capítulo 1

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Antes de que el sol haga su aparición en el horizonte, me levanto con la bruma del sueño aún envolviendo mis pensamientos. Bajo de la cama y mis pies descalzos tocan el suelo helado, provocando un leve escalofrío que recorre mi piel. Con pasos pesados, me dirijo hacia la puerta entreabierta y la abro lentamente, dejando que el aire fresco de la mañana inunde la habitación. Me deslizo hacia mi mesedora rosa favorita y me acomodo, envolviéndome en la suave calidez de una cobija blanca.

A medida que el cielo oscuro comienza a desvanecerse lentamente, observo con anhelo cómo los primeros rayos de luz comienzan a asomarse en el horizonte. Es en estos momentos mágicos, cuando la oscuridad da paso a la luz, que encuentro consuelo y esperanza. Desde que era una niña, he encontrado en este fenómeno natural una poderosa metáfora de la vida: que incluso en los momentos más oscuros, la luz siempre encuentra la manera de brillar.

El aire fresco de la mañana golpea con fuerza, haciendo que mis cabellos se alboroten y danzando al compás de la brisa. Observo maravillada cómo el cielo se tiñe gradualmente de tonos naranjas y dorados, mientras destellos rojos anuncian la llegada triunfal del sol. Es un espectáculo que nunca deja de cautivarme, una danza celestial que marca el comienzo de un nuevo día lleno de posibilidades y promesas.

El resplandor dorado del sol se intensifica gradualmente, bañando el paisaje en una cálida luz matutina. Los contornos de los árboles se delinean con suavidad contra el cielo en tonos pastel, mientras que las sombras de la noche se disipan lentamente, dando paso a un nuevo día lleno de potencial.

Permanezco allí, absorta en el espectáculo celestial, dejando que la tranquilidad de la mañana llene mi ser. El mundo parece detenerse por un momento, suspendido en el tiempo mientras el sol se eleva lentamente sobre el horizonte, iluminando todo a su paso con su resplandor dorado.

Decido que es hora de empezar mi día. Me levanto de la mesedora y me adentro en mi habitación, dejando la cobija en la cama. El suave aroma a limpieza y frescura llena el aire cuando enciendo la ducha y me sumerjo en la lluvia artificial, dejando que el agua caliente caiga sobre mi piel mientras canto Daylight de David kushner.

Salgo de la ducha envuelta en una toalla rosa claro, sintiendo la suavidad del tejido contra mi piel. Con otra toalla más pequeña, seco mi cabello castaño oscuro. dejándolo suave y brillante. Luego, me dirijo al lavabo y realizo mi rutina de limpieza facial, sintiendo cómo la frescura del agua despierta mis sentidos y prepara mi piel para el día que se avecina.

La mañana está soleada y llena de promesas, así que opto por algo ligero y cómodo. Tomo un vestido floreado de color blanco, no muy largo ni muy corto, perfecto para la ocasión. Completo mi atuendo con un par de converse negros, asegurando que estaré lista para cualquier aventura que el día tenga reservada.

Con el cabello atado en una media coleta despeinada, añado un toque final con un moño blanco para complementar mi look. Con una sonrisa en los labios, estoy lista para enfrentar lo que el día tenga preparado para mí.

Salgo del baño, lista para enfrentar el día, y me dirijo a mi tocador. Sentada frente al espejo, mi reflejo me devuelve la imagen de una joven decidida y lista para lo que sea que el día tenga preparado.

Con habilidad, aplico un ligero maquillaje para realzar mis rasgos. El rimel oscurece mis pestañas, dándoles un toque de profundidad, mientras que el lápiz de cejas define y enmarca mi mirada. Un toque de gloss en mis labios les da un brillo sutil y natural.

Mi mirada cae sobre el collar que me dejó mi madre. Es un pequeño Saturno, con tres diamantes incrustados en su anillo, un recuerdo de un pasado que ahora se siente distante. Lo sostengo en mis manos por un momento, dejando que los recuerdos fluyan a través de mí, antes de colocarlo con cuidado alrededor de mi cuello.

El Palacio De Las Mariposas Y El Eden De Las Espinas.       Donde viven las historias. Descúbrelo ahora