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Decir que el zombi estaba muy perdido era quedarse corto.
El chico tenía una expresión de confusión. No sabía en dónde se encontraba ni lo que pasó minutos antes de que lo durmieran.
Lo único que se le vino a la mente fueron los ojos rojos del desconocido que le habló.
"Aún recuerdo sus ojos, eran rojos como la sangre..."
Aquel zombi sin nombre suspiró, aún no podía creer que era un prisionero por parte de los humanos. No tanto por el hecho de que pensaba que lo nunca lo iban a descubrir, eso ya lo predecía muy en el fondo; sino que le hayan perdonado la vida pese a ser un muerto viviente.
Lo más extraño para él, es que en vez de dejarlo como estaba, decidieron quitarle la trampa y curar sus heridas, dejándolo en mejor estado, y con el tobillo cubierto de vendas.
"¿Por qué hicieron eso?"
"¿Qué es lo que quieren de mí?"
"¿Realmente creen que no soy malo o los mataré?"
"¿Acaso me van a torturar?"
Miles de preguntas rondaban por su cabeza, todas sin una respuesta clara.
Y por primera vez en mucho tiempo, aquel chico "muerto" temblaba, temblaba por el miedo que sentía al no saber cuál era su futuro exacto.
No sabía la clase de gente que estaba dentro de esta organización; puede que incluso sean mucho peores de lo que había observado, aunque también pueden ser humanos pacíficos con los que podía llegar a un acuerdo.
De cualquier forma, no pasó mucho tiempo para que estas incógnitas que tenía en su mente, fueran resueltas.
La puerta de aquella extraña habitación se abre, dejando ver dos siluetas masculinas grandes, posiblemente se tratan de adultos.
El menor se hizo el dormido rápidamente, pues quería saber qué eran lo que tramaban ellos.
Gibo-san, ¿está seguro que esto va a funcionar? - Pregunta una voz algo masculina a uno de los presentes del lugar.
Es lo mejor Ranteni. Créeme queapoyarán la idea. - Responde otra de las voces de la habitación. - Además, ¿ya viste lo pequeño que es? Parece ser de la misma edad que los del primer turno. - Añade la voz desconocida.
