Capítulo 86

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Me cuesta mirar a Ian a los ojos, sin embargo, me esfuerzo por sostenerle la mirada.

—Aylin, yo no...

Lo interrumpo con un gesto de la mano.

No quiero excusas.

—Sabías que mi abuela estaba enferma... —Sonrío con amargura— y no me lo dijiste.

Todo este tiempo engañada, hablando con Ian por teléfono creyendo que era un desconocido.

Fui una ilusa.

Y mi abuela...

«¿Cómo pudo hacerme esto?».

¿Ocultarme su enfermedad? ¿Privarnos de la oportunidad de compartir juntas el poco tiempo que nos quedaba?

Siento como si me estuvieran clavando dagas en la espalda.

Mi abuela sabía...

Ella sabía lo mucho que la amaba, lo mucho que la amo... La habría cuidado, ayudado, protegido...

«¿Por qué me hizo esto?».

Según lo que escribió, no quería que sufriera, pero ¿y el dolor que siento ahora por no haber podido compartir con ella lo suficiente, por no haber estado a su lado en los momentos más difíciles? ¿La certeza de que fui una mala nieta?

«No, hay sufrimientos que no se pueden evitar...».

Miro a Ian a los ojos. Esos ojos...

«Esperanza».

Se me revuelve el estómago y me obligo a apartar la mirada.

Claro. Sus chistes y comentarios fuera de lugar, sus preguntas y su aparente interés... ¡Todo formaba parte de un plan para entretenerme!

Un desconocido no me hubiera hablado de esa forma, no se hubiera interesado tanto en mis problemas, habría dejado de insistir a la primera...

«¿Cómo no me di cuenta?».

Ian me mintió... Y ya no sé de todo lo que me dijo qué es verdad y qué es mentira.

Me siento traicionada por él, sí; pero mi abuela...

Ni siquiera puedo molestarme con ella porque el dolor que siento por su pérdida es mucho más fuerte. Solo sé que, una vez más, algo se acaba de quebrar en mi interior.

Me siento traicionada por Ian, por mi abuela, por la vida... ¡Por todo!

—Aylin, ella me pidió...

—¡Ya sé que te lo pidió! Pero no pudiste... —Niego con la cabeza, intentando retener las lágrimas—. Joder, Ian, ¡tus padres también murieron! ¡Bien sabes lo que se siente! Tú... —Lo miro, expectante— ¿no hubieses querido despedirte de ellos? ¿No te hubiese gustado estar a su lado cuando más te necesitaban?

Él lo sabía. Conocía mi dolor. Sabía lo mucho que amaba a mi abuela y las enormes ganas que tenía de comunicarme con ella... Y aun así, me lo ocultó.

Como repuesta a mis preguntas, su rostro se contrae con una mueca de dolor.

—Lo sé, Aylin, justamente por eso te sugerí ir a visitar a tu abuela. No lo soportaba más... —Suspira, después se pasa una mano por el pelo—. No quería seguir mintiéndote. Merecías saberlo.

«Pero no me lo dijiste».

—¿Y si yo no hubiese tenido el problema con la renta, Ian? ¿Qué habría pasado? —No quiero ni imaginarlo—. Por favor, no te excuses. Al igual que mi abuela, me lo ocultaste —le reprocho.

Al otro lado de la línea © (#1AOL) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora