Cap.6

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La ahora peliroja chica lloraba desconsoladamente en su antigua habitación. No tenía ánimos de nada, solo quería llorar.

Una rubia al enterarse de que su amiga había vuelto de Bangkok, y que su padre había muerto. Decidió llegar a la mansión Manobal, dónde la señora Manobal la resivio con gusto. La señora no se veía para nada bien. Subió por las escaleras en busca de su amiga. Tocó dos veces a su puerta buscando una autorización. La Tailandesa se levantó de su cama a duras penas y fue a abrir. Encontrándose con su mejor amiga, rápidamente la abrazo.

Aquella rubia era como un lugar seguro para la tailandesa. Se sentía bien abrazarla, y la había extrañado tanto esos 7 años que estuvieron alejadas. Las dos chicas estaban en la cama de la tailandesa, la rubia consolaba a su mejor amiga, le dolía verla así. La tailandesa había dejado de llorar. Nada conseguiría deprimiendose de aquella forma. Su padre no volvería aunque derramará todas las lágrimas que su cuerpo la dejaba vacíar.

Con un poco de papel higiénico limpio su nariz. Echo agua en su cara, para así limpiarla. Y finalmente le dio una sonrisa a su amiga.

—Te extrañe mucho ¿Sabes?— dijo la rubia a su amiga, quien estaba escondida en el cuello de su amiga.

—Prometo no volver a irme— dijo la tailandesa.

—Pintaste tú cabello... y lo cortaste— dijo la rubia viendo el cabello corto y rojo de su amiga. —Se te ve bien— dijo con una sonrisa.

—Gracias— dijo suavemente la tailandesa.

—¿Sabes? Hubo alguien a quién le afecto mucho tú ausencia— dijo la rubia acariciando las mejillas de su amiga.

—¿Si? ¿Quién?— pregunto saliendo de su escondite, para ver a su amiga.

—Lili... estos años que no estuviste. Jennie Kim y yo comenzamos a hablar— la peliroja se tenso al escuchar aquel nombre. —Ella me dijo muchas cosas ¿sabes?— la rubia acariciaba los pómulos de su amiga. —Estás más delgada. ¿Comías bien en Bangkok?— cambió el tema al ver las mejillas de su amiga algo hundidas.

La peliroja río ante lo dicho. La verdad es qué casi no comía en aquel lugar, a pesar de estar rodeada de sus familiares. Se sentía vacía.

—Cámbiate, quiero llevarte a comer— dijo la rubia a su amiga.

La tailandesa después de unos cuantos berrinches y pucheros, se levantó de su cama comenzando a cambiarse. Solamente se puso un pantalón y una sudadera, junto a unos tenis blancos. No tenía muchos ánimos de maquillarse.

Salieron de la mansión. Rosé había traído su auto. Por lo cuál no tuvieron que decirle a Wang que las llevará.

—¿Desde cuándo manejas?— pregunto la tailandesa.

—Hace un par de años. Lo hice más que nada porque mi madre me lo ordeno— explico la rubia.

—Creí que ya no te pondrías detrás de un volante desde aquella vez que te estrellaste contra un árbol— dijo la tailandesa, con cierta gracia.

—No me lo recuerdes. Ese día mis padres me castigaron durante un año sin salir a algún lado que no fuera al instituto— dijo la rubia.

Habían pasado un rato entre bromas, platicas y cantando. Estaban recuperando el tiempo que pasaron sin verse. Pues, a pesar de seguir en contacto. Era rara la vez que podían hablar fluidamente por la diferencia de horarios. Finalmente llegaron a una cafetería. Entraron al establecimiento.

—Buenas tardes ¿Qué les puedo servir esté lluvioso día?— pregunto amablemente la chica.

—Yo quiero un café late con el almuerzo número 4, por favor— pidió amablemente la rubia.

Amárrame.  Jenlisa [G!P]Where stories live. Discover now