nueve

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Una de las peores sensaciones que existen, es la incertidumbre.

Horas de silencio ambiental únicamente interrumpido por el tecleo ocasional de la secretaria cuyo escritorio da directamente frente a la banca que ocupa Sakura, en espera de un resultado, sentado fuera de la oficina del licenciado Jongseong. La pequeña a su lado juega con sus piernas, columpiando sus pies bajo las botas color marrón, adelante y atrás, mirando ocasionalmente al suelo.

Sakura ha pasado ya por todas las etapas de la incertidumbre, desde el positivismo hasta el completo terror a medida que el reloj avanzaba, tick, tack, sobre la pared central del Juzgado. Las puntas de sus mocasines parecen ser demasiado interesantes, pues lleva minutos enteros mirando ese punto muerto con un pensamiento constante en mente, que ya fue acallado hace mucho, pero no deja de molestar.

Eunchae se sopla el flequillo recto de la frente, sus mejillas infladas y su paciencia al borde del límite, porque para una niña de cuatro años, pasar dos horas sentada en una banca, dentro de un juzgado, es todo menos divertido.

—Señorita Miyawaki...— la pequeña la llama, sus ojos cansados mirando a la alta mujer a su lado, tanto, que debe alzar su cabecita pelinegra para verla.—¿Usted tiene sueño?

Sakura niega con la cabeza, sabiendo perfectamente por dónde van las intenciones de su ex alumna.—Nop. ¿Tú sí?

Eunchae se talla los ojos con una mano hecha puño, sus labios en un puchero adormilado cuando se hace la fuerte y niega con la cabeza. —No.

—Mmm... — la pelinegra se desliza, se acerca de lado, sobre la banca y rodea por un costado a la menor. —¿Quieres dormir un rato? Prometo despertarte cuando tu mamá salga.

Eunchae asiente, recargando su cabecita en el muslo de Sakura, quien le aparta con cuidado el cabello de la frente. —¿Falta mucho para irnos?

—No princesa, ya casi...

El pecho de Sakura duele como si con dos manos, lo estuviesen estrujando hasta hacerlo pedazos dentro de su cuerpo. El veredicto final caerá esa tarde, después de que agentes de servicios infantiles revisaran cada recibo, cada movimiento, empleo, despido, todo lo que Chaewon había o no hecho con Eunchae, con su salud, su educación, quien la cuidaba por las tardes y en qué condiciones vivía. Por supuesto no pasaron por alto la hipoteca recién pagada con lo que le dieron por su auto, indagando en cada rincón por qué había permitido que el patrimonio de Joshua (ya que el departamento estaba a su nombre) estuviese hipotecado.

Semanas de exámenes, de revisiones y visitias, incluso Eunchae fue sometida a una entrevista que más parecía un interrogatorio sobre cómo vivía, que hacía, quien cuidaba de ella y Chaewon no tenía permitido entrar, por lo que Jongseong se convirtió en su abogado por una tarde. La pequeña fue muy fuerte a pesar de todas esas preguntas, aunque el aroma de crema para manos de la señora que escribía cada palabra que decía le mareara y le diera dolor de estómago. Le preguntaron si ella quería vivir con su papá, pero Eunchae solamente supo responder, que no quería que la alejaran de su madre.

La última parte del juicio de custodia se está llevando a cabo detrás de esa puerta de madera a metros de distancia de Sakura, quien con una niña dormida en sus piernas, implora al cielo que todo salga bien, que el juez dictamine la patria potestad de Eunchae, para Chaewon.

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Chaewon cierra los ojos, sujeta su pecho con ambas manos y respira hondo, con los ojos aguados y las piernas flojas, aún sentada frente al escritorio.

Jongseong se está despidiendo del juez, al igual que la ahora esposa de Joshua, Miyeon. Joshua llora contra el hombro de su esposa una vez esta ha dado las gracias al juez, sujetando fuerte a su marido.

Una novia para mamá | ssamkkura ✔️Where stories live. Discover now