Capitulo 1

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Playa de Balos, Creta 1824

Aquella mañana resultaba de los más agradable para la vista de cualquiera que tuviera un par de ojos en la cara y supiera disfrutar de la soledad que ofrecía a las horas en las que el sol estaba saliendo. El agua turquesa que se reflejaba en los ojos del joven Bridgerton le resultaba de lo más familiar aunque nunca hubiera visto un color tan igual.

Se sentó en la orilla de la playa, la cual estaba formada por una arena tan fina y tan blanca que con tan solo tocarla podía llegar a desaparecer.

Desaparecer…que era lo que él había hecho nada más terminar la temporada en Londres.

Miraba a lo lejos ya que se podía divisar la isla de Gramvousa y la brisa mañanera peino por completo su pelo a la vez que él apoyaba sus brazos en sus piernas admirando la belleza del lugar.

¿Cómo era posible que tuviera tal belleza delante de sus ojos y hasta hoy no se hubiera dado cuenta?

Tal vez podía ser porque era la última vez que la vería ya que la perdería de vista al regresar a Londres. ¿Era tan necio como para solamente apreciar algo cuando iba a perderlo? Tal vez si, o tal vez no.

Abrió su cuaderno con la intención de escribir pero… ¿Escribir qué? o mejor dicho ¿Escribir a quién?

- Señor la última misiva también ha sido devuelta -dijo un mozo que salió de su hotel en su busca.

Colin cogió entre sus manos la carta y le pidió al chico que se retirara. Tan poco le sorprendía que le hubiera devuelto la carta sin respuesta que su corazón se detuvo un segundo al leer el nombre ; Querida Penelope Featherington.

¿Cuando se había vuelto normal que Penelope no le respondiera las cartas? Ellos dos eran un equipo , eran Colin y Penelope. Y siempre que él salía de viaje, ella le amenizaba su vuelta con mil historias que contar mientras que él le contaba todos los destinos paradisíacos que había visitado.

Puede que a Penelope le doliera el hecho de que pudiera viajar todo lo que él quisiera y ella, por ser mujer, no pudiera hacerlo. Mentiría si alguna vez no hubiera pensado en invitar a Penelope a unirse a sus aventuras…pero sabía que aquello la sociedad Londinense no lo hubiera visto con buenos ojos. Pero no podía negar el hecho de que en más de una ocasión hubiera deseado tener a Penelope a su lado para contarle al instante cómo se sentía al ver tal maravilla delante.

Quería entender el porqué de su desaparición pero la pequeña posibilidad de que le hubiera pasado algo le comía todas las entrañas.

- Su equipaje está listo señor -dijo volviendo el mozo.

Colin asintió con la cabeza y una vez que se puso de pie, se detuvo a contemplar por última vez aquel paraíso. Era hora de volver a la realidad.

A la desconocida realidad.


Mayfair, 1824

Miraba el reflejo del agua en el que estaba sumergida y hecho su cabeza hacia atrás descansando. Últimamente sentía que estaba más nerviosa de lo normal pero no había permitido que nadie viera sus nervios, sus inseguridades. Eso nunca jamás.

Aquella noche marcó un antes y un después en la vida de Penelope y se juró que lo único que iba a quedar de ella tras deshidratarse en lágrimas iba a ser su voz.

Ya no era una niña pequeña, era toda una mujer. Aquella frase se la repetía todos los días enfrente del espejo mientras que miraba como su reflejo iba cambiando hasta convertirse en la mujer que siempre había deseado ser. Una mujer independiente, una mujer libre de pensamiento, una mujer capaz de enfrentarse a cualquiera que quisiera ponerla a la altura de los caballos. Una mujer que por mucho que quisiera menospreciar iba a ser la luz que más iba a brillar .

- Señorita Penelope -dijo Varley al entrar en la habitación.

- Dime Varley -continuó Penelope aun dentro de la bañera.

- Ha llegado una invitación para el baile de Lady Danbury -anunció.

- ¿Y por qué no se la entregas a mi madre? Ella es la señora de la casa -respondió.

- Porque la invitación solo es para usted.

Varley le entregó la misiva y claramente ponía Penelope Featherington, no familia Featherington. Se retiró y lo primero en lo que pensó Penelope fue en que debería de ir a la modista para comprarse algunos vestidos nuevos. A decir verdad, daba gracias de que su madre la diera ya por perdida, ya que ni le preguntaba hacia dónde iba ni de dónde sacaba el dinero para tantas cosas.

Salió de la bañera y acto seguido poniéndose el camisón, se sentó para comenzar a arreglarse para ver  a la modista. Desde su habitación podía ver perfectamente la casa de los Bridgerton, y por consiguiente, la habitación de Colin. solo pensar su nombre le provocaba un dolor tan inmenso, que lo convertía en rabia y a su vez en admiración a sí misma. Tal vez a Colin Bridgerton no le importara pero desde ese día se juró que ella se iba a querer por los dos.

Una vez arreglada bajó por las escaleras y se encontró con su madre.

- ¿Otra vez a la modista Penelope? -preguntó curiosa.

- Lady Danbury me ha invitado al primer baile de la temporada y necesito algunas cosas.

- Hasta la propia Lady Danbury te ve ya tan solterona que solo te invita a ti. Ya no me necesitas de carabina.

- Tal vez solo quiere que vaya Penelope y no tu mamá -respondió Felicity defendiendo a su hermana a lo que Penelope sonrió.

- No tardaré en volver.

Penelope salió de su casa en dirección a la modista y por el camino no pudo evitar fijarse en cómo brillaba el sol aquella mañana, incluso parecía que ese brillo le seguía a ella.

- Penelope hacía mucho tiempo que no te veía.

Penelope se giró ante la voz de Cressida Cowper- Cressida -dijo con poca emoción- Es un gusto verte a ti también.

- Me tienes que decir que ungüentos has utilizado para verte así de radiante.

- Creo que no podrías conseguirlos ni con todas las monedas del mundo Cressida.

- Si alguien con tan pocas monedas como tú lo ha conseguido creo que yo podré hacerlo -dijo ofendida.

- Te equivocas Cressida. Se llama amor propio, algo de lo que tu careces ya que para obtenerlo te dedicas a menospreciar a las jóvenes londinenses mientras que yo las aplaudo. Que tenga una buena mañana.

Penelope se giró y continuó con su camino llegando a la puerta de Madame Delacroix.

- Señorita Penelope es un placer volver a verla -dijo delante de todas las demás que quedaban aún en la tienda- En un momento estaré con usted.

Esperó sentada a que despachara al resto de clientas y cuando no quedó ni una, cerró la tienda para que estuviera las dos solas.

- Mon dieu, se han vuelto como lobas -dijo levantando las manos- Voy a por las telas que estuvimos mirando Penelope.

- Nunca antes las había visto así, ni cuando el duque vino a la ciudad -dijo subiendose al pedestal para que Delacroix empezara a tomar medidas.

- Bueno es casi igual -dijo empezando a meter el bajo.

- ¿Acaso viene alguien de la realeza o similar? Ya sabe que cualquier información es buena para Lady Whistledown

- Casi -dijo carraspeando- Al parecer hay rumores de que el joven Colin Bridgertone está de regreso.

Delacroix miró a su amiga para ver su reacción pero Penelope no dijo nada, no articuló ningún músculo o impregnó expresión facial alguna en su cara. Simplemente no podía creer que por fin había llegado el momento que tanto estaba temiendo.

El momento de hacerle saber que nadie era digno de ella, ni siquiera él.

6 de Abril de 1812Donde viven las historias. Descúbrelo ahora