Capítulo 20

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Kaveh se echó hacia atrás, una pierna sobre la otra mientras que su mano, sosteniendo la copa de vino blanco, hacía movimientos circulares, provocando que el líquido se deslizara por las paredes del cristal.

—No le agregues más preocupaciones, ya tiene suficiente con lo que nos enfrentamos. —interrumpió el emperador, aparentemente despreocupado.

—Lo digo en serio chico, las cosas no siempre van acorde con los planes. Un día te levantas pensando en el mañana pero, ¿quién te asegura de que llegarás hasta el final del día? —dijo, arrastrando las palabras—. No se puede jugar con el futuro.

—Sé que las ceremonias se llevaban a cabo un día al año, ¿quiere eso decir que hemos perdido nuestra oportunidad? —cuestionó ella con interés.

—No exactamente, desde que las ceremonias dejaron de ser algo regular hace ya más de una década, no hay forma de saberlo. Sin embargo... —carraspeó, cortando un pedazo de carne en su plato—. El mundo es consciente de que hay unión entre ambos ahora que están juntos, si no realizan el deber que tienen impuesto, podrían caer bajo consecuencias...

—No son más que mitos escritos en viejos libros, nadie lo ha sufrido como para hablar desde experiencia. —Volvió a intervenir Kaveh, con un tono que demostraba su claro desinterés por el tema.

La comida continuó amena, incluso cuando un tema tan serio acababa de ser dejado en bandeja. Sus pensamientos se dispersaron con cada mención de un futuro inadvertido. Supuso que ahora tendría la oportunidad de darle un fin a sus preguntas, pues estaba dispuesta a depositar su confianza en el extraño de afable sonrisa.

Algunas risillas resonaron tras puertas, pues muchas de las mujeres, algunas sirvientas y otras cocineras, se turnaban en una esquina de la cocina para echar un vistazo a sus dos nuevos invitados.

—Es muy apuesto, escuché que atemorizaba a su nación pero ahora mismo no parece ser tan temible como cuentan. —susurró una de ellas, tapándose la boca.

—No te emociones demasiado Mariam, esa jovencita debe de ser su prometida. —murmuró la otra, dándole un codazo a su compañera.

—Vamos chicas, no están siendo educadas, denles privacidad. —soltó la cocinera que suspiraba con los brazos cruzados.

Corban por otro lado se había percatado de las cabezas que se asomaban tras las columnas, tomando la oportunidad carraspeó y señaló con la cabeza.

—Kaveh, ¿por qué no vas a la cocina? Entretén a las jovencitas.

Kaveh giró en la dirección que fue apuntada y sonrió, negando con la cabeza.

—Pensé que el dueño de la casa es el que usualmente proporciona el entretenimiento. —comentó, dejando la servilleta sobre la mesa.

Shirin soltó una risa suave, apoyando los codos sobre la mesa para dejar reposando su mentón sobre la palma de su mano.

—Tampoco se le puede negar al anfitrión una petición, eres su invitado, haz lo que te pide. —animó ella.

El emperador enarcó una ceja y se inclinó hacia ella.

—No me lo estarás pidiendo para quedarte a solas con este hombre mayor, ¿verdad? Porque puedo asegurarte de que la mitad de sus anécdotas son inventadas. —murmuró esbozando una media sonrisa.

Shirin colocó una mano sobre su hombro para evitar que siguiera acercándose a ella, dándole un leve empujón.

—Incluso si así fuera sería más entretenido que escucharte soltar más mentiras. —contraatacó sin seriedad.

Los secretos de la herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora