Capítulo V: Enemigo (I/III)

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Keysa

Cuando abrí los ojos por la mañana no podía creer lo bien que me sentía. Tenía tanto tiempo sin dormir en una cama como aquella, que no quería levantarme. Me pareció increíble darme cuenta la manera en la que había extrañado cosas tan simples como una cama o un baño, incluso la risa de las personas, así fuera la de los hombres ebrios de la taberna.

La antigua Keysa se habría aterrorizado por estar rodeada por hombres como esos. Y no es que no sintiera miedo o temor, seguía teniéndolo, era solo que me había dado cuenta de que la vida —vivir en realidad— era más importante que el miedo, porque en cualquier momento podría morir y no pensaba malgastar mi existencia escondiéndome o lamentándome por las cosas que había vivido en mi pasado.

Por eso no podía entender a Soriana. Una mujer tan hábil y fuerte como ella, ¿por qué tenía tanto miedo?

Me desperecé en la cama, y al estirarme, mi brazo chocó con un cuerpo a mi lado. Al darme vuelta la vi a ella, continuaba dormida.

Me levanté y empecé a arreglarme, mientras lo hacía el recuerdo del príncipe Kalevi cruzó fugaz mi mente. Sin poderlo evitar sonreí. Soriana dijo que se había preocupado por mí, que incluso trató de venir con ella en mi búsqueda. Hubiera sido lindo volverlo a ver.

Suspiré. Tenía el presentimiento de que eso no sucedería. No quería que Soriana continuara huyendo de su vida, no iba a permitir que se escudara en mí para hacerlo, ella tenía que regresar a Augsvert y yo no quería dejarla sola cuando eso pasara.

Luego de ponerme el vestido comencé a cepillar mi cabello

—Aunque Kalevi podría ir de visita a Augsvert —me dije deslizando el cepillo por mi cabeza—. Los príncipes a veces van a otros reinos. Hum, creo que lo llamaban diplomocia, diplocia.

—¿De qué príncipes estás hablando?

Se me cayó el cepillo. Cuando escuché su voz ronca me di vuelta, Soriana bostezaba sentada en la cama.

Me quedé en blanco pensando qué decir.

—Eh... los príncipes... tal vez alguno podría ayudar con ese problema del hechicero, ¿no crees? —Le di la espalda para que ella no notara el sonrojo que de seguro tenía, porque me sentía la cara caliente—. Quizás puedes pedirle ayuda al príncipe Kalevi.

Sentí a Soriana levantarse y luego el chapoteo del agua de la palangana junto a la cama.

—No lo sé. Podría ser, aunque no quisiera molestarlo. Kalevi tiene sus propios asuntos. Bastante hizo ya con darme dinero y una escolta.

—¿Una escolta? ¿Cuál escolta? Solo los he visto a ti y a Aren.

Soriana tomó de una de las alforjas un vestido de tafetán azul oscuro con el cuello alto y se lo puso. Era raro verla de nuevo lucir ropas elegantes.

Augsvert III: la venganza de los muertosWhere stories live. Discover now