CAPÍTULO 12

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Una visita inesperada

SHIARA

Salgo colérica de la academia; con un nivel de enojo tan grande que lo siento desbordarse por cada uno de mis poros.

Suelo ser una persona pasiva, pero justo ahora soy capaz de matar a la primera persona que se me pose en el camino con tal de desquitar un poco de mi enojo.

Me siento tal así como un vampiro sediento, ansioso por clavar sus colmillos en la primera presa que se pose a tan solo diez metros de distancia suya, con tal de calmar su angustiosa sed.

Me subo en mi camioneta de mala voluntad, cerrando la puerta con un portazo innecesario detrás de mí.

Ni siquiera enciendo el estéreo o me pongo a hacer rabietas en el interior de mi coche, sino que enciendo el auto de inmediato; tomando la carretera con una velocidad inapropiada.

Una parte de mi cerebro, la más minuscula me regaña a por ello, pues no es decente y seguro de mi parte conducir en este estado, pero a la otra parte de mi cerebro le importa un cuerno, y lo único a lo que me insta es a hundir cada vez más el pie en el acelerador.

Para liberar el estrés lo que suelo o solía hacer era subirme a unos patines y dirigirme a la primera pista de hielo que encontrase, pero justo en estos momento no creo que sería una buena idea; pues el hacer eso es exponerme a que un sinnúmero de fanáticos a mi deporte ocupen mi espacio... Lo cual no me disgusta las mayorías de las veces, a excepción de cuando me siento ofuscada como lo es este momento, como lo he dicho ya en ocasiones anteriores.

Y la pista de hielo de lo que ahora se supone que es mi academia está como toda la estructura de la misma; totalmente abandonada, descuidada e inepta.

Me dirijo a Belgravia con rapidez absoluta, llegando a mi departamento en menos de cinco minutos contados. Donde me dirijo en zancadas hacia mi habitación y me despojo de la ropa metiéndome a la ducha; donde tomo un baño completo de agua helada, con la intención de disminuir mi nivel de cólera, y evitando con todas mis fuerzas ponerme a hacer berrinches inmaduros.

Tallo mi piel con coraje, como si yo misma fuese la culpable del motivo de mi enojo, pero cuando voy a mitad del baño escucho sonar el timbre de la casa; una, dos, tres veces seguidas.

-¡Ahg! -zapateo irritada, sopesando la idea de hacerme la loca y no atender a la puerta, pero el repetido sonido urgente en el timbre me hace espabilar la idea de mi cabeza.

Haciéndome salir de malas ganas de la ducha, tomando una toalla con la cual me escurro un poco el agua de manera precipitada, antes de envolverme en el primer albornoz que tomo. El cuál me voy atando a medida que camino sobre la loseta de mi habitación, saliendo de la misma en dirección a la puerta principal.

--¡Voy! -grito engrifada, cuando noto que no dejan de tocar de manera imprudente quién sea que esté del otro lado de la puerta.

A medida que voy caminando en grandes zancadas por el vestíbulo, me tomo el cabello mojado que aún goterea sobre mi espalda, al cual envuelvo en un moño improvisado, sujetándolo con una liga que traía enroscada a mi muñeca.

-¡Que ya voy! -vuelvo a gritar, ante el incesante sonido del timbre.

Y justo segundos después tomo el pomo de la puerta, al cual le quito el seguro, abriendo la misma, encontrando a dos personas esperándome del otro lado de la puerta, con equipaje incluido.

Inspecciono a ambas personas de pies a cabezas, un tanto sorprendida y consternada por la inesperada visita.

Una de las personas me mira con los brazos cruzados sobre su pecho, con semblante serio y un tanto enojado, mientras repiquetea la punta de su zapato contra el suelo.

Cenizas Fuera Del Hielo Where stories live. Discover now