Capítulo 25

107 12 3
                                    

Ivana descansaba en una cama mientras los doctores dejaban la habitación con gesto nervioso. Habían puesto su mejor empeño en curar, no sólo la herida del hombro, sino las restantes que encontraron en su cara (incluyendo la de su costado). Aquellos tratamientos la habían hecho reprimir varios gritos en momentos determinados. Los antisépticos y los puntos habían puesto a prueba su tolerancia al dolor. Había tenido miedo de desmayarse por la impresión de ver como la aguja entraba y salía de su carne como si de una tela se tratara.

—Ha sido providencial que el comandante la haya enviado a nosotros. La herida a la vera de su vientre se estaba infectando y podría haberle costado la vida, jovencita —dijo el doctor más veterano del grupo—. No sé qué hará para ganarse la vida, pero si cosecha esas heridas, debería considerar cambiar de trabajo.

—Gracias, doctor. Lo tendré muy en cuenta para cuando pueda volver a casa.

—Le recomendaría reposo absoluto, pero algo me dice que usted no es de las personas que puedan estar sentadas sin hacer nada todo el día.

—Ojalá pudiera. Le prometo que, si de mí dependiera, me encantaría quedarme aquí y recibir sus cuidados.

—Cuídese, entonces. Son días extraños.

—No hace falta que me lo jure.

Minutos después apareció su escolta personal compuesto por dos soldados de facciones parecidas, cabellos rubios, ojos azules, atractivos, salvo uno tenía una cicatriz sobre la mejilla (que no le quedaba tan mal). Le daba apariencia de tipo duro. El uniforme militar no hacía más que reforzar su sensación. Aguardaron a que se vistiera y la acompañaron a un carro de caballos desde el cual la llevarían al palacio ese de Ipátiev. "¿Yo en un palacio?". No se lo podía creer. Aunque aquella emoción no perduraba mucho si se acordaba de Aleksey.

¿Dónde estaría en aquel momento? Nada más tuviera una oportunidad, escaparía e iría a buscarlo. "Pero ¿a dónde? No conozco Ekaterimburgo". ¿Pudiera ser que sus escoltas pudieran ayudarla a encontrarlo? No cabía duda de que sabrían dónde estaría encerrado. "Sin riesgo no hay gloria".

—Una pregunta, chicos. ¿Dónde llevaron al traidor que detuvieron en el tren? —preguntó con su más seductora sonrisa.

—Lo verás esta noche. Estará en la presentación, cariño.

—Cierra la bocaza o el comandante nos fusilará —espetó el de la cicatriz.

—No seas estúpido, es una niña. ¿Qué va a hacer? ¿Matarnos a todos?

—No se peleen chicos. Era solo curiosidad —expresó enojada. "Ya me están hartando que todos me traten así"—. ¿Qué van a hacer con él?

—Ya lo verás esta noche —respondió cicatriz con evasivas.

—¿Qué va a pasar?

—Es un misterio que Rasputín está preocupado en mantener.

—¿Quién es Rasputín? —pregunto un tanto indignada. ¿Acaso se suponía que tenía que conocer quién diablos era ese tipo?—. ¿Vuestro general?

—¿Nadie te dijo que eres demasiado curiosa?

—Sí —respondió lacónicamente.

Cicatriz puso los ojos en blanco, pero aun así respondió:

—Fue consejero y hombre de confianza de los zares. Ahora está organizando al ejército negro. El nuevo poder en Rusia —explicó orgulloso.

—No quiero resultar insolente, pero... ¿Cuántos ejércitos hay debatiéndose el poder en Rusia? El rojo, el blanco, el verde... ¿Ahora el negro? Voy a tener que pensar en crear el mío propio. El rosa creo que está disponible.

The Red Steam RevolutionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora