Me demoro más de lo usual en abrir el grifo y cargar un vaso con agua, el temblor de mis manos y la visión borrosa a causa del llanto me complican un poco la tarea. Lo llevo a mis labios aprobando la frescura y el alivio cuando el líquido toca mi lengua y corre a través de mi garganta. Exhalo el aire de mis pulmones apoyando el cristal sobre la mesada quedándome de pie por un momento.

Entrelazo los dedos para detener el movimiento errático, cuando levanto la vista y me encuentro de frente con la ventana que da al patio trasero de la casa el reflejo en el cristal me hace sentir náuseas. ¿Cómo llegué a esto? ¿cómo lo permití? suelto un bufido de hastío sin poder tolerar mi propia imagen.

Toda mi vida me compararon con mi hermana; sus increíbles notas en el instituto, su increíble capacidad para poder estudiar luego una carrera en la Universidad, tan compleja y de un futuro próspero. Más bonita, más divertida, más aventurera pero sin perder la obediencia, una buena compañera de eventos, leal a la familia. Un orgullo indudable para los Roosvelt.

Blake no es responsable por el destrato de mis padres hacía mi, por Dios, estoy muy lejos de guardar rencor por ella. Pero ser tratada como la oveja negra, diferente, un estorbo y prácticamente un error andante, puede joderte bastante la cabeza. Estoy poblada de inseguridades que lucho todos los días por enterrar poniéndome un escudo y plantando una sonrisa en la cara.

¿Alguna vez supe quién era en verdad?

Por  dentro me estoy desvaneciendo. Me pierdo y me vuelvo difusa entre la espesa niebla que me traga y se alimenta con mi agonía. Cada segundo que pasa me reconozco incluso menos.

Tal vez no soy más que una farsa, un intento en vano que se creó para complacer a los demás y falló estrepitosamente.

¿Cuál es mi maldito propósito?

Tonta, estúpida, Alaris.

Antes de que mi hermana desapareciera no veía más allá de una vida vacía, cumpliendo con los deseos de mis padres con tal de satisfacerlos. Entonces ella se esfumó y de repente tenía algo por lo que mi existencia parecía tener sentido. Buscarla, mover cielo y tierra para hallarla, traerla de vuelta a casa. Si no podía ser suficiente por mi cuenta, si la hija que les quedaba era tal desperdicio de espacio y tiempo, traería de regreso a la luz del hogar. No solo por ellos sino que también por mi.

Fue una manera de ser útil hasta que papá mostró señales de que mis aventuras no le causaban mucha gracia. Si tan sólo pudiera tener todas las respuestas, si pudiera armar el rompecabezas.

Un suspiro de derrota cae de mis labios.

Doy la vuelta sobre mis talones, volver a la cama no va a solucionar mis problemas, pero al menos va a silenciar por un rato las hostiles voces en mi cabeza.

Ahora mismo soy mi propia peor enemiga.

Un maullido suave y un ronroneo persistente me sacan de mis cavilaciones. Parpadeo mirando hacía mis pies y al dar con Ava un amago de sonrisa tira de mis comisuras.

—Tú me haces sentir que vale la pena—Me agacho para acariciar su pomposo pelaje. Ella se menea debajo de mi palma, pidiendo más mimos, levantando su nariz rosada y pasándola entre mis dedos. Me sorprendo cuando mis ojos se empañan con nuevas lágrimas como si no hubiese llorado bastante esta última semana.

Entonces Ava levanta sus puntiagudas orejas apartándose de mi tacto. Se pone en alerta y aunque es obvio que no compartimos la misma aguda audición los vellos de mi nuca se erizan ante su postura defensiva.

Miro hacía dónde ella lo hace, sin embargo, con las luces apagadas no hay mucho que ver. Algo de la noche estrellada traspasa las delgadas cortinas de la planta baja pero no hay mucho más de lo que ayudarse. Aunque pronto me encuentro muy tensa y con el sentido de supervivencia al máximo. Desde aquí puedo vislumbrar el comedor y el contorno de una sombra sentada en una de las sillas me congela la sangre. Quizás papá se olvidó uno de sus abrigos en el respaldo, o mamá la chaqueta de su uniforme. Rezo para que sea eso. Pero la silueta se mueve y Ava sale corriendo en su dirección. Me asombro al escuchar sus ronroneos y los sonidos felinos de felicidad. 

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