Al contrario que yo, Jane no tenía ningún interés por darse de palos con ningún Custodio ni cualquier otro tipo de criatura. "Hay formas alternativas de defenderse", dijo ella, "¿quieres que te enseñé a preparar algún veneno casero". "No, gracias", dije yo.



Me tumbé de lado y apoyé la cabeza en el regazo de Blake. Encogí un poco las piernas, lo suficiente para no estar incómodo en la parte trasera del coche. Cerré lo ojos y noté como las yemas de los dedos de Blake se deslizaban entre mi cabello. Suspiré, aliviado, justo cuando el motor del coche se encendió y salimos a toda velocidad de la estación de servicio.

Giré la cabeza lentamente y alcé la mirada. Él estaba mirando por la ventana, con un puño apoyado en la mejilla. Tenía la misma expresión neutra y distante de siempre. Pero yo sabía que, aunque Blake no quisiera aceptarlo, tenía un gran corazón. Sólo había que darle tiempo, dejarle que se acostumbre a las personas. Y, entonces, el día menos pensado, te das cuenta de que se ha convertido en una persona muy importante para ti. Quizás no la más divertida ni la más ociosa, pero sí en la que más puedes confiar. Quizás por eso me enamoré de él. Nunca me he preguntado el por qué; es algo que no es necesario preguntar. Cada vez que recuerdo quien es la persona que tengo al lado, todas mis penas se alejan volando, veloces, sin quedar ni un solo recuerdo de su existencia.

Los dedos de Blake continuaron su masaje. Estaba agotado. Me quedé dormido.

Desperté justo cuando el coche dio un frenazo importante, haciendo que los cuatro que íbamos dentro nos sacudiésemos violentamente. Me incorporé todo lo rápido que pude. No parecía haber ninguna urgencia; los demás estaban más o menos tranquilos. Más bien, emocionados. Miré por una de las ventanillas del coche y pude observar que estábamos frente a dos altas torres de control y una gran alambrada, la cual rodeaba una imponente ciudad de edificios sombríos. Era de noche.

Sheryl abrió la puerta y bajó del coche, movimiento que imitó Blake.

- No bajéis, ¿entendido? – Nos dijo él.

Jane y yo nos quedamos en el coche mirando a través del salpicadero. Sheryl y Blake se acercaron a los Custodios que se encargaban de regular la entrada y la salida de la ciudad. Estuvieron un rato hablando con ellos hasta que, al final, Sheryl le tendió a cada uno un puñado de billetes bien doblados. Ellos dejaron el paso libre y, al volver al coche, actuaron como si no hubiera pasado nada. Fruncí el ceño, confundido, observando como dejábamos atrás la entrada a la ciudad con el ronroneo del motor de fondo.

- ¿Qué ha pasado ahí? – Pregunté.

- Pasa que en cuanto ven una suma suculenta de dinero, pierden toda su lealtad hacia el Gobernador – intervino Jane con un tono divertido.

- Ni yo lo habría explicado mejor... - Concluyó Blake.

Era verdad que aquella era una de las ciudades más corruptas del Gobierno, si no la que más. Y aún no había visto ni la mitad. Paramos delante de la puerta de titanio oscuro. Era un calco de la que había en la Capital.

Jane bajó del coche y antes de cerrar la puerta nos dedicó una sonrisa cómplice.

- Tengo que hablar con mi conocida, así que... ¿Por qué nos os dais una vuelta o hacéis algo hasta pasadas unas horas?

-Son casi las doce de la noche, Jane...

- ¿Y qué? Seguro que por aquí hay un montón de sitios entretenidos. Podríamos darnos un respiro, ¿no? – Preguntó Sheryl.

Blake nos miró a los tres, uno por uno. Acabó cediendo.

- Pero sólo un rato.

- No os olvidéis de tardar lo justo, tampoco es bueno que nos mantengamos tan expuestos – nos recordó Jane antes de despedirse de nosotros con la mano y acercarse a la puerta de titanio.

El Ángel de Lucifer [Completada]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu