—Déjame que yo vaya primera. Es más sencillo justificar mi presencia que la tuya. Eres un leñador y a estas horas, deberías estar trabajando y no deambulando por la zona.

—¿Entonces yo no hago nada?

—Trabajar. Si faltas sin motivo, vas a llamar la atención. Cuando vuelvas, al caer la tarde, nos encontramos aquí y haremos el cambio. Con suerte, tendré algo de interés que contarte.

—Iva...

—¿Qué?

Aleksey dudó por unos segundos. Parecía que estaba con ganas de decir algo, pero se lo contuvo.

—Mucha suerte. Sólo eso. Y ten cuidado.

Ivana asintió y se fue. Era muy importante para ella evitar que esa conversación, que alguna vez se tendría que dar, ocurriera. Todavía estaba enfadada con Aleksey y con ella misma. Cuando lo había confrontado el día anterior había esperado que le dijera que la amaba y que intentara besarla. "Afortunadamente, para él, no lo hizo". Eso la habría enfurecido más.

Durante la tortura en Perm él había dicho que la amaba. "A mí y a Yuli". Aquella declaración, que debería haber sido mágica en otras circunstancias, había sido una losa mayor que cargar. No se había definido por ninguna. Encima ahora parecía estar más confundido que antes. La muerte de Yuliya no debería ayudarla a ella. No podía esperar que ahora su decisión fuera más simple, porque era más compleja. "Amarme a mí en esta situación me maldice más".

Durante su paseo hasta el cuartel, un par de amigas de su madre la pararon y le dieron el pésame por su pérdida. Más que agradecer el gesto, deseaba desaparecer por todos los sentimientos que confluían por su cabeza. "Si pudiera, os cambiaría a todos por mamá y Yuli". El exponencial crecimiento de aquellos deseos la forzaba a alejarse de todos.

Decidió dar un rodeo y evitar recorrer las zonas comerciales del centro de Krasnovishersk. Estaba muy sensible como para estar recibiendo las condolencias de gente a la que no recordaba o que nunca le habían dirigido la palabra antes. Algunos hombres, se ofrecieron para convertirla su esposa para que no sintiera tan sola. Se tuvo que morder la lengua y siguió caminando con ganas de demostrarles que ya no era más una niña estúpida e indefensa. Había vivido experiencias que nadie en aquel pueblo podría imaginar. Vivencias que robaban la inocencia de forma irreparable. "No soy la misma, infelices".

Llegó a la placita donde el cuartel se levantaba. No era para nada comparable al que había en Perm. Era una pequeña casita de la guardia local, que contenía un despacho, un par de celdas y el arsenal (si es que se lo podía llamar así a la diminuta habitación que albergaría al armamento).

De momento, no había destacamento del ejército rojo o blanco en Krasnovishersk. Nadie estaba interesado en aquel miserable pueblo que aparte de troncos y un par de hombres, no tenía nada que ofrecer. "Pero aun así encontraron a Yuli". Por eso todavía se podía caminar con relativa paz. Aunque se podía oler que algo grande estaba pasando fuera de sus fronteras. La radio comunicaba las nuevas de la zona y no había nada halagüeño que esperar. "Esta falsa paz terminará en cualquier momento".

Se sentó con la espalda apoyada a uno de los árboles y empezó a llorar. Cada vez que recordaba que había deseado que Yuliya muriera, no podía contener su pena. "La maldije al final".

Su tristeza tenía el beneficio que nadie se le acercara. Salvo Aleksey y las amigas de su madre, ninguno de sus vecinos se había molestado en dirigirle la palabra mientras dormía apoyada al árbol. No cabía duda de que el rumor de que ella estaba maldita se había extendido por Krasnovishersk. Sólo los depravados hacían el intento de acercársele con la oportunidad de obtener algo más de ella. Tal vez tenía que morir alguien más para que la echaran definitivamente de allí. Pudiera ser que ella misma se tomara la molestia de hacerlo. El primero que se le pusiera de camino...

The Red Steam RevolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora