía continuar su vida, era tanta la culpa de haberlos abandonado, de haber abandonado sus sueños, de prácticamente huir; que no podía simplemente soltar y seguir. Pero luego recordaba lo difícil que fue para él crecer sin padres, lo duro que era en los días festivos del colegio no ver a nadie(porque su hermana trabajaba y no podía ir), lo frágil que se sentía cuando todos describían a sus padres y él....

Agitó su cabeza y se palmeó la cara con ambas manos, tratando de no pensar demasiado. Tenía trabajo que hacer después de todo.

Era mejor enfocarse en lavar vajillas y ordenar mesas que en lo miserable que se había convertido su existencia.

De esta forma, pasaron tres meses, luego seis, luego diez y finalmente un año.  Un año sin saber nada del otro, un año sin contacto.

Dazai comenzaba su último año de facultad. Había estado conociendo a otras personas, entre las que más destaca su ahora novio, Fyodor Dostoyevski.

  Se habían conocido por su padre, Fyodor era el hijo del dueño de aquella tienda y un gran amigo de Mori. Al principio Dazai no estaba demasiado interesado en él, pero luego de varias citas decidió darle una oportunidad.

Llevaban dos meses, podrían catalogarse como los dos meses más felices de su vida. Porque él para nada extrañaba al pelirrojo.

No pensaba en él, no lo recordaba por las noches, ni siquiera fingía estar besandolo cuando cerraba los ojos y besaba a Fyodor. Claro que no.

Estaba realmente enamorado del ruso, era obvio.

Por su parte, Chuuya había decidido renovar ciertas cosas en el restaurante. Comenzó a estudiar pintura hace como seis meses, con la idea de diseñar un retrato de sus padres y colgarlo a la pared. Así lo hizo.

Ahora no podía detenerse. El restaurante se había convertido en una exhibición de cuadros de todo tipo. Era tan llamativo que la popularidad del mismo creció. Todos querían ir a observar las pinturas y además, que el pelirrojo los pinte. Era sabido que en el lugar se hacían retratos de las personas que iban a almorzar o pedían algún tipo de promoción vigente.

Chuuya adoraba ese don de aprender rápido que tenía, gracias a él, había dado gran ganancia a su familia.

Los meses mejoraron incluso su relación con Tachihara, quien ahora vivía con ellos. Tenía a su hermana, a su mejor amigo, al arte y al dinero, no podía pedir nada más.

No podía seguir deseando volver a ver a Osamu Dazai, ya no.

Petit MuseWhere stories live. Discover now