Renzo la soltó de un tirón en la cama y tomó sus piernas abriéndolas de un tirón. Sumergió su cara en su coño con avidez. Gianna se arqueó disfrutando de aquello como la mejor de las geishas.

La lengua de Renzo la trabajaba como un experto, entraba, salía, lamía, soplaba mientras las caderas de Gianna se movían involuntarias y los brazos de él las sostenían en su lugar.

—¡Oh, Dios! —gritó apretando las sábanas. —¡Renzo!

Renzo colocó sus piernas por encima de sus hombros profundizando en ella. El calor hervía su piel sudorosa y se acumulaba una bola caliente y pesada en su estómago.

Tomó el pelo azabache de Renzo entre sus dedos y balanceó sus caderas contra su cara haciendo que volteara los ojos hacia atrás. Gimiendo y gritando se corrió entre temblores mientras Renzo la bebía aún hambriento. Subió repartiendo besos por su estómago aún contraído, apartó las bandas cruzadas sobre los pechos desconectándolas del enganche detrás del cuello.

—No soy dios, pero me siento como uno. —murmuró sobre su piel.

—Humilde. —se burló ella con una sonrisa.

Lo atrajo hacia ella por la nuca uniendo sus labios. Gimió en su boca que cada vez le cogía mas el gusto, el sabor a menta con su sabor la mandó a un estado de excitación que la enviaba a una espiral de lujuria. Decir que le gustaba era mentirse salvajemente, porque esto le encantaba. Desde muy temprano descubrió que el sexo convencional, no era lo de ella, poseía un apetito sexual sucio que no había sido alimentado por mucho tiempo. Eso la tenía de piernas abiertas y bien dispuesta para su enemigo. En su mente tenía clara las cosas, no porque lo fuese a destruir, no disfrutaría de lo que le pudiera ofrecer.

Desnudó sin titubeo la ropa de Calavera mientras besaba cada tramo de piel tatuada de su pecho y abdomen cuando lo tiró a la cama, quedando ella sobre él. Se quitó el vestido que se le acumulaba en la cintura quedando como él. Renzo la veía desde abajo como quien ve a una diosa pagana haciendo sucumbir a los pobres mortales ante su belleza.

Las caderas se balancearon provocadoras sobre él. Las manos fuertes y firmes se anclaron en su cintura mientras Gianna se daba el arte de sacarse las prendas del pelo cayéndole por sus pechos en cascada.

—Estás deliciosa. —jadeó meciéndose bajo de ella sin penetrarla.

Renzo estaba disfrutado de la vista que Gianna le daba mientras se pasaba las manos por el abdomen y los pechos jugando con los pezones.

—Lo sé. Se han cansado de decírmelo, Calavera. —murmuró haciendo que este la tomara por la nuca fuerte y alzara el tronco para encontrarse en el medio.

—¿Quién es la humilde ahora? —mordió su mandíbula sacándole un gemido que le llegó a la punta de la polla engrosada bajo sus pliegues.

—¿Te revienta saber que tienes a una igual a la cual no puedes doblegar?

Renzo se rio ronco sobre la piel de su cuello.

—No seas ilusa, jamás serás mi igual.

Este era el momento de Gianna de echar la cabeza hacia atrás y reír. Lo volvió a mirar acariciando la barda de un día mordiéndose el labio inferior.

—No seas tú el iluso. Yo lo sé y tú lo sabes. Te jactas de decir que ves la víbora en mí. —mordió suave su labio inferior tirando de él. —Soy tu igual en más formas de las que puedes ver o imaginar y puedo ser más que tú cuando me dé la gana. —Tomó la polla dura y caliente colocándola en su entrada mientras bajaba lento sobre él. —Mírame Renzo. Soy eso que puedes tocar y nunca poseer. Soy la piedra que no puedes mover de tu camino por más que la empujes. —Se movió lenta y segura sobre él mientras lo embelesaba como una víbora lo hacía con sus presas y él estaba consciente de eso. —Soy esa daga que te vas a clavar por pura voluntad. Así que calla y fóllame como si fuese tu peor enemiga.

Stiletto VendettaWhere stories live. Discover now