Cap. 18: ermitaño maloliente y fracasado.

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(Doble actualización pq les debo)



  Un mes sin saber de Chuuya. Un mes sin haber visto a la pareja. Un mes sin responder las llamadas constantes de su padre.

Un mes desde que guardó aquella colección jamás presentada en el fondo de una gran bolsa y ahora solo junta polvo en la esquina de su cuarto.

Dazai estaba recostado por la ventana abierta cerca de la cocina, mientras llevaba un cigarrillo encendido a la boca.

  Inspiró, pensando en aquel cuerpo salvaje, que alguna vez le perteneció, desnudo y sudado montando sobre él. Imaginaba aquella voz tan sublime que al gemir combinaba perfectamente con lo lascivo de los roces. Y sintió que estaba siendo un enfermo al necesitar tanto besar esa piel y estirar esos cabellos rojizos, siendo que apenas eran las diez de la mañana.

Al terminar su cigarrillo, tiró lo que sobró al basurero y cerró la ventana, sentándose seguidamente sobre el sofá.

Otro día para lamentar su existencia, pensó.

Iba a preparar su desayuno, pero su teléfono volvió a sonar y lo tomó por tercera vez esa mañana, con todo el fastidio del mundo, para colgar. Sabía perfectamente de quién era.

Ni intentes colgarme, estoy afuera.

Sus ojos se abrieron de un sobresalto por aquella tranquila pero fuerte afirmación fuera de su departamento. Cogió entonces la llamada.

—Ábrele la puerta a tu padre, Dazai. —Dijo del otro lado de la línea.

—¿Por qué debería? — Preguntó con su típico tono de voz burlón, pero sin ninguna pizca de entusiasmo.

Llevas un mes pudriéndote ahí dentro, tus amigos están preocupados, al menos debiste ser considerado y llamarlos, o contarles el por qué de tu repentino alejamiento.

No lo hice porque no les incumbe.

Suficiente.

Ante tal exclamación, la llamada fue cortada y cuando Dazai por fin creyó que estaba tranquilo y en silencio, la puerta fue rota a martillazos.

—¡¿Qué demonios?!— Gritó inútilmente, su padre ya había roto el picaporte e ingresado.

—Ahora salgamos un rato. — Sonrió el intruso, tirando el martillo al piso.

—Lárgate.

— Ven conmigo. —  Lo estiró y Dazai fue arrastrado a la fuerza por toda la calle.

Ya en ningún momento intentó poner resistencia o decir algo, solo se dejó ser.
En un momento notó que su padre había entrado a un especie de local. Todos allí lo conocían y lo saludaban con gran entusiasmo. Lo cual era extraño porque según Dazai, su padre era un ermitaño maloliente y fracasado.

  Cuando se dio cuenta que los roles se habían invertido desde ya hace un mes, no pudo evitar suspirar divertidamente.

Daba asco.

—Mira— Habló finalmente el hombre, extendiéndole un uniforme— Busqué, luego de haber hablado contigo la última vez, trabajo cerca de tí. Como te noté bajoneado por algún motivo, te traje hasta aquí.

—¿Quieres que me ponga a trabajar para que se me pase lo triste?

— ¡No!—Suspiró— Estoy un 99% seguro sobre el por qué de tu cambio. Hasta dejaste la universidad Dazai, por dios.

— ¿Y por qué es según tú?

— Por aquel chico pelirrojo que me guió a tí. —Dazai abrió los ojos nuevamente sorprendido. Su padre hasta cierto punto le daba escalofríos. —Por tu expresión, veo que acerté.

— Él... —Mordió su labio inferior, pensando en sí era lo correcto confesarle todo. Suspiró al pensar en que seguro ya lo sabía y solo lo estaba probando. — Él era uno de los hijos de las personas a las que supuestamente mataste.

La expresión calmada de su padre desapareció. Sus pupilas se volvieron pequeñas y sus labios temblaban al igual que sus manos. Dazai notó que ni siquiera un observador como él podía saberlo todo.

— ¿Cómo?

— Tenía en sus manos un periódico viejo, tú eras el hombre de la foto. Eso es todo. Me lo mostró, yo te defendí y se fue sin presentar mi colección para la que trabajamos tanto tiempo. Lo tiró todo al carajo. —Explicó el castaño sin pausa alguna, pero el hombre que escuchaba no pudo evitar sentir un cosquilleo de felicidad por saber que su hijo estaba de su lado.

—Entonces, ¿me crees?

—¿Acaso tengo otra opción?

—Dazai, tú podías haberme odiado y haberte olvidado de mí sin ningún problema.

— Ya lo hice, padre. —Suspiró, avergonzado por lo que estaba apunto de decir— No me trajo ninguna felicidad.

—No volverás a ver al chico si te quedas conmigo.

—Ni si te fueras lejos y nunca volvieras volvería a ver a Chuuya.

—Dazai...

—¿Podrías dejar de decirme todos los malditos puntos para que no esté de tu lado? Créeme que me los replanteé durante horas y días. — Tomó de los hombros al mayor y continuó— Padre, estoy dándote esta oportunidad de comenzar a estar juntos de nuevo, y si te soy sincero, me cuesta cada asqueroso día de mi vida; pero lo estoy haciendo porque eres lo único que tengo ahora mismo. — Su voz, un poco más quebrada que antes— Perdí mis ganas de diseñar, a mis amigos los alejé y el amor de mi vida me odia. Por favor, solo apoyame y cállate.

Ante eso, el hombre sonrió conmovido. Dazai tenía razón, no estaba siendo un buen padre nuevamente. Su hijo le estaba dando un voto de confianza y lo estaba por echar a perder con sus estupideces. Sin pensar demasiado, se abalanzó a abrazarlo.

— Gracias hijo, prometo no decepcionarte.

Petit MuseWhere stories live. Discover now