Capítulo 7

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Una música proveniente del pasillo hace que abra los ojos de golpe. En la estancia reina la oscuridad, a excepción de la pequeña porción de luz que sale de la puerta entre abierta. Aparto con ambas manos los pelos de mi cara y busco en mi muñeca derecha un coletero, pero no hay ninguno.

Me levanto de la cama y mis pies sienten el calor proveniente del suelo. Me coloco bien la camiseta y en el espejo de la cómoda diviso el nido de pájaros que tengo por pelo; resultado de irme a dormir con el pelo mojado. Decido ignorarlo y me aventuro por el pasillo buscando la cocina.

A cada paso que doy la envolvente canción Flawless de The Neighbourhood es más sonora. Me apoyo en el resquicio de la puerta y observo como Christian está de espaldas a mí esperando que el café se haga. Aprovecho que no se ha percatado de mi presencia para observarle detenidamente.

Lleva un pijama gris que marca cada uno de sus músculos y mi vista no puede evitar fijarse en su culo respingón. ¿Estará igual de duro como se aprecia a simple vista?

—Buenos días Alba. ¿Disfrutando del espectáculo? — Doy un salto, su voz me pilla desprevenida. ¿Por qué se tiene que dar cuenta de mi presencia cuando le miro descaradamente el culo? Mi mala suerte siempre hace presencia en los momentos menos oportunos.

—Eres un imbécil.—digo al mismo tiempo que me adentro en la cocina y me siento en una de las sillas que están dispuestas alrededor de la mesa. Me bajo la camiseta azul cielo para no dejar nada al descubierto, pero prácticamente me cubre un poco por debajo de los muslos.

—Eres tu la que me observa descaradamente el culo. ¿Pensaste que no me había dado cuenta de tu presencia? Tu olor envuelve toda la estancia, Alba. Tienes un aromo adictivo.

Me sonrojo de pies a cabeza, tratando disimular el rojo de mis mejillas con la cortina que crea mi pelo largo. De algo sirve al fin y al cabo la maraña.

—¿Cuándo nos vamos? —digo desviando la atención de su pregunta. Le miro directamente a los ojos tratando de no ponerme más roja, pero fallo en el intento.

—Ha habido un ligero cambio de planes.— se gira y apaga la vitrocerámica. Coge la cafetera y vierte café sobre las tazas azules que se encuentran en la encimera. —He cambiado la hora del avión porque ha surgido un asunto en el bufete y necesito encargarme de ello antes de irnos.

Agarra las tazas y las coloca sobre la mesa, dejando una enfrente mía. Saca de un cajón dos cucharas y se sienta a mi lado. Me pasa la cuchara y cojo el bote de azúcar que está en la mesa y me echo tres cucharadas.

—¿A qué hora es el vuelo?— digo removiendo el café.

—A las 16:37. Puedes quedarte aquí mientras esté fuera.

—Necesito cortarme el pelo.— apoyo los codos encima de la mesa suspirando dramáticamente.

Veo como acerca su mano hasta mi cara y aparta el pelo detrás de mi oreja. Por instinto me pongo nerviosa, su tacto es algo especial. Nunca había sentido algo así, bueno si, con James. Le aparto de mi mente, tratando de olvidarle. Tiene algo que es completamente adictivo para mi.

—¿Te pasa algo? —me mira preocupado y yo finjo una sonrisa para darle a entender que todo está bien.

Me mira no muy convencido y se aparta de mi para darle un sorbo al café. Imito su movimiento y mi cuerpo se siente satisfecho por las dosis de cafeína.

—Pensé que habías vendido este piso.— digo dejando el tema sobre la mesa como si nada.

—Alba eso no es asunto tuyo. —me espeta de manera brusca. Me quedo quieta en la silla, mirando el café. —Oye, lo siento. —dice agarrando mi mano por encima de la mesa.-No quiero hablar de eso ahora, ¿vale? Puede que te lo cuente a la vuelta del viaje.

Aparto la mano de debajo de la suya y agarro la taza caliente de café. De reojo veo en su muñeca un reloj que marca las 10:23. Me bebo el café apresuradamente sin importarme el quemazón de éste. Me levanto y deposito la taza en el fregadero.

Un incómodo silencio se extiende por la habitación.

Me apoyo en la encimera cruzando los brazos sobre el pecho. Veo como se levanta y al igual que yo, deja la taza en el fregadero. Magnets empieza a sonar en la emisora y Christian me sonríe de lado. Le pego en el brazo, olvidándome de su contestación.

—¿Me vas a poner contra el cristal? —digo juguetona.

—Sólo si quieres que medio Londres vea ese culo tan jugoso. —Dice mientras me agarra ambas nalgas con fuerza.

Yo suspiro con el contacto de sus fuerte manos. Me gusta que me toque.

—Es una pena que me tenga que ir.- susurra en mi oído y le proporciono otro golpe en el brazo.

Me suelta el culo y sale de la cocina. Abro la boca sin creérmelo. Le persigo por el pasillo hasta encontrarlo en su habitación.

—¿Qué se supone que haces?— le recrimino mientras pongo los brazos en jarras.

Se dirige al vestidor y al momento sale con unos vaqueros y una camisa.

—Yo diría que vestirme. —Empieza a quitarse el pijama y yo me doy la vuelta, avergonzada. — ¿En serio? Ayer no te importaba verme desnudo. — Escucho sus sonoras carcajadas y me contengo para no soltarle un puñetazo en su precioso rostro.

—Ya puedes darte la vuelta Alba.

Me giro y lo encuentro vestido con unos vaqueros oscuros y una camisa gris. Jodido dios griego, todo lo sienta como un guante. Vuelve entrar en el vestidor y yo me siento en la cama, aún sigo bastante cansada.

—Tienes tu ropa colgada en el vestidor. —dice mientras se calza unos zapatos. —Cuando termine te llamaré por teléfono. Nos vemos después, preciosa.

Se larga dejándome sola por tercera vez. ¿Qué problema tiene este hombre? ¿Es una manía? Suspiro frustrada y camino hasta el vestidor. Veo un precioso mono de color negro y a su lado un cross top también de color negro.

A los pies del armario una pequeña bolsa llama mi atención. "La Perla", aparece escrito en una perfecta caligrafía. La abro y encuentro un sujetador de encaje negro, tan sensual que me ponga colorada. También se encuentra un tanga de encaje, y frunzo el cejo porque no son de mi agrado.

Tiene que estar loco si se piensa que me voy a poner eso, los odio.

Unos sandalias negras con una tacón de infarto me piden a gritos ser puestas.

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