prólogo

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La vida universitaria era cansada, no solo eso, tener un trabajo de medio tiempo hacia que sus días fueran más difíciles, pero no sé quejaba podría ser peor, su mayor problema era lo ruidosos que podían ser los pequeños que cuidaba en aquella guar...

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La vida universitaria era cansada, no solo eso, tener un trabajo de medio tiempo hacia que sus días fueran más difíciles, pero no sé quejaba podría ser peor, su mayor problema era lo ruidosos que podían ser los pequeños que cuidaba en aquella guardería, pues su audición era demasiado fina causando dolor al escuchar tantos gritos.

—Ari, ¿Qué tiene Alex? —dijo tomando al pequeño en brazos

—Creo que quiere dormir, arrúllalo mientras le doy de comer a los demás.

—Bien.

Comenzó a caminar con el lloroso bebé alrededor de todo el salón, dejando pequeños golpecitos en su espalda y susurrándole un canción de cuna, al poco tiempo el pequeño quedó dormido. Algo en su interior siempre se alteraba al ver a los menores, pues siempre deseo ser papá, sin embargo todavía era joven, tiene tan solo veintidós años y no creía ser lo suficientemente maduro como para criar a un mocoso.

—Bien Alex, descansa pequeño

Dejo al pequeño niño en una cama especial para menores de cinco años, aunque el chiquillo con suerte llegaba a los dos, en medio de su sueño estiró sus manitas y tomo su peluche de pato, lo abrazo y volvió a dormir sin importarle nada más. Aunque a Rodrigo si que le importaba algo más, le llamaba la atención el pequeño pelinegro que lo miraba desde la puerta.

George, ¿sucede algo? —dijo con suavidad

—Yo igual quiero —susurro

—¿igual quieres que?

Sin decir nada más, solo extendió las manos en señal de querer ser levantado del suelo, el castaño entendió la situación y repitió el proceso, solo que está vez se sentía diferente, las manitas del niño se aferraban con fuerza a sus hombros.

—George, ¿estás bien?

No obtuvo respuesta del pequeño, pero no insistió más, podría esperar a que estuviera listo, siguió dando vueltas y cantando canciones hasta que el menor se atrevió a decir algo

—¿Por qué?

—¿Por qué que?

—¿Por qué me cuidas?

—Porque eres pequeño y necesitas que estén al pendiente de ti, pero tus papis están ocupados y yo te cuido para que no te pase nada.

Era obvio que no podía solo decir que era su trabajo, pero lo que dijo era verdad, ese lado zorro suyo lo hacía ser muy cuidadoso con las crías, con cualquiera que fuera.

—Rodrigo, ¿puedes seguir cuidándome?

—Claro que si cariño, no te preocupes por eso.

La conversación finalizó y un par de minutos después los suaves ronquidos salían del osito. Lo dejo en su cama y salió de la habitación, ayudando a sus demás compañeros a cuidar del resto de pequeños. Solo estaba ahí en promedio 5 horas pero era divertido, le gustaban los niños.

Su relación con el pequeño George había comenzado desde que el menor llegó a la guardería, era bastante callado y retraído con todos, pero Rodrigo poco a poco fue ganando su confianza, poco a poco también fue ganando su pequeño corazón y en este punto, el padre del osito sabía de la existencia de Rodrigo, el chico que siempre lo cuida y lo hace feliz.

En definitiva, George no quería alejarse de Rodrigo, pero ¿Que pasaría si su propio padre tampoco quiere soltar a Rodrigo? ¿Podría llamarlo papá? ¿podrían ser una linda familia?.

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