30. ¿¡Él otra vez?!

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—¿A dónde vas?

Soplé la vela y todo se volvió oscuro. Busqué mi teléfono para encender la linterna y entonces recordé que aún se encontraba en el técnico. Solté por lo bajo varias palabrotas que habrían hecho sonrojar hasta a mi padre y caminé hacia las escaleras.

—Iré a ver.

—Espera. —Drake salió de la cama e intentó vestirse con prisa—. No vayas. Yo iré.

—No te preocupes. Tengo protección.

Abrí el primer cajón de la cómoda y saqué mi gas pimienta. Las monedas guardadas en el alhajero tintinearon cuando cerré el cajón. Bajé los escalones descalza y despacio, con temor a ser escuchada. Me tuve que apoyar en la barandilla de madera para que los escalones no crujieran bajo mi peso, pero lo conseguí.

En el piso de abajo había dos ventanas, una en cada extremo del pasillo. Las dos tenían las cortinas cerradas, pero un poco de luz se filtraba desde el exterior, por lo que no estaba caminando a ciegas.

La puerta de la oficina de papá estaba abierta. Me congelé al pie de la escalera, pero no oí nada proveniente de allí.

—¿Quién está ahí? —pregunté.

Drake bajó en ese momento. Volvió a pasar su brazo por mi cintura, pero esta vez para ponerse delante de mí. Pronto acabé escondida detrás de su cuerpo y lo único que pude ver fue su espalda. Pasé mi brazo por debajo de su axila con el gas pimienta listo para atacar.

—¿Qué crees que haces? —murmuró.

Me aclaré la garganta.

—Protegiéndote.

Nadie respondió desde el estudio, así que Drake avanzó. La puerta, abierta, nos tapaba la entrada de la oficina y nos impedía ver el interior. Cuando estuvo a punto de tomar la perilla, la puerta se cerró de golpe con tanta fuerza que el sonido resonó por todo el pasillo.

Los dos gritamos. Drake retrocedió, y yo también. Choqué con el primer escalón de la escalera y él chocó conmigo. Me resbalé y caí de culo al piso, con él encima de mí. En medio de la confusión me aferré a sus hombros para usarlo de escudo.

—¡Sacrifícate por mí!

—Déjame ponerme de pie, al menos.

Protestó y se deshizo de mi agarre para levantarse. Me disculpé e hice lo mismo, pero me quedé detrás de él. Cuando Drake abrió la puerta, yo extendí el brazo, aterrada, con el gas preparado. Pero no sucedió nada. Me asomé para espiar.

Dentro de la oficina no había nadie. Todo estaba en orden: los libros en sus estantes, el sillón acomodado detrás del escritorio. Los papeles... los papeles esparcidos por todo el suelo mientras la cortina se agitaba con violencia por el viento.

Drake caminó hasta la ventana abierta. Entré con él y comencé a recoger todos los papeles, más tranquila. Me había puesto muy nerviosa todo esto.

—Sólo fue el viento —dijo él.

Reí, nerviosa.

—Sí, eso tiene más senti...

La puerta volvió a cerrarse de un azote. Grité, Drake rió y cerró la ventana. Cuando se agachó para ayudarme a recoger los papeles, le di un golpe en el brazo. Me atrajo hacia él y me estrujó en un abrazo, sin dejar de reír, para evitar más golpes.

***

Unos minutos después estábamos bajando directo a la cocina para asegurarnos de que las puertas estuvieran cerradas con llave.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now