Capítulo XII: Represalia (I/III)

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Soriana

Me desperté a mitad de la noche, con el brazo de Aren cruzando mi cintura desnuda debajo de las suaves frazadas. El calor ascendió a mis mejillas al recordar lo que había sucedido entre ambos hacía poco tiempo. Parpadeé un par de veces y suspiré en silencio antes de levantarme de la cama. Con el mayor sigilo del que fui capaz tomé mis ropas desperdigadas por el suelo y comencé a vestirme.

—¿A dónde vas?

La voz ronca y adormilada de Aren a mis espaldas me sobresaltó. Al girarme, lo vi bajo la tenue luz que arrojaban las luminarias, apoyado sobre uno de sus codos, mirándome. ¿Cuánto tiempo llevaba despierto? Suspiré antes de hablar.

—Hay algo que debo hacer.

Aren giró un poco y miró en dirección al ventanal que tenía las cortinas corridas, la densa oscuridad de la noche se colaba en el balcón y contrastaba con la poca luz en el interior de la recámara.

—¿En mitad de la madrugada? —preguntó con un dejo de sarcasmo. Cuando no respondí, él se incorporó del todo y agregó—: ¿No me lo dirás? Me gustaría que confiaras en mí, Soriana, que no me guardaras secretos.

Llevaba tanto tiempo cargando en soledad mis culpas y mis errores que era difícil compartirlos con alguien. Aren esperaba una respuesta, sus ojos dulces me miraban. Debía aceptar que ya no estaba sola, así que le tendí un puente para darle acceso a mi isla solitaria.

—Hay dos cosas que deseo hacer esta noche —le dije, me senté en el borde de la cama y le acaricié las puntas de los cabellos castaños que le caían en los hombros—, cuando me fui de Augsvert dejé en mi antigua habitación un libro qué deseo recuperar. También quiero ir a la biblioteca.

Aren frunció el ceño.

—¿No puede esperar hasta el amanecer?

Yo negué en medio de una pequeña sonrisa. Él tomó la mano con la que lo acariciaba, la acercó a sus labios y la besó.

—¡Siempre tan misteriosa! Lo has sido desde que eras una niña, ¿sabías? Es una de las cosas que más me atraen de ti.

—Entonces, ¿cuándo te revele todos mis secretos, dejaré de gustarte?

—Sospecho que siempre guardarás algún secreto, mi reina.

Volví a sonreír, empezaba a adorar que me llamara de esa forma.

—Me cuidaré de no revelarlos todos.

—¿Puedo acompañarte?

Yo asentí.

Mientras terminaba de vestirme, Aren me hizo una pregunta que debí haber esperado y, sin embargo, me tomó por sorpresa.

—Soriana, eso en tu muñeca, ¿a quién le has jurado gefa grio?

Augsvert III: la venganza de los muertosWhere stories live. Discover now