Capitulo IX: "Se acerca el tiempo de la verdad" (IV/V)

56 16 135
                                    

Soriana

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

Soriana

Había sido un mal plan. Una pésima idea como todas las que había tenido en mi vida. ¿Por qué fui tan arrogante de creer que podría engañar a los alferis?

No sabía a donde se habían llevado a Keysa y con el cordón de ethel que sujetaba fuertemente mis muñecas a mi espalda, había muy poco que yo pudiera hacer.

La puerta de la oficina de Caleb permanecía cerrada. De nuevo, me acerqué y pegué la oreja intentando escuchar algo del otro lado, pero cuanto oía eran pasos y un murmullo amortiguado de voces. Empezaba a desesperarme, no perdería a Keysa de nuevo. Iba a convocar a Assa aldregui cuando la puerta de madera se abrió.

Caleb entró y luego lo hizo Keysa.

—¡Soriana! —exclamó la joven hada arrojándose sobre mí.

Su cuerpo delgado me tumbó en el suelo. No sentí sus brazos rodearme, allí me di cuenta de que ella también estaba atada.

—¿Estás bien? —le pregunté mientras examinaba que no tuviera ninguna herida en su rostro—. ¿Te han lastimado?

—Estoy bien.

—Creí que te llamabas «Ariana» —mencionó Athelswitta con ironía mientras cerraba la puerta tras de sí.

—Ariana, Soriana, es lo mismo —traté de restarle importancia a nuestro error.

—Yo no creo que lo sea. —Los ojos de agua de Caleb se fijaron en mí—. Pronto saldremos de dudas.

El capitán se apartó un poco para darle paso a alguien que hasta entonces no había notado. No podía decir si la enjuta figura correspondía a un hombre o una mujer. Tenía el rostro cubierto de profundos surcos, con ojos claros, diferentes al del resto de los alferis que había visto hasta ese momento. Los iris eran de un blanco lechoso y no tenían pupilas. Él o la anciana se acercó a mí, encorvada.

—Ariana. —Keysa se apretujó a mi costado.

—No te preocupes, estaremos bien.

La mano apergaminada abandonó la ancha manga de tela gruesa de su túnica y fue a posarse sobre la cabeza dorada de Keysa, mientras los ojos lechosos se dirigían a un punto indeterminado.

—Un hada joven, antes cautiva —dijo con voz aflautada.

Entonces lo entendí, era una vidente. Después de todo, sí tendría que convocar a Assa aldregui, iban a descubrirme.

—No lo hagas. —Él o la anciana, de inmediato, colocó la mano sobre mi cabeza antes de que pudiera susurrar la llamada.

Un extraño entumecimiento se apoderó de mí. Tuve miedo al sentir mi espíritu atrapado por la fuerza inconmensurable del ser que apenas si me estaba tocando. Una especie de vértigo, un tirón en mi estómago.

Pánico.

—Una alferi. —La voz de flauta llegó a mí dejándome impávida—. La sangre de los antepasados corre por sus venas.

Augsvert III: la venganza de los muertosOnde histórias criam vida. Descubra agora