Capítulo 10

211 37 36
                                    

Insistente, Shirin presionaba la palma de sus manos sobre la superficie del vestido, comenzaba a sudar frío. La calma no se hacía con ella, por lo contrario, parecía que cada vuelta que daba acababa estampándose contra una pared llena de falsas verdades o mentiras desoladoras. ¿Confiar en las palabras del rey Ioannis? Estaba consciente de que Kaveh actuaba por su propio bien, siempre había sido así, incluso si insistía en querer cambiar.

Un hombre capaz de matar por beneficio propio no se voltearía y daría la espalda ante una oportunidad. ¿Era ella esa oportunidad?

—¿Qué te pasa?

La voz de Kaveh la hizo volver en sí, provocando que subiera la mirada para verlo. Estaban de vuelta en el carruaje, camino al imperio. No se había percatado que en todo momento estuvo en silencio, con la mirada perdida entre pensamientos volátiles, sumida en una preocupación que sólo la revolvía a ella.

Él la observaba atento, incluso por unos instantes creyó que sería capaz de leer sus pensamientos y ver en ella la duda, sin embargo, el emperador no insistió.

Debería cuestionárselo, preguntarle e incluso revelarle lo que el rey le había dicho, pero, por alguna razón, la idea de que fuera verdad se sentía como un puñal arremetiendo contra su alma. No quería que siguiera divirtiéndose con su confianza.

Ella prometió creerle la noche anterior, incluso si ahora todo apuntaba a que había una nueva revelación oculta. Si dudaba, no estaría cumpliendo con su palabra.

—Estoy nerviosa por la ceremonia... —Mintió, volviéndose a la ventana.

—¿Solo por eso?

Shirin no se giró a verlo, temía que si lo hacía su propia expresión revelaría la verdad sobre su temor.

—Me quedaría más tranquila si me dices lo que debo hacer.

Kaveh se cruzó de brazos, tenía una expresión indescifrable, como si no le estuviera creyendo, pero, de alguna manera, le seguía el juego.

—Habrán muchos invitados, un gran banquete, un poco de música. Es un día de celebración que dará inicio a un nuevo principio sin sequía o hambruna. —dijo, viendo por la misma ventana que Shirin.

—¿No podrían traer a Leila? Ya que marca también un final a la tiranía del imperio, he de imaginar que este nuevo inicio no supone más amenazas.

—En lugar de traerla puedo prometerte que te llevaré de nuevo al pueblo, para visitarla. —respondió, dándole un toque a la ventana con sus nudillos para llamar su atención—. Pronto llegaremos, ¿no tienes una última pregunta?

La joven pensó por unos segundos.

—Cuando la ceremonia se lleve a cabo, tendré algún tipo de poder sobre las decisiones que se tomen para el futuro, ¿no es así?

—Si así fuese entonces no lo llamaría ceremonia. —sonrió ladeando la cabeza ligeramente—. Pero podría ser discutido.

Shirin seguía evitándolo, su corazón no estaba corroborando. No se acostumbraba a su altanera manera de hablar.

—¿Piensas ignorar mi linaje? Si soy hija de la última heredera, ¿por qué no podría reinar a tu lado? —cuestionó, finalmente mirándolo.

Kaveh no pudo evitar soltar una risa por lo bajo, se mostraba increíblemente interesado con las cuestiones que Shirin lanzaba.

—¿Ahora te importa tu linaje? Pensé que no querías tener nada que ver con gobernar, conlleva mucha responsabilidad. —Se inclinó—. ¿Te crees capaz de hacerlo? Por supuesto que lo permitiría, pero para ello debes ser capaz de juzgar, tener la carga de vidas no es un trabajo sencillo.

Los secretos de la herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora