Capítulo 2

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Zhamira Johnson

Salí de la ducha con la toalla al rededor de mi cuerpo tapando mi desnudez y, tan rápido como pude, me vestí y comencé a peinar.

Habían pasado varios días desde el abandono de Jack, días en los que sentía que el mundo se me iba a caer encima por el dolor tan grande que sentía.

Pero gracias a Bastián, su mejor amigo, había logrado sobrellevar la situación.

Él había llegado en el momento oportuno a brindarme todo su apoyo, algo que le agradecía enormemente.

Mis fuerzas eran nulas, mi corazón dolía enormemente y lo único que quería hacer era dormir para no pensar más.

Me miré al espejo y lloré al notar como mi aspecto comenzaba a cambiar con el paso de los días. Mis ojeras se hacían más grandes y eso solo lograba matar mi autoestima.

No me quería maquillar para ocultar absolutamente nada porque tenía días sin salir de casa, pero tampoco queria que los empleados me vieran en esas condiciones.

Ya a esas alturas sabían mi situación y me daba pena pensar que a lo mejor a mis espaldas murmuraban o se burlaban de mí.

Mi vida cambió de un segundo a otro y aún no había terminado de asimilarlo todo.

—Desayuno para la reina —la voz de Bastián a mis espaldas me sacó de mis pensamientos y volteé a verlo rápidamente.

Me sorprendí al verlo de pie frente a mí, con una charola de comida y una radiante sonrisa en el rostro que, aunque me costó un poco, no dudé en devolverle.

—¿A qué hora llegaste? —le pregunté confundida, pues se había ido el día anterior a altas horas de la noche por un inconveniente que se le había presentado quién sabe dónde.

Por lo que me extrañaba verlo ahí frente a mí y con el desayuno en las manos.

Dejó la charola encima de la cama y se acercó a mí más de lo que debería. Sin poder evitarlo, me puse más nerviosa de lo normal y todo se fue al carajo cuando dejó un suave beso en mi boca.

Igual que el dia que habia venido a verme.

En shock y sin saber qué decir, me deje guiar por él hasta la cama y me senté a su lado.

—Llegué súper temprano ya que decidí tomarme el día libre, por lo que decidí prepararte el desayuno y traértelo a la cama —dijo acercando un bocado de comida a mi boca y lo acepté gustosa, pero aún sin entender un carajo.

¿Por qué estaba actuando así?

Él y yo éramos amigos, pero desde que me había casado nos habíamos distanciado un poco, por lo que ver ese tipo de acercamientos conmigo solo lograba confundirme demasiado.

Comencé a masticar rápidamente y él sonrió al verme comer de su mano, como cual niña pequeña.

Al ser consciente de la situación, puse mi mano frente al cubierto y le pedí que parara, al menos un momento.

Necesitaba explicaciones.

—¿Por qué estás haciendo todo esto, Bastián? —fue lo primero que pregunté y él me miró antes de dejar el cubierto encima de la charola.

Tomó mis manos entre las suyas y me miró a los ojos directamente.

—Porque sé lo que estás pasando, me pongo en tu lugar y como tu amigo, te apoyo en todo lo que necesites —mi corazón comenzó a latir frenéticamente al escucharlo y, sin poder evitarlo, sonreí.

Era una de las pocas personas que se preocupaba por mi, sin mencionar que no tenía a nadie más en el mundo, pues era una mujer de muy pocos amigos y solitaria.

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