Capítulo 58

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Las palabras de Ian persisten en revolotear por mi cabeza como pájaros desesperados.

¿Mi abuela se mudó? Eso no tiene el menor sentido. ¿Por qué mi abuela se mudaría? Y, sobre todo, ¿por qué lo haría sin avisarme antes?

—¿Cómo...? ¿Se mudó? —pregunto, con la esperanza de haber escuchado mal.

Ian asiente con la cabeza.

Y tal vez me dejo llevar por la emoción, puede que por la perplejidad, pero ni siquiera yo veo venir lo que, con suma rapidez, hago a continuación.

Me acerco a Ian.

Efectúo un movimiento con la mano, y...

—Pero ¡¿qué acabas de hacer?! —vocifera, atónito, mirándome con incomprensión mientras se frota la zona adolorida.

Así es, le acabo de dar una cachetada.

No diré que me arrepiento, pero tampoco que estoy orgullosa de mi acción impulsiva... En mi defensa, sostendré que solo le estoy cobrando todas sus bromitas de mal gusto.

Os dije que soy una persona rencorosa.

—¿Recuerdas mi promesa? «Si algún día nos encontramos personalmente, te daré una cachetada» —le recuerdo con una sonrisa triunfante—. ¡Pues ya la cumplí!

La venganza es dulce... Y el cosquilleo que siento en la palma de la mano como consecuencia del golpe aún no desaparece.

«Ian tiene la cara dura...».

—Sí, pero... —comienza a decir, señalándome con un dedo acusador—. ¡¿Por qué eres así?! ¡Esto no era necesario! ¡Menudo primer encuentro! —Me escudriña con la mirada, tal vez para intentar encontrar en mi rostro alguna anomalía que le confirme que soy un monstruo.

Aylin de las Cavernas sería un buen apodo para mí.

Ian no deja de mirarme, y logro atisbar la furia que se intenta esconder en sus ojos.

Hago un gesto con las manos para incitarle a la calma, mordiéndome el labio inferior para evitar sonreír.

—Cálmate, tampoco es para tanto. Perdón... —le pido después. Un suspiro de rendición brota de mis labios—. Me exhalté.

Me pasé... Pero bueno, es de sabios rectificar.

Ian frunce el ceño, inconforme con mis palabras de arrepentimiento.

—¿No es para tanto? —Se cruza de brazos—. Simplemente no puedes andar por el mundo golpeando a las personas cada vez que te exhaltes. No es moralmente correcto.

—Venga ya, por favor. —Enarco una ceja—. ¿Ahora también me darás clases de moral?

«Lo que me faltaba».

Él niega con la cabeza.

—¿Sabes, Aylin? Me duele... —Suspira con dramatismo—. Me duele que me maltrates de esta forma —termina de decir, afligido.

«Pero ¿qué tenemos aquí? ¿La encarnación del drama?».

Desconocía la faceta artística de Ian. Sé que es empresario, pero debería considerar seriamente cambiar de empleo y dedicarse de lleno a la actuación. Porque ¿quién sabe? Tal vez hasta le quede el papel de Julieta Capuleto.

—Ya te pedí perdón. Estoy arrepentida. De verdad. —Intento que mi voz adopte un tono serio para que confíe en la credibilidad de mis palabras, pero fracaso. Me cuesta ocultar el matiz burlón.

Y es que la imagen de Ian interpretando el papel de Julieta, luciendo un hermoso vestido blanco, con su largo y radiante cabello siendo azotado por el viento (peluca, obviamente) mientras corre en cámara lenta, ansiosa, hacia su amado, circula por mi mente para intentar tentarme. Por supuesto, con una música muy dramática de fondo.

Al otro lado de la línea © (#1AOL) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora