Capítulo 47

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“Sabía que no podría hacer frente al futuro a menos que fuera capaz de reencontrar el pasado.”

—Gene Tierney.

31 de diciembre...

—Cuidaos, grandotes —les digo a Tinny y a Lucy.

«Estos dos caninos se robaron un pedacito de mi corazón».

La señora Yellow me entrega mi última paga y, con una sonrisa de boca cerrada, me dice:

—Muchísimas gracias por todo, muchacha. Te deseo la mayor de las suertes.

—¡Gracias! ¿Me permite tomarme una foto con sus perros?

«No quiero olvidarles».

—Oh, claro.

Le entrego mi teléfono móvil. Ella lo agarra y lo mira con extrañeza, como si de un objeto no descubierto se tratase.

—No sé cómo tomarla. Detesto los aparatos electrónicos —admite, algo apenada.

¡Vaya! Había olvidado que la mujer es alérgica a la tecnología.

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Luego de unos minutos enseñándole a la señora Yellow cómo tomar una foto, ella afirma estar preparada para hacerlo. Me cuestiono su rápida capacidad de aprendizaje, pero no le digo nada.

Me ubico junto a Tinny y a Lucy. Ambos tienen la lengua afuera. Parecen sedientos, pero no babean.

Coloco una mano en la cabeza de Tinny y la otra en el lomo de Lucy, de tal forma que quedo casi aplastada por ellos.

—¿Ya? —me pregunta Yellow. 

Asiento con la cabeza y, para estar a la par de los caninos, decido sacar la lengua.

Sé que parece una estupidez, pero la foto tiene que quedar perfecta.

3, 2, 1...

¡Luz!

Entrecierro los ojos para no ser víctima de la ceguera y me percato de que tanto Tinny como Lucy dejan de mirar a la cámara para buscar, inquietos, de dónde proviene tanta iluminación.

—Creo que ya está, muchacha —dice Yellow, orgullosa de sí misma.

Me levanto del suelo y me acerco a ella para mirar el teléfono. Presiento que esto no salió como esperaba...

¡Y tenía razón!

Analizo la foto, horrorizada.

«Yellow activó el flash».

Salí con la lengua afuera y los ojos entrecerrados. ¡Os mentiría si os dijera que no parezco una estúpida! Por otro lado, Tinny y Lucy salieron mirando a las musarañas.

«Ay, no, madre mía».

No puedo pedirle a Yellow que repita la foto. Estoy corta de tiempo.

—¿Y? ¿Qué tal quedó? —me pregunta, esperando mi aprobación.

¡Lasañas!

—Eh... —Carraspeo—. ¡Perfecta! ¡Maravillosa! ¡Espectacular! —le miento, con demasiada efusividad para mi gusto.

Ella asiente con la cabeza, complacida.

«Pobrecita. Me creyó».

La señora Yellow tiene toda la razón en detestar los aparatos electrónicos...

Al otro lado de la línea © (#1AOL) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora