Sempiterno

195 61 71
                                    

Aylin:

      Si estás leyendo esto significa que ya sucedió: he abandonado este mundo.

      Sé cómo te estás sintiendo ahora mismo: sola, triste, confundida, desilusionada y rota... Pero eres fuerte, mi niña. Siempre lo has sido. Nunca lo dudes.

      No sientas pena por mí, corazón, porque no tenía miedo, y tú tampoco debes tenerlo. La muerte no existe, es tan solo el comienzo de algo nuevo, una transformación. No le temas a lo desconocido. Aprende a disfrutar la incertidumbre.

      No me abandonaste, querida, aleja esa idea de tu mente. Solo hiciste lo que creías mejor para ti. Nunca te culpes por elegir tu bienestar, aunque eso signifique alejarte de lugares, cosas, e incluso personas queridas. Si crees que no pensar en los demás es egoísta, Aylin, recuerda que no pensar en ti lo es aún más.

      Sí, te oculté que estaba enferma. ¿Por qué? Porque lo habrías abandonado todo para venir conmigo y no podía permitir que hicieras ese sacrificio.

      Cuando descubrí que tenía cáncer, me negué a seguir el tratamiento recomendado por los doctores. No quería pasar mis últimos días en una cama de hospital, rodeada de aparatos médicos. Prefería una muerte digna, irme sin ser una carga... Ojalá puedas comprenderlo.

      ¿Por qué me mudé? También te mentí con respecto a mi mudanza. No me mudé, Aylin, solo cambié de casa un día antes de Navidad. Supuse que me llamarías el día veinticinco para felicitarme, y no quería que te comunicaras conmigo.

      Sé lo mucho que te costó rehacer tu vida luego de la muerte de tus padres. Lo siento, pero no fui capaz de destruir todo lo que habías logrado reconstruir. Sabía que me quedaba poco tiempo de vida, querida. No quería arruinarte otro Fin de Año.

      También sabía que, al escuchar tu voz, feliz y esperanzada, me costaría muchísimo ocultarte mi enfermedad. No quería engañarte respondiéndote que todo estaba bien. Y si te lo contaba, te romperías de nuevo. No podía permitirlo, Aylin. ¿Justo un año después de la muerte de tus padres? No te lo merecías.

      Tarde o temprano, te enterarías, lo sé. También existía la posibilidad de que, al no contestar tus llamadas, viajaras hasta aquí solo para comprobar que me encontraba bien; no obstante, confiaba en que no lo harías, pues sabía que no podías dejar de trabajar.

      Aun así, no quería subestimarte. Sé lo mucho que te preocupas por tus seres queridos, así que no podía descartar esa posibilidad.

      Necesitaba ganar tiempo.

      Y por eso recurrí a Ian.

      Le pedí un gran favor: intercambiar casas hasta que... Bueno, ya sabes.

      Le supliqué que, si me llamabas, te distrajera fingiendo no conocerme.

      Sí, Aylin, Ian sabía de mi enfermedad. Nunca estuvo de acuerdo con que yo te lo ocultara, pero es un buen hombre y quería cumplir mi última petición, así que lo hizo.

      Él me mantenía al tanto de vuestras conversaciones, que eran cada vez más frecuentes. Sabía que todo marchaba bien y eso me reconfortaba.

      Ian, poco a poco, se fue encariñando contigo. En varias ocasiones me comentó que te quería contar la verdad, que ya no lo soportaba más... Y yo sabía que tenía razón. No era correcto lo que te estaba haciendo, Aylin, pero no quería que sufrieras, intentaba protegerte.

Al otro lado de la línea © (#1AOL) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora